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Stephen Curry ha llevado recientemente a su equipo a su cuarto campeonato de baloncesto. La mayoría de los analistas, incluidos antiguos jugadores, consideran a Curry como el mejor encestador de todos los tiempos. Creen que su desprendimiento y su entusiasmo contagioso por el juego convierten a su equipo en uno de los más grandes de la historia. Otros dicen que Curry es un showman egoísta, un jugador defectuoso que está arruinando el juego y que solo ha ganado campeonatos cuando se ha emparejado con grandes compañeros de equipo. ¿Cómo podemos mirar a una persona y discrepar de forma tan marcada? Si podemos pelearnos por Curry, podemos pelearnos por casi cualquier cosa.

Parece que hoy en día las personas están en desacuerdo con más frecuencia y de forma más aguda que nunca. La mayoría de las sociedades estaban de acuerdo en cuestiones básicas durante milenios: ¿Qué es la virtud y la bondad? ¿Qué deberes tienen las personas con su familia y la sociedad? ¿Cuál es el papel de un líder, de un hombre, de una mujer, de un niño? Siempre hubo desacuerdos, pero ahora son más frecuentes y fundamentales. ¿Pueden las familias, los amigos y las iglesias aprender a convivir bien incluso cuando no estamos de acuerdo en cuestiones emocionales de peso?

Algunos dicen que no. Animan a los cristianos a separarse de cualquiera que tenga opiniones diferentes sobre política, género o incluso música. Puede ser más fácil, pero es empobrecedor separarse de las personas cuando no estamos de acuerdo. También es empobrecedor, aunque se sienta más seguro, evitar las conversaciones sobre temas difíciles como las políticas de COVID-19, la policía, la raza, el género, la violencia armada, la inmigración y el aborto.

Puede que queramos que los creyentes estén de acuerdo en asuntos sociales, pero una iglesia que abre sus puertas a su comunidad —una iglesia a la que acuden gustosamente los no creyentes— puede esperar que tanto los miembros como los asistentes a veces estén en desacuerdo. ¿Existe una mejor manera de mantener una comunidad unificada en medio de los desacuerdos? Estos son cinco consejos.

1. Escucha activamente, con atención y empatía.

«Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira» (Stg 1:19). Debemos escuchar con el objetivo de exponer la posición de la otra persona en términos que ella considere precisos y justos. Los oyentes activos se quedan quietos y mantienen el contacto visual. Pregunta: «¿Te importa si apunto algunos de tus puntos? Me ayuda a escuchar». Si interrumpes, debe ser para decir: «¿Puedes repetirlo? Quiero estar seguro de que te he entendido».

La mayoría de las sociedades estaban de acuerdo en cuestiones básicas durante milenios. Siempre hubo desacuerdos, pero ahora son más frecuentes y fundamentales

El objetivo de escuchar es abrir un diálogo, no lanzar una crítica. No interrumpas para decir: «¡No, no, no!». Escucha para conocer los puntos más fuertes de la otra persona, no para refutar los más débiles.

Escucha para conocer a las personas tal y como son, no como te las imaginas. El amor acalla las voces internas que se anticipan a nuestro momento de hablar ensayando réplicas ingeniosas. Silencia la pregunta: «¿Cómo debo responder?». Como Cristo, el amor en ocasiones critica los errores peligrosos, pero también escucha con ternura para prestar ayuda.

2. Da gracia y muestra amor.

Debemos hablar la verdad en amor y dar gracia a los que escuchan (Ef 4:15, 29). Si alguien con quien no estás de acuerdo se equivoca un poco o comete un error menor, podemos ignorarlo. Si se esfuerza por exponer su punto de vista, puedes repetir lo que crees que está diciendo y preguntar: «¿Es así?». Esta es una forma de vivir según Proverbios: «Es honra para el hombre evitar las discusiones, pero cualquier necio se enredará en ellas» (Pr 20:3). Es amable reconocer que las cuestiones que se debaten son complejas y que tu interlocutor tiene puntos válidos, o al menos sinceros e interesantes. Si pensamos que una idea está irremediablemente equivocada, al menos podemos decir: «Estoy de acuerdo en que es un tema importante».

3. Ten en cuenta el panorama general.

Las iglesias impulsadas por el evangelio reciben con gusto a los no creyentes y a los cristianos de todas las tradiciones eclesiásticas en sus servicios de adoración y estudios bíblicos. Si eso es cierto, ¿cuánto más deberíamos recibir a personas de todas las tradiciones políticas y sociales?

Pablo dice: «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús» (Gá 3:28). Él vio cómo el veredicto justificador de Dios trascendía las divisiones más agudas de su tiempo. Debemos dejar que nuestra fe en Jesús tenga más importancia que el origen étnico, las opiniones sociales y el estatus económico o educativo.

4. Encuentra un terreno común.

Solemos escuchar mejor a aquellos con los que estamos de acuerdo en ciertos aspectos esenciales. Así que, al principio de un diálogo, es útil encontrar ese terreno común. ¿Estamos de acuerdo en que Dios no es de ningún partido político? ¿Estamos de acuerdo en que la iglesia debe recibir a personas de todo el espectro político? ¿Estamos de acuerdo en que los principales partidos políticos hacen énfasis en puntos que resuenan con las Escrituras?

En Mateo, Jesús limita lo que «damos al César» (Mt 22:15-21). Esto concuerda con el énfasis tradicionalmente conservador. Pero en el siguiente capítulo, dice que los «preceptos más importantes de la ley» son «la justicia, la misericordia y la fidelidad» (Mt 23:23). La justicia y la misericordia son énfasis tradicionalmente liberales. Ya puedo oír las reacciones. Los liberales dirán: «También queremos limitar el poder del gobierno». Los conservadores dirán: «Nosotros también nos preocupamos por la misericordia y la justicia». ¡Bien! Estamos lo suficientemente de acuerdo para mantener un diálogo saludable.

5. Usa puntos de contacto para tender puentes siempre que puedas.

Pablo conectó con los paganos al coincidir con ellos en que había (para ellos) «un dios desconocido». Citó, con cierta aprobación, a los poetas paganos que proclamaban: «En él vivimos, nos movemos y existimos» y «nosotros somos linaje Suyo» (Hch 17:22-28). Pablo es un modelo de cómo podemos, en aras de la discusión, hacer afirmaciones que sean comprensibles para ambas partes, incluso cuando esas partes puedan definir los términos de forma diferente.

Debemos dejar que nuestra fe en Jesús tenga más importancia que el origen étnico, las opiniones sociales y el estatus económico o educativo

Al encontrar puntos de contacto con un no creyente que asiste a tu iglesia, puedes bajar la temperatura de un posible debate y abrir un diálogo más fructífero. Aunque este no es el objetivo final de una conversación con un no creyente, puede ser un buen punto de partida.

Estas cinco sugerencias probablemente no harán que los fanáticos de la NBA de tu iglesia cambien sus perspectivas sobre Stephen Curry, pero creo que te ayudarán a promover el diálogo respetuoso en medio del desacuerdo.

Después de todo, no hay ganadores en una pelea a gritos. Si esperamos ganar a las personas seculares con el evangelio, debemos aprender a escuchar y comunicarnos con gran habilidad. Si esperamos tener unidad con otros creyentes, debemos aprender a dialogar amablemente con ellos también. Podemos persuadirlos, e incluso podemos ser persuadidos por ellos, pero el objetivo es ser pacificadores humildes que traigan sanidad dentro de la iglesia y hagan brillar el evangelio de la paz en el mundo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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