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¿Recuerdas en Mateo 14:22-33, cuando Jesús vino a sus amigos en el bote caminando sobre las aguas? Los discípulos estaban aterrorizados al principio, hasta que Él se identificó. Pedro, siempre impetuoso, pidió permiso para unirse a su Maestro en medio de las olas. Se le dio el permiso, y por eso hizo el buen trabajo de bajar por el costado del bote. ¡Y he aquí, igual que Jesús, él también pudo caminar sobre el agua!

Pero no dura mucho, ¿verdad? Eventualmente comienza a hundirse bajo las olas y clama por ayuda. ¿Por qué? Mateo 14:30 dice que es porque vio la fuerza del viento. Pedro había quitado los ojos de Jesús.

Y sin embargo, Jesús se aferró a Pedro.

Así como la gracia que nos salva es de principio a fin, la fe que nos sostiene es de principio a fin. No comenzamos por fe y luego nos embarcamos en un gran proyecto de superación personal de “buenas obras”. No, nosotros “caminamos por fe” (2 Co. 5:7). El autor de Hebreos dice, de hecho, que corremos por la fe:

“Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”, Hebreos 12:1-2.

¿Cuál es el peso, aparte del pecado, que puede atraparnos fácilmente? ¿No es nuestro sentido de justicia propia? ¿No son las cosas, incluso las cosas buenas, que nos pueden distraer de centrarnos en Jesús? El autor de Hebreos dice que pongamos nuestros ojos en Él (v. 2). ¿Por qué? Creo que es porque Jesús sabe que incluso en nuestras disciplinas espirituales, esfuerzos religiosos, y estudios teológicos, es fácil perseguir estos medios como si fueran fines en sí mismos. Queremos parecer más santos, más informados, más “unidos”. Esto no es caminar o correr por fe.

Jesús puede presentarnos sin mancha ante la gloria de Dios. Fijemos nuestros ojos en Él hasta el final.

No, debemos mantener nuestros ojos en Jesús. Toda buena obra debe someterse a la gloria de Jesús. Toda disciplina espiritual debe llevarse a cabo como un medio para profundizar en nuestra amistad con Jesús. Cada libro cristiano que leemos, cada idea teológica que exploramos, cada doctrina bíblica que estudiamos debe tener como objetivo despertar nuestro afecto por Jesús. Solo al enfocarnos en Jesús podremos perseverar en la vida cristiana y tener una fe que dure hasta la línea de meta.

No será fácil. La vida de fe es difícil. Pero hay una alegría indescriptible que nos espera. Es la gran alegría eterna de reunirse con Aquel en quien hemos creído, convencidos de que es capaz de proteger lo que le hemos dado. Jesús puede presentarnos sin mancha ante la gloria de Dios. Fijemos nuestros ojos en Él hasta el final.


Publicado originalmente en For the Church. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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