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Lo que el adicto a la pornografía necesita saber sobre la gracia de Dios

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Por fin libre (Poiema Publicaciones, 2020). Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

Si eres adicto a la pornografía, lo primero que debes saber sobre la gracia poderosa de Dios es que, por medio de ella, Dios perdona nuestros pecados. Escucha lo que dice la Biblia sobre esta gracia perdonadora en Colosenses 2:13-14:

“Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz”. 

Dios usa términos impresionantes para describir cómo obtenemos estas asombrosas bendiciones. Tenemos vida y perdón —pero estos regalos no fueron baratos. 

Pablo lo ilustra con seriedad cuando compara los pecados que hemos cometido con una factura de tarjeta de crédito —un “documento de deuda”. Los pecados que cometemos no se esfuman en el aire, sino que se documentan y se guardan. Así como debemos pagar nuestras facturas de tarjetas de crédito para evitar sanciones legales, así nuestro historial de deuda de pecado nos hace exigencias que son legalmente vinculantes. Lo que se requiere legalmente por nuestra deuda de pecado es el castigo divino. Se debe pagar por el pecado.

Tus pecados son perdonados por la gracia de Dios, y esa misma gracia de Dios es la que te da el poder para vivir de una forma diferente

Pero aquí descubrimos una verdad gloriosa: aunque tú y yo seamos total y completamente responsables de nuestra deuda de pecado, Dios mismo nos provee clavándola en la cruz de Cristo y satisfaciendo sus demandas. Cuando Jesús fue crucificado en la cruz, pagó por todo nuestro pecado. Jesús pagó por cada vez que atesoramos imágenes de inmoralidad sexual en nuestros corazones, por cada vez que vimos pornografía, por todas las veces que hemos mirado a alguien con lujuria —por todo—, cuando murió por pecadores. 

La gracia nos transforma 

Las noticias se ponen aún mejores. La gracia perdonadora es solo una parte del poder que ofrece Jesús. La gracia poderosa de Dios también nos da fortaleza para vivir de formas nuevas. La gracia perdonadora es maravillosa y fundamental, pero los pecadores necesitan más que perdón. 

No es suficiente que nuestro historial de deuda se haya cancelado; también necesitamos gracia para vivir como Jesús; necesitamos una gracia que nos transforme para que podamos ser como Él en santidad y amor. En Romanos 6:4, Pablo declara: “Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con Él [Cristo] en Su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (NVI). 

Por medio de la gracia transformadora de Dios, podemos vivir una vida nueva gracias a lo que Jesús ha hecho por nosotros

Pablo está hablando de la muerte y resurrección de Jesús. Para todos los que confiamos en Jesús, Su muerte y resurrección también es nuestra muerte y resurrección. La muerte y resurrección de Jesús no solo cancela nuestro historial de deuda y nos da una gracia perdonadora, sino que conduce a nuestra transformación. Por medio de la gracia transformadora de Dios, podemos vivir una vida nueva gracias a lo que Jesús ha hecho por nosotros. 

Muchas personas pasan bastante tiempo buscando el perdón. Ruegan y suplican por el perdón después de entregarse a la pornografía, pero no saben qué hacer después. La Biblia enseña que, además de confesar el pecado y buscar el perdón de Dios, necesitas la poderosa gracia transformadora que reciben aquellos que creen el evangelio, para así poder caminar en fe y obediencia. Tus pecados son perdonados por la gracia de Dios, y esa misma gracia de Dios es la que te da el poder para vivir de una forma diferente y para obedecerlo a Él. 

La gracia transformadora obra cuando crees que Jesús te la da. En el momento en que crees que la gracia de Jesús te cambia, estás cambiando

¡Oh, cuánto debes atesorar la dulzura de esta gracia! Cuando ves pornografía, necesitas clamar a Dios para que te conceda Su gracia perdonadora, ¡pero no te quedes ahí! Pídele que te dé Su gracia transformadora, Su poder para cambiarte de adentro hacia afuera. Ya que Dios es fiel a Su Palabra y a Sus promesas, con el tiempo recibirás el poder de Dios para nunca volver a ver pornografía.

La poderosa gracia transformadora de Dios puede darte un corazón puro y tú puedes dominar tus deseos de ver pornografía. Puedes honrar a tus hermanos y hermanas en Cristo cuando los ves. Puedes tener todo esto y más. Solo que no lo puedes conseguir por ti mismo ni en tus propias fuerzas. Necesitas la poderosa gracia transformadora de Jesús. 

La poderosa gracia transformadora de Dios está disponible, pero muchas personas no saben cómo usarla. Tener el poder de Jesús para cambiar sin saber cómo usarlo es casi como no tener ese poder en absoluto. Es como estar varado en una isla donde hay un avión, con el tanque lleno de gasolina, que uno no sabe pilotear. Si te quieres beneficiar de la gracia de Dios, es crucial que descubras cómo hacer uso de esa gracia. Para tener acceso a la gracia transformadora de Jesús, debes hacer algo tan sencillo que muchas personas lo consideran imposible. 

Además de confesar el pecado y buscar el perdón de Dios, necesitas la poderosa gracia transformadora que reciben quienes creen el evangelio

Tienes que creer

La gracia transformadora obra cuando crees que Jesús te la da. En el momento en que crees que la gracia de Jesús te cambia, estás cambiando. Entre más lo sigas creyendo, más seguirás cambiando. 

Pablo escribe: “De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Ro 6:11, NVI). Pablo está diciendo que estás muerto al pecado y vivo para Dios en Cristo cuando consideras que esto es verdad; es decir, cuando lo crees. Si quieres cambiar y ser como Cristo —ya sea en el tema de la pornografía o en cualquier otra cosa— debes creer que, en Jesús, tienes el poder para cambiar. Cuando crees que el poder es tuyo, es tuyo.


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