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Si eres líder de alabanza, quizá te preguntas: ¿Qué es la liturgia o qué tiene que ver conmigo? Tristemente, como he escrito antes, la mayoría de los ministros de alabanza resumen su labor en tocar buena música y desempeñarse como artistas. Sin embargo, la responsabilidad bíblica e histórica del líder de alabanza va más allá de solo preparar y ejecutar música.

Parte de esa labor es pensar en la liturgia en el día del Señor. Por liturgia nos referimos al orden del culto o “el programa”, como muchos le llaman. En su libro El culto cristiano, Juan J. Varela define liturgia como “el conjunto de elementos que forman el orden del culto y que sirve de cauce y expresión para guiar a la congregación a un encuentro pleno con su Dios”.

Dicho de manera sencilla, la liturgia es el conjunto de actividades que la iglesia lleva a cabo cuando se reúne para el culto en el día del Señor. Esto quiere decir que todas las iglesias tienen una liturgia. La pregunta es si esa liturgia es la adecuada según los mandatos de Dios sobre cómo los cristianos deben adorarle.

Si eres líder de alabanza, quizá piensas que planificar el orden del servicio —es decir, la liturgia— es responsabilidad de otra persona: tal vez del pastor, del coordinador de servicios o del productor. Pero que no te toque diseñar la liturgia no significa que esta no tenga nada que ver contigo.

Todas las iglesias tienen una liturgia. La pregunta es si esa liturgia es adecuada

Dios está presente

Cuando la iglesia se congrega los domingos, Dios está en medio de ellos de una manera diferente y especial a su presencia continua en la vida diaria de los creyentes. El servicio dominical no es meramente una reunión de cristianos, sino un encuentro pleno e íntimo del Dios trino con sus hijos. Él está presente no solo porque es omnipresente, sino de manera más especial, como el Dios que ha salvado y reunido a sus hijos para la gloria de su nombre. Debemos entonces tener mucho cuidado de cómo dirigimos y organizamos esta solemne asamblea. 

“Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque estos no saben que hacen el mal. No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto sean pocas tus palabras” (Eclesiastés 5:1-2).

Dicho eso, lo más importante que todo líder de alabanza debe tener en mente respecto a la liturgia es el mensaje que está comunicando.

¿Cuál es el mensaje?

Las disputas han sido constantes respecto a qué elementos deberían ser incluidos durante el tiempo de adoración en el culto. No hablaremos de eso aquí; lo que deseo comunicar es que es crucial entender cuál es el mensaje central del servicio. La liturgia debe ser una exposición adecuada de nuestra teología. Por esta razón es que, en nuestra iglesia, el servicio dominical está estructurado de manera que exprese, enseñe, y afirme el pacto de gracia: el evangelio.

De manera práctica, nuestra liturgia comunica el mensaje del evangelio con los siguientes elementos:

  1. Llamado a la adoración: Todos somos llamados a adorar a Dios. No nos llama el pastor, el director de alabanza o los músicos. Es Dios mismo quien demanda esta alabanza de sus hijos. Acá tomamos el tiempo para incluir una lectura bíblica y una oración que le comunique a la iglesia que es Dios quien nos llama a alabarle por lo que Él es y por lo que Él ha hecho.
  2. Confesión de pecado: Dios es santo y su santidad no tolera el pecado. Al venir ante su presencia como iglesia debemos reconocer en humildad que hemos pecado. En este momento de la liturgia, el director de alabanza recuerda esto a la congregación, y todos los presentes toman un tiempo para confesar y pedir perdón por sus pecados al Señor. Esto se hace a través de una lectura bíblica, oración y/o canciones que nos ayuden a expresarnos con Dios buscando su perdón. 
  3. Seguridad de perdón: Los que estamos en Cristo sabemos que hemos sido perdonados, y celebramos la seguridad de perdón que el evangelio nos da. Lo hacemos con lecturas bíblicas, oraciones y/o canciones que nos lleven a exaltar la gracia y misericordia de Dios en Cristo.
  4. Sermón: La Palabra de Dios es predicada expositivamente para que haga la labor que solo ella, a través del poder del Espíritu Santo, puede hacer: transformar corazones de piedra en corazones de carne que puedan entender su necesidad de Cristo. 
  5. Respuesta en adoración: Después del sermón, damos un tiempo para que la iglesia medite en la Palabra que fue expuesta y para que responda con alabanzas en agradecimiento a Dios por haber hablado. 
  6. Ofrendas: La iglesia da generosamente sus ofrendas, entendiendo que esto también es un acto de adoración a Dios. No damos porque queremos recibir algo a cambio, sino porque en Cristo lo hemos recibido todo, y porque queremos que la obra de la iglesia local siga creciendo para poder llegar a más personas y lugares. 
  7. Bendición a la iglesia que se esparce: En este tiempo final, leemos en la Escritura el mandato de Dios de vivir en misión, haciendo discípulos en donde quiera que Él nos ha puesto. También somos recordados del mandato de vivir en amor y servicio hacia nuestra comunidad y hermanos.

Es así pues que la iglesia, a través de una liturgia bíblica y basada en el evangelio, ha tenido un tiempo especial de comunión con Dios y unos con otros. Al finalizar el servicio, la congregación ha sido bendecida con la Palabra del Señor para salir y esparcirse en misión, hasta que sea tiempo de unirse de nuevo el siguiente domingo en adoración.

La liturgia importa porque comunica un mensaje y da un orden específico para que los santos podamos adorar a Dios bíblicamente

Apunta a la cruz

La liturgia importa porque comunica un mensaje y da un orden específico para que los santos podamos adorar a Dios bíblicamente. Nada en este mundo se compara con esta celebración y adoración comunitaria; es un adelanto de la vida futura donde juntos adoraremos a Dios para siempre.

Los líderes de alabanza debemos evaluar si hemos sido fieles a lo que las Escrituras nos mandan sobre el culto público: ¿Hemos tomado en serio nuestra participación en la celebración del culto dominical? ¿O nos hemos tomado este tiempo como un conjunto repetido de ritos? Debemos ver el servicio del domingo como lo que realmente es: un momento en el que podemos dirigir bíblicamente a los santos a comunicarse con nuestro Dios y alabarle por lo que Él es y lo que Él ha hecho, apuntando siempre a la cruz, al evangelio y al pacto de gracia que fue firmado con la sangre de Cristo en beneficio de su iglesia.

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