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La conversación sobre el sexo que necesitas tener con tu cónyuge

Hace años, estaba comiendo en un restaurante con un amigo. A medida que nuestra comida progresaba, la conversación se convirtió en un lamento por el estado de su matrimonio, particularmente su vida sexual. Se animó cada vez más y finalmente exclamó en voz alta: “¡Sabía que el matrimonio sería difícil, pero se suponía que el sexo era fácil!”.

Luchando por ignorar las cabezas que giraron y las cejas que se arquearon en las mesas cercanas, me concentré en lo que decía mi amigo. Había crecido en la iglesia y le habían enseñado que si se “guardaba a sí mismo” para el matrimonio, su vida sexual sería increíble. La realidad era, como otros comensales ahora sabían, bastante diferente.

El sexo en el matrimonio no es fácil. Esto se debe a muchas razones, incluidas las profundas diferencias entre los cónyuges. Dios diseñó el sexo como la unión con un otro misterioso. Incluso más allá del género, las parejas deben tener en cuenta las diferencias en el deseo, las expectativas, y las preferencias particulares.

Cuando interactúo con parejas cristianas, escucho repetidamente descontento en sus relaciones sexuales. Nuestras amplias diferencias significan que una gran vida sexual no solo sucede así porque sí; más bien, lleva tiempo, intencionalidad, y mucha práctica. Y para conocerse y crecer emocional y espiritualmente en esta área del matrimonio, la conversación abierta entre los cónyuges es fundamental.

El cuerpo de cada cónyuge le pertenece al otro, y una función primaria del sexo es servirse y bendecirse mutuamente.

Las instrucciones en las Escrituras sobre el sexo

Las discusiones sobre el sexo entre esposo y esposa encuentran su base en la enseñanza de la Biblia sobre el sexo. Las Escrituras pueden no prescribir (o prohibir) comportamientos sexuales específicos en el matrimonio, pero sí enseñan la importancia del sexo como un acto de servicio y amor. De hecho, en realidad solo hay un pasaje de “cómo” para la sexualidad conyugal:

“Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer lo cumpla con el marido. La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No se priven el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicarse a la oración. Vuelvan después a juntarse, a fin de que Satanás no los tiente por causa de falta de dominio propio”, 1 Corintios 7:3–5.

El cuerpo de cada cónyuge le pertenece al otro, y una función primaria del sexo es servirse y bendecirse mutuamente. La ética que se aplica en todo el Nuevo Testamento se aplica al sexo en el matrimonio: debemos servir desinteresadamente, pensando primero en el otro.

Pero para servirnos unos a otros, debemos entendernos. En lugar de sentirse avergonzados, las parejas deberían hablar sobre su intimidad regularmente. Aquí hay tres aspectos importantes de esta conversación.

1) ¿Qué es preferible en nuestro matrimonio?

Debido a que estamos construidos y conectados de manera diferente, los cónyuges deben aprender continuamente uno del otro. A menos que hablen sobre su cuerpo, qué se siente bien y qué no, qué comportamientos son emocionantes y cuáles son incómodos o incluso dolorosos, su cónyuge no lo sabrá. Los cónyuges deben hablar antes, durante, y después de la intimidad física. Esto es cierto al comienzo del matrimonio, pero la conversación debe ser continua.

Los cónyuges también deben tener conversaciones francas sobre la frecuencia, lo que permite que el llamado al servicio desinteresado forme expectativas y navegue las diferencias. ¿Cuándo el amor por mi cónyuge significa que tengo que renunciar a mi deseo de satisfacción sexual? Por el contrario, ¿cuándo debería bendecir a mi cónyuge y servirle, aunque no me sienta amoroso?

Dios quiere que aprendamos la danza del servicio amoroso sin manipular para salirse con la nuestra.

Dios quiere que aprendamos la danza del servicio amoroso sin manipular para salirse con la nuestra o poner mala cara cuando no logramos lo que queremos. Servir al otro no significa suprimir opiniones y deseos personales. Pero la comunicación honesta minimiza los errores relacionales. Comprender los factores estresantes que nuestros cónyuges están experimentando en el hogar, en el trabajo, e incluso físicamente nos ayuda a navegar nuestros deseos y discernir cómo servir en situaciones específicas.

Si bien las Escrituras no abordan cada acto sexual específico en la cama matrimonial, sí prescribe un marco de cómo dar. Mientras hablas con tu cónyuge, considera sus deseos a la luz de estas preguntas:

  • ¿Se sentirá amado y apreciado mi cónyuge a través de esta actividad?
  • ¿Promoverá nuestra expresión sexual una sensación de comodidad y seguridad en este vulnerable acto de amor?
  • ¿Mejorará este comportamiento la alegría y el florecimiento de mi cónyuge?

2) ¿Qué es problemático?

Las parejas también deben discutir cómo su sexualidad se ha visto afectada por la Caída. La vergüenza de las experiencias sexuales anteriores, así como el uso de pornografía pasado (o presente) puede afectar negativamente la cama matrimonial y contribuir a los desafíos sexuales. Los pecados pasados de otros también pueden tener implicaciones para la intimidad conyugal, y los sobrevivientes de abuso pueden encontrar la expresión sexual del matrimonio especialmente difícil.

Muchos no han compartido su historia sexual con su cónyuge, pero la vergüenza se deshace cuando se exponen las heridas y los pecados del pasado en un lugar seguro. Aunque tu cónyuge es la persona más importante para abrirse sobre estos asuntos, puede ser necesario incluir pastores o consejeros para ayudarlos a navegar por este camino.

Pero el pecado pasado y el trauma no son el único problema potencial en la intimidad matrimonial. Debes saber esto: el consentimiento es un gran problema incluso en el matrimonio. Habrá ciertos comportamientos que tu cónyuge no deseará o incluso encontrará repelentes. Debido a que el diseño de Dios para la expresión sexual está enfocado en otros, no hay lugar para la actividad sexual no consensuada. Los cónyuges deben ser libres de comunicar cómo ciertos comportamientos los afectan.

3) ¿Qué debemos esperar en el futuro?

Varias etapas de la vida presentan diferentes desafíos. En el transcurso del matrimonio, la relación sexual de una pareja cambiará. De alguna manera (¡ojalá!) madurará y se profundizará. Las etapas de desarrollo de una pareja ciertamente afectarán su relación sexual. Los años con niños pequeños traen desafíos, al igual que los cambios físicos a lo largo de décadas. En cada etapa de tu matrimonio, deberás hablar abiertamente sobre su relación sexual. Continuar discutiendo su intimidad a lo largo de los años los ayudará a ambos a manejar las expectativas y a enfocarse el uno en el otro, en lugar de solo en ti mismo.

El sexo puede ser difícil, lo que mi amigo en el restaurante aprendió por las malas. Pero una conversación de por vida ayudará. Empieza a hablar.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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