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En su libro Versículos bíblicos mal utilizados, Eric Bargerhuff examina una serie de versículos que son comúnmente mal usados, malinterpretados tanto por creyentes como por incrédulos.

¿Cuál encabeza la lista? La declaración de Jesús en Mateo 7:1:

“No juzguen para que no sean juzgados”.

Se podría argumentar, dice Bargerhuff, que este es “el versículo más mal aplicado en toda la Biblia”.

Lo que Jesús no quiso decir

¿De qué está hablando Jesús? Bueno, ciertamente no quiso decir:

  • “No pienses críticamente”.
  • “No hagas evaluaciones morales”.
  • “No me digas qué hacer o cómo vivir”.

¿Cómo sabemos que estos usos comunes de “no juzguen” están malinterpretando la intención de Cristo? En una palabra: contexto.

Ni siquiera tienes que buscar fuera del Evangelio de Mateo, del Sermón del Monte o aún de Mateo 7 para ver que Jesús no quiere decir que no debemos hacer una evaluación moral de las cosas. Solo cinco versículos después, el mismo Jesús que dice “no juzguen” llama a sus oponentes perros y cerdos, y espera que sus seguidores los vean como tales (Mt 7:6). Más adelante en el capítulo, Jesús nos exhorta a tener cuidado con los falsos profetas, con los lobos que se visten con disfraces de ovejas. “Por sus frutos los conocerán” (Mt 7:16), un reconocimiento que requiere un juicio moral.

Entonces, si Jesús no está diciendo lo que muchos de nuestros vecinos desearían que dijera, ¿qué es lo que está diciendo?

Su punto básico es simple: “No sean críticos”. Hagan juicios teológicos y éticos, pero no desde un balcón de superioridad.

J.C. Ryle explica bien el punto:

“Lo que nuestro Señor quiere condenar es… un espíritu buscador de defectos. La inclinación a culpar a otros por ofensas insignificantes o asuntos de indiferencia; el hábito de emitir juicios impulsivos y apresurados; una disposición a magnificar los errores y debilidades de nuestros vecinos y pensar lo peor de ellos”.

Abre tus ojos para ver y tu corazón para amar, está diciendo Jesús, mucho antes de que abras la boca. Primero asegúrate de que estés enfocando bien las cosas, no sea que te des cuenta en el Día Final de que estabas mirando a los portadores de la imagen de Dios a través del lado equivocado del microscopio.

Una aplicación honesta

Mi tentación al reflexionar sobre este versículo, lo confieso, es colgarme de esa comprensión del mundo como si fuera una piñata y golpearla con mucho entusiasmo. Eso sería fácil y probablemente divertido, ya que me sentiría mejor conmigo mismo. Pero eso sería tomar este texto, este espejo, y voltearlo para que yo pueda confesar los pecados de los demás.

¿Qué es, entonces, lo que le dice Mateo 7:1 a aquellos que comprenden su significado? Al menos tres cosas.

1. Desarraiga la hipocresía en tu propio corazón

Este es el punto de la siguiente ilustración de Jesús:

“¿Por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: ‘Déjame sacarte la mota del ojo’, cuando la viga está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3-5).

Jesús no está diciendo que nunca se puede quitar suavemente el aserrín del ojo de un hermano o hermana; solo está diciendo que no lo hagas cuando hay una viga en el tuyo.

El propósito de este pasaje es promover la humildad de la autoconciencia, una humildad que disipa la maldad de la hipocresía. ¿Cómo luce tal hipocresía?

  • Corregir a alguien por maldecir o contar un chiste de mal tono, y luego regresar a un extenso grupo de mensajes de texto que básicamente son solo un chisme.
  • Poner los ojos en blanco ante la petición de oración de alguien o corregir la teología de la oración de una persona, cuando tu vida de oración privada es prácticamente inexistente.

En pocas palabras, la justicia propia es el arte de estar siempre más molesto por el pecado de otra persona. Es cursar un doctorado en las faltas de los demás mientras te contentas con una simple certificación de las tuyas.

La justicia propia es el arte de estar siempre más molesto por el pecado de otra persona

En la medida en que seas consciente de tus propias faltas y te sientas afligido por ellas, extenderás gracia a los demás. En la medida en que no lo seas, no lo harás. Lo más escalofriante es que Jesús dice que con la medida en que extiendas gracia o condenación a otros, así será el Juez del cielo contigo.

2. Sé más rápido en animar que en criticar

Si pudieras hacer una lista de cada persona que criticaste la semana pasada y una lista de cada persona a la que alentaste, ¿cuál sería más larga? ¿Qué hay de tus amigos más cercanos: te describirían como más fluido en el lenguaje de la crítica o en el lenguaje de las palabras de aliento?

La actitud que Jesús prohíbe es una especie de orgullo con innumerables formas. Podría implicar emitir un juicio sutil sobre la apariencia, la inteligencia o las preferencias de entretenimiento de otra persona, su filosofía de la crianza de los hijos, sus decisiones sobre la educación o su estilo de vida y cómo gasta su dinero. Podría ser simplemente pensar un poco menos en alguien porque no comparte ciertas similitudes contigo, o para decirlo claramente, porque no te recuerda a ti mismo.

¿Tus amigos más cercanos te describirían como alguien más fluido en el lenguaje de la crítica o en el lenguaje de las palabras de aliento?

Entonces, ¿cómo luce un espíritu de crítica? Bueno, ¿te enorgulleces de tus opiniones fuertes? ¿Sientes siempre la necesidad de compartirlas? ¿Generalmente asumes que tienes todos los hechos?

Ten cuidado con el juicio inverso. Puedes ser un fariseo contra los fariseos, diciéndote a ti mismo: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres y mujeres. No soy tan enjuiciador como esa persona de allí. ¡Muestro gracia dos veces al día! Ese tampoco es el objetivo.

3. Alaba a Jesús por otros cristianos y otras iglesias

¿Cómo debería el hecho de “no juzgar” desafiar no solo a las personas, sino a congregaciones enteras?

Por un lado, podríamos comenzar a sentir que nosotros y solo nosotros tenemos la teología correcta, y que nosotros y solo nosotros sabemos “cómo hacer iglesia”. Deberíamos orar contra la suposición de que lo entendemos todo. En pocas palabras, las iglesias cristianas no deberían menospreciar a otras iglesias cristianas. Después de todo, la madurez no es determinada únicamente por el conocimiento.

Vale la pena citar a Jonathan Leeman a profundidad en su artículo “Ama a la iglesia más que a su salud”:

“Podemos amar más nuestra visión de lo que creemos que la Iglesia debe ser más de lo que amamos a las personas que la componen. Podemos ser como el hombre soltero que ama la idea de una esposa, pero que al casarse con una mujer real le resulta más difícil amarla a ella que a la idea de ella. O como la madre que ama su sueño de la hija perfecta más que a su propia hija… Empezamos a amar la idea de una iglesia saludable más de lo que amamos a la iglesia en la que Dios nos ha puesto.

[Pero] Cristo ha puesto su nombre en cristianos inmaduros… [Él] se ha identificado con cristianos cuya teología es subdesarrollada e imperfecta.

Decir que debemos amar a la Iglesia más que a su salud significa esto: que debemos amar a las personas porque pertenecen a Jesús, no porque hayan guardado la ley de una iglesia saludable, a pesar de que esa ley sea buena y bíblica… Si amas a tus hijos, deseas que tengan salud. Pero si amas a tus hijos, los amas saludables o no”.

Pablo le dijo a una iglesia local, a pesar de sus muchos defectos, que eran su “gozo”, su “gloria” y su “corona” (1 Ts 2:19). ¿Son tus hermanos miembros de la iglesia tu gozo, tu gloria y tu corona?

La Escritura resuena con la verdad de que todos los cristianos son compañeros de viaje, hermanos, conciudadanos, compañeros soldados, compañeros de sufrimiento y coherederos. Asegurémonos de que nuestros pensamientos y palabras sobre ellos reflejen la eterna y profunda unidad que compartimos.

Una cosa

En última instancia, solo una cosa puede desarraigar la hipocresía, puede reemplazar el deseo de criticar con un impulso de animar, puede matar un espíritu de juicio: la humildad que proviene de la gracia que se nos ha brindado en Cristo.

Entonces, cuando comiences a ascender ese balcón de superioridad, detente en las escaleras. Recuerda quién eres: un pecador santo, un peregrino viajero, una obra en progreso. Aún no has llegado. Mientras tanto, dedica tu energía a acercarte correctamente a tu Biblia, a buscar tu propio crecimiento en lugar de husmear en busca de evidencia del crecimiento de los demás y a edificar a las personas y reputaciones que eres más tentado a menospreciar.

Porque solo cuando la gracia se eleve como el sol en tu corazón, entonces huirá la oscuridad de la hipocresía y del reproche.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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