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Nota del editor: 

Este es un extracto adaptado del nuevo libro de David Powlison, Making All Things New [Haciéndolo todo nuevo] (Crossway), y publicado aquí en asociación con Crossway.

Los cristianos a menudo malinterpretan la santificación. Muchos la ven como un objetivo a alcanzar. Estás “santificado” cuando alcanzas cierto nivel de santidad. Esto no es del todo falso; de hecho, es la meta a alcanzar. La Biblia nos dice que cuando veamos a Jesús cara a cara, seremos como Él. Te sentirás completamente caracterizado por la confianza, el amor, la alegría, la humildad, y todos los buenos frutos. En la carta de 1 Juan, capítulo 3, se nos exhorta a purificarnos por la esperanza de llegar a ser como Cristo en el día de su venida.

Sin embargo, aunque la santificación algún día será completa, en este momento es un proceso continuo. Es un viaje, no un destino. La verdadera clave está en la dirección hacia la que te diriges, no en la distancia que has recorrido ni en el lugar al que has llegado.

Sin embargo, aunque la santificación algún día será completa, en este momento es un proceso continuo. Es un viaje, no un destino

La santificación en realidad comienza cuando Dios te reclama como suyo, y pasas a ser “escogido, santo y amado” (Col. 3:12). Pero el proceso de convertirte en lo que eres comienza cuando le das la espalda al pecado y te diriges hacia Dios.

Imagina el ser humano más malvado posible: violento, inmoral, borracho, perezoso, y profano. Este hombre o mujer, aunque atrapado en dicha maldad, puede llegar al momento en el que comience la santificación. Se da cuenta de su pecado, se cansa de la vida que lleva, y desea una vida distinta. Comienza a mirar en torno a la misericordia; se vuelve a Cristo. El Señor lo reclama como suyo, y comienza a caminar en dirección a la luz.

Inmoralidad en declive

Durante mis primeros meses como cristiano tuve un amigo que me mostró la gran paciencia de Dios en el proceso de la santificación. Él tenía casi 40 años y llevaba 10 de cristiano. Antes de eso, había vivido una vida de inmoralidad desde su adolescencia y durante sus veintes. Me dijo: “Si pudiéramos dividir los pensamientos y conducta en mil momentos por día, 900 de los míos habrían sido inmorales”. Agregó:

Cuando me volví a Cristo encontré misericordia, me convertí en cristiano, y recibí al Espíritu Santo. Sin embargo, esos 900 pensamientos y comportamientos inmorales al día no desaparecieron de la noche a la mañana. Gradualmente se volvieron 700, luego 500, y de 500 pasaron a 100, con el tiempo esos 100 pasaron a ser un momento ocasional de lujuria con la mirada. Aprendí a regocijarme en la gracia de Dios por mí, y en su amor, que es a la vez paciente y constante.

Se había producido una gran sanidad en el área de su sexualidad, pero no era perfecto, y todavía estaba caminando hacia la santificación. Buscó ser transparente con su esposa, rendir cuentas a otros, y se comprometió a caminar en la luz.

Mi amigo experimentó santificación en el área de su sexualidad, pero este tipo de cambio es aplicable a cualquier pecado. Ya sea que tus debilidades sean el pecado sexual, la ansiedad, los chismes, las quejas, o la ira, el cambio es posible por la gracia de Dios.

Reconoce que el pecado no desaparecerá de tu vida en la conversión, ni será erradicado en un chasquido. Alejarse de pecados más grandes cuyas consecuencias son públicas y más evidentes, como el ir a la cárcel, en realidad podría ser más fácil. Pero renunciar a impulsos pecaminosos “más pequeños” lleva toda una vida.

El pecado morirá lentamente a lo largo de nuestro caminar hacia la santificación, al avanzar en dirección a Cristo, y al venir a Él una y otra vez en arrepentimiento y confianza. La “cantidad” de nuestra santificación no es lo importante, sencillamente estamos llamados a caminar en dirección a Jesús.

La “cantidad” de nuestra santificación no es lo importante, sencillamente estamos llamados a caminar en dirección a Jesús.

La santificación no es una competencia

Debemos ser precavidos al comparar la velocidad de los diferentes caminos a la santificación. Para algunos, el enredo con el pecado es mucho más profundo, y enfrentarán tentaciones repetidas en sus vidas. Aquellos que luchan profundamente con el pecado deben ser animados incluso al dar pequeños pasos en la dirección correcta. Al venir a Dios pidiendo misericordia, han comenzado el proceso de santificación.

Dios nos llama a ser santos, como Él es santo; este es el estándar más alto que tenemos. La visión de Cristo para nuestra sexualidad, y para toda la vida, es sencilla. Debes anhelar llegar a ser como Él en santidad. Arrepiéntete de tus pecados y vuélvete a Él para ser limpiado. Busca su fuerza para protegerte y cambiarte. Su objetivo es tu santificación.

Sin importar lo lejos que hayas ido en tu viaje, recuerda que lo más importante es la dirección en la que estás caminando.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Carolina López Ortiz.
Imagen: Lightstock.
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