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La historia de la traición de Judas al Señor Jesús es tan familiar como lo es inquietante. Judas no pudo haber hecho nada peor en su vida que traicionar a Jesús. Cuando Jesús dice que hubiese sido mejor para él no haber nacido (Marcos 14) comenzamos a ver las implicaciones de su acción. Es el mayor acto de maldad el traicionar o atacar al Santísimo. Considerar toda la serie de eventos es realmente perturbante.

Un detalle particularmente inquietante de la salida de Judas de la mesa de Pascua es el momento en que lo hace. Mientras Jesús estaba revelando la importancia cristológica y escatológica de la cena de Pascua, Judas se levantó y se fue.

Sin embargo, sabemos que poco tiempo antes, tal vez después de la primera copa de vino, a principios de la fiesta de la Pascua, nuestro Señor lavó los pies de los discípulos (Juan 13).

Los discípulos estaban discutiendo acerca de la grandeza de ellos mientras Jesús les estaba mostrando Su grandeza. La grandeza siempre sirve. Lleva puesto el delantal (Marcos 10:45; 1 Pedro 5:5-6).

Este servicio, este lavado de los pies, incluyó a todos los discípulos, incluso a Judas.

Está claro que el Señor Jesús sabía lo que sucedía con Judas (Juan 13:21-30). Sabía que las terribles horas que se avecinaban se desencadenarían por una de las personas más cercanas a él. Pero, aún así, vemos a Jesús inclinándose ante todos sus discípulos, incluso Judas, y lavando sus pies.

Considera el drama entrelazado. Judas está maquinando cómo y cuando traicionará a Jesús (Marcos 14:11) mientras Jesús le está lavando los pies. Las mismas manos que pronto serán traspasadas con clavos en este momento están agachándose para servir y lavar los pies de uno de sus enemigos.

Poco después Jesús le diría a Judas que se fuera (Juan 13:27). Y así se fue. Se fue a traicionar a Jesús y lo hizo con los pies limpios.

Así es como la apostasía opera a menudo. La gente ve la obra de Cristo en la vida de las personas, escuchan la Palabra de Cristo en las Escrituras, incluso experimentan los beneficios de Cristo en el contexto de la comunidad, y sin embargo le dan la espalda (Hebreos 6:4-8). Esto es, y siempre ha sido, un doloroso desastre. El caso de Judas no es diferente.

La escena completa engendra todo tipo de emociones y reacciones. Examino mi propio corazón mientras me maravillo con el del Salvador. Sé que si no fuera por la gracia de Cristo yo huiría de él y lo vendería por unas cuantas monedas. Demos gracias a Dios por su irresistible, perseverante y transformadora gracia que no abandonará a los que son suyos (Judas 24-25).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Raúl Caban.
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