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El pastor John MacArthur ha causado un gran revuelo con su conferencia y libro Fuego Extraño. A juzgar por los blogs que sigo (y por mi pared en el Facebook), muchos tienen una opinión en cuanto al tema de los dones espirituales. Siendo un pastor con convicciones reformadas y con un enfoque continuista, tengo amigos en ambos lados de la conversación. Como buen reformado, tengo muchos amigos presbiterianos que creen que los dones sobrenaturales han cesado de operar en la iglesia moderna. Como continuista o carismático, tengo amigos que creen que todos los dones continúan activos para la iglesia. En las siguientes líneas trato de presentar mi perspectiva sobre este asunto tan importante.

Para comenzar, tenemos que entender que esta controversia tiene realmente su inicio a principios del SXX, con el avivamiento de la Calle Azuza en California y el nacimiento del movimiento Pentecostal. Es difícil poder interpretar comentarios hechos por creyentes antes de estos eventos, porque este no era un tema controversial. Con la llegada del movimiento Pentecostal llegaron muchos abusos de los dones que, lamentablemente, no han sido beneficiosos para la iglesia. Abusos como la elevación de la profecía sobre la autoridad de la Palabra, donde personas basan sus vidas y decisiones en “palabras proféticas” que en ocasiones pueden ser contrarias a la verdad bíblica. Muchos creyentes se encuentra entonces dependiendo más de “palabras” que de la Palabra. Otro fenómeno común es el de diferentes experiencias donde las emociones toman el control de un creyente, con caídas al suelo, una “risa santa”, etc. No estoy diciendo que Dios no pueda trabajar de esta forma, pero sí que creyentes buscan vivir y crecer por el fácil camino de una experiencia en lugar de basar su crecimiento en el trabajo del Espíritu por medio de la aplicación de los medios de gracia dados por Dios, como la lectura y la meditación bíblica, la oración y la comunión con los creyentes.

La pregunta de la hora es la siguiente: ya que abusos han sido cometidos por diferentes movimientos pentecostales, ¿deberíamos descartar por completo el trabajo del Espíritu Santo por medio de los dones sobrenaturales en la iglesia moderna? Es común el tratar de corregir un abuso moviendo el péndulo hacia el otro extremo. Pienso que muy bien esto es lo que podría estar sucediendo. Yo respeto el ministerio del hermano MacArthur, y respeto a todos mis amigos cesacionistas. En realidad, me siento muchas veces más alineado con ellos por su pasión por la proclamación del evangelio de Cristo sin adulterar. Pero pienso que el movimiento cesacionista no ha nacido de una hermenéutica responsable, sino de una reacción a los abusos cometidos.

Aprendiendo de los corintios

La iglesia de Corinto estaba teniendo un problema similar al de la iglesia Pentecostal moderna. Estaban abusando de los dones y usándolos para su beneficio, y no para la edificación de los creyentes. Profetizaban y hablaban en lenguas para creerse más espirituales, en lugar de hacerlo para el beneficio de la iglesia. ¿No les parece este problema uno similar al que en ocasiones observamos cuando vamos a una iglesia de hermanos pentecostales? Los dones son practicados en muchas ocasiones para la exaltación del que los practica, y se practican fuera de orden. Claro, debemos recordar que no toda aparente manifestación del Espíritu es una manifestación válida. El fin de los dones es la edificación y apuntarnos a Cristo: si esto no está presente, no debemos confiar en lo que estamos viendo. Es interesante ver la reacción de Pablo sobre esto. Si yo fuera Pablo, hubiera dicho “Corintios: ¡paren de hacer esto! ¿No ven que están haciendo daño a la iglesia y no están edificándose el uno al otro?”. Pero en lugar de hacer esto, Pablo les dice: “practíquenlo de la forma correcta: para la edificación de la iglesia y en orden”. Siempre me afecta la forma en que Pablo saluda a los Corintios en el capítulo 1. Tenemos que recordar que esa iglesia tenía muchos problemas de inmoralidad, de divisiones y hasta de conflictos legales. En lugar de Pablo reprenderles rápidamente y decirles que paren de hacer todo esto, el apóstol comienza animándoles:

1 Corintios 1:4,7: “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús…de tal manera que nada os falta en ningún don”.

Pablo está mirando la gracia de Dios que ha dado dones en abundancia. Esa Palabra don es la famosa palabra carisma, de donde nace el término carismático. Pablo dice “doy gracias a Dios porque los dones abundan en ustedes”. Yo hubiera dicho “paren de usar los dones porque los están usando mal”. Pero Pablo decide ver la evidencia de la gracia de Dios en que Dios le ha dado los dones. En los capítulos 12 al 14, él va a corregir el mal uso de los mismos; pero él ve como una obra de la gracia de Dios que los dones estén funcionando entre ellos.

Hasta que venga lo perfecto

Un detalle de interpretación que es importante en el contexto de 1 de Corintios son las próximas palabras de Pablo en los versículos 7 y 8:

esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;  8 el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”.

Pablo está diciendo que le da gracias a Dios por los dones que Dios les ha dado por su gracia, y que no faltan ninguno de los dones en ellos hasta la manifestación de Jesucristo. ¿Cuándo es esto? Cuando Cristo venga por su iglesia. Este verso es importante porque 1 Corintios 13 nos habla de que los dones cesarán cuando lo perfecto venga.

1 Corintios 13:8-12: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.

Muchos amigos cesacionistas basan la teología de que los dones habrán de terminar en este texto, pensando que lo perfecto se refiere al cierre del Canon de la Biblia. Desde mi perspectiva, es evidente que si juntamos 1 Corintios 1:7-8 y 1 Corintios 13:8-12, “lo perfecto” se refiere a cuando veamos a Cristo. Ahora vemos como en un espejo, vemos un reflejo. Pero en ese momento cuando Cristo sea revelado lo veremos cara a cara, y no tendremos necesidad de los dones sobrenaturales, porque tendremos la clara manifestación de Cristo. Basada en esta verdad teológica, el apóstol no prohíbe el uso de los dones. Sabiendo que los dones sobrenaturales estarán presentes hasta la revelación de Cristo, Pablo anima a los corintios a practicarlos correctamente. Pero no solo les anima a practicarlos, les anima a anhelarlos con pasión:

1 Corintios 14:1 Procurad alcanzar el amor; pero también desead ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticéis.

No solo desear los dones… ¡desearlos ardientemente! Sobre todo el profetizar. ¿Por qué profetizar? Según el argumento de Pablo, este es el don que más alienta y edifica a la iglesia. Esa es la razón de desearlo: que es de beneficio para todos. Aquí es donde mis amigos cesacionistas pueden tener problemas, al escuchar la palabra profecía. No voy a entrar en todos los detalles pero creo que en ocasiones las diferencias son más semánticas que teológicas. El problema reside cuando vemos el uso de la palabra profecía en el Nuevo Testamento con el mismo uso de la palabra en el Antiguo.

Diferentes profecías

En el Antiguo Testamento, el profeta escribía la Biblia: sus palabras formarían parte del Canon. La contraparte de este oficio en el Nuevo Testamento no es el ministerio profético, sino el apostólico: aquellos que fueron testigos oculares o por tradición de la obra de Cristo y escribieron el Canon. El ministerio profético en la iglesia no cuenta con la infalibilidad del profeta del Antiguo Testamento. En varios pasajes podemos observar que la profecía en el Nuevo Testamento puede ser falible:

1 Corintios 13:9: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos”.

1 Corintios 14:29: “Y que dos o tres profetas hablen, y los demás juzguen”.

1 Tesalonicenses 5:19-22: “No apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno; absteneos de toda forma de mal”.

Vemos entonces que la profecía en el Nuevo Testamento no es completa, no es revelación a nivel del Canon. Además, la profecía es juzgada, presentando el escenario donde palabras que traen los profetas no sean aceptadas por la congregación. Sin embargo, los abusos de las profecías no deben llevarnos a menospreciar ese don de Dios. En lugar de rechazarla por completo, examinamos la profecía y retenemos lo bueno, lo que esté de acuerdo a la instrucción de la Palabra. Otro aspecto que nos muestra que la profecía del Nuevo Testamento es diferente es la invitación a que todos participemos de la misma. Mientras en el Antiguo Testamento el ministerio del profeta era muy limitado, Pablo invita a todos que deseemos ese don, incluyendo a las mujeres:

1 Corintios 11:5: “Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada”.

Entiendo a mis amigos cesacionistas que ven los abusos de algunos pentecostales donde han elevado la profecía del NT al nivel de la profecía del AT. Yo no estoy de acuerdo con eso: lo único que tiene autoridad en mi vida es la palabra de Dios, y no profecías que pueden ser falibles. Toda profecía que es para animarme debe pasar por el cedazo de la Palabra para verificar que es un mensaje conforme a la voluntad de Dios. De no ser así, debe de ser desechada. Ahora, me atrevo a decir que muchos de mis amigos cesacionistas son continuistas aunque no lo saben. Lo que yo llamo profecía basado en una definición del NT, ellos les llaman “algo que Dios puso en sus corazones”. Desde mi perspectiva, Dios nos llama a obedecer el mandamiento de 1 de Corintios 14:1 de desear los dones ardientemente, principalmente profetizar. Por tanto, no nos movamos al extremo contrario en respuesta a los abusos de algunos hermanos. Más bien, como Pablo, anhelemos practicarlos de una forma que estén sometidos a la autoridad de la Palabra para que su iglesia sea edificada.

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