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Cuando era estudiante universitario asistía a una asociación bíblica universitaria que siempre tenía una mesa con literatura cristiana en el campus. Había un pequeño folleto llamado: “Escépticos bienvenidos”. Recuerdo mi sorpresa por el título porque, como joven creyente, pensaba que los cristianos desaprobaban a los escépticos y querían que ellos simplemente dieran un salto y tuvieran fe. Pero me di cuenta que la Biblia tiene una visión más equilibrada. Aunque queremos que las dudas cedan el paso a la fe (Jn. 20:28; Stg. 1:6), debemos ser misericordiosos y pacientes con aquellos que todavía están en su período de dudas (Jud. 1:22). En ese campus universitario la asociación bíblica estaba abierta a escépticos e incrédulos, y siempre había muchos de ellos mezclados con los creyentes. Siempre quise ser parte de una iglesia que tuviera ese espíritu.

Cuando establecimos la Iglesia Presbiteriana Redeemer, ella comenzó en reuniones en casa, luego vino la adoración pública, y finalmente tuvimos nuestro primer servicio de adoración el domingo por la mañana en septiembre de 1989. Desde el principio, tener un enfoque hacia afuera fue parte de la razón por la que existíamos. Uno de los “valores centrales” de Redeemer es que seamos un lugar donde invitamos a aquellos que no son creyentes (o que no están seguros de lo que creen) a hacer preguntas, respetando sus dudas y dificultades, y anticipando sus luchas.

La tendencia natural de cualquier iglesia, sin embargo, es volverse aislada con el paso de los años, y Redeemer no se ha escapado por completo de este fenómeno. Debido a que hemos crecido y ahora nos hemos convertido en una familia de tres iglesias, los pastores, líderes, y personal de cada iglesia deben trabajar intencionalmente para priorizar y fortalecer su compromiso de crear comunidades conocidas por acoger a los escépticos y dejar un espacio para sus preguntas. También deben ofrecer capacitación para equipar a sus congregados con las herramientas para convertirse en mejores oyentes que comparten su fe con confianza y de forma cautivadora.

Por qué salir a la luz pública

Es difícil identificarse públicamente como un creyente cristiano en una era secular que presiona a las personas para que mantengan sus creencias religiosas en privado. El único “compromiso” aprobado por nuestra cultura es aquel que produce comodidad en la vida privada, pero que no moldea la vida entera. Dar un relato sincero del evangelio, que es la identidad más profunda de un cristiano, puede resultar en reacciones hostiles.

Por eso, los cristianos en un lugar como la ciudad de Nueva York se sienten perplejos en cuanto a cómo “salir a la luz pública” y hablar con sus amigos, vecinos, y colegas sobre su fe.

En los primeros años de Redeemer, la manera en que pudimos tener una comunidad llena de escépticos fue porque los miembros de la iglesia no tenían miedo de identificarse públicamente como cristianos con otras personas con las que trabajaban y convivían. Ahora que las iglesias y los ministerios de Redeemer miran hacia el futuro, queremos continuar renovando nuestra cara exterior y priorizando este valor. Esta es una decisión difícil y, a veces, incómoda. También debemos satisfacer las necesidades de las personas que ya están dentro de la congregación, pero a menos que esa congregación esté preparada para atender a las necesidades de los que están afuera antes de sus propios deseos, nos volveremos insulares, autoprotectores y, finalmente, moriremos.

Pudimos tener una comunidad llena de escépticos fue porque los miembros de la iglesia no tenían miedo de identificarse públicamente como cristianos con otras personas con las que trabajaban y convivían.

¿Por qué profesar públicamente nuestra fe? Primero, los efectos gozosos del evangelio en nuestras propias vidas nos dan una enorme energía para dar testimonio de Cristo. ¿Cómo podemos mantener la boca cerrada acerca de tal maravilla?

Pero, en segundo lugar, la naturaleza del evangelio inspira la humildad, y nos lleva a acercarnos a los no creyentes sin superioridad y con respeto. Ya que somos salvos solo por la gracia de Dios y no por nuestra bondad, esperamos que los no cristianos a veces tengan más sabiduría y compasión que nosotros.

Tercero, el amor que experimentamos en el evangelio elimina el temor a la desaprobación de los demás. Tal amor quita los pensamientos en nosotros que pueden llevarnos a tratar a los no cristianos como “proyectos de evangelismo”, es decir, personas con quienes nos relacionamos, con quienes hablamos, y con quienes nos preocupamos solo para conquistarlos para que vengan a nuestro bando. Esto los convierte en objetos y los deshumaniza. No amamos a las personas para compartir nuestra fe con ellas. Por el contrario, compartimos nuestra fe y a nosotros mismos para amarlos. Cuanto más estén presentes en nuestras vidas estas dinámicas del evangelio, más poderosamente atraerán nuestras iglesias a las personas nuevas, como un imán (Hch. 2:47).

No amamos a las personas para compartir nuestra fe con ellas. Por el contrario, compartimos nuestra fe y a nosotros mismos para amarlos.

Cómo salir a la luz pública

Pero, ¿cómo hacemos esto de manera práctica?

Primero, al compartir nuestra fe, adoptemos un enfoque inteligente, no autoritario. Recordemos lo que es no creer, y no esperemos a que las personas crean simplemente cuando les decimos lo que es verdad. La gente quiere saber por qué.

Segundo, tomemos un enfoque de “proceso”, no de “crisis”, proporcionando exposiciones múltiples al evangelio. Brindemos a las personas la oportunidad de hacer preguntas, para que reciban información sobre el cristianismo en un orden y una forma que respondan a su situación.

Tercero, adoptemos un enfoque “presuposicional” para persuadir a la gente sobre la fe, lo que significa que creemos que cada persona, incluso el escéptico, ya cree en Dios (Ro. 1:18-25). Así que, encontremos las “pistas de Dios”, que es el conocimiento de la verdad que ya tienen, y usémoslo para mostrar el camino de regreso a su Creador. Jesús respondió positivamente a un hombre que estaba en “proceso”, el cual le dijo: “Creo; ayúdame en mi incredulidad” (Mr. 9:24). Deberíamos querer hacer lo mismo.

¿Dónde lo hacemos? En todas partes. En Redeemer, en cada servicio y reunión tenemos un tapete que dice Escépticos bienvenidos, siempre aguardando y esperando ser oídos por aquellos que no creen. Creemos que la adoración debe hacerse de tal manera que aquellos que no son cristianos puedan entender y ser incluidos. También queremos ofrecer clases y “reuniones posteriores” para que las personas puedan obtener información después de los servicios, y podamos ayudarles a comprender la fe cristiana. Además, buscamos mantener abiertos e inclusivos nuestros grupos comunitarios y eventos ministeriales a todas las personas, sin importar dónde estén en su viaje espiritual.

Una manera de ayudar a más personas a encontrar su fe personal en Cristo es capacitando a las personas en nuestras iglesias para que sean públicas con su fe; esto también pretende revitalizar las iglesias para que sean comunidades que miran hacia fuera y habitualmente se abran a quienes están fuera de la fe. Para hacer esto, los miembros de nuestro grupo comunitario deben estar enfocados en orar por sus amigos y escuchar sus dudas, atrayéndolos con la esperanza del evangelio. La fe pública es una forma vital de ayudarnos a mantener una cara exterior saludable.

Una manera de ayudar a más personas a encontrar su fe personal en Cristo es capacitando a las personas en nuestras iglesias para que sean públicas con su fe

La familia de iglesias de Redeemer es extremadamente afortunada de servir en una gran ciudad, donde es difícil para los cristianos separarse de aquellos que no creen. Los cristianos en zonas urbanas naturalmente tendrán la oportunidad de hacer muchos buenos amigos no creyentes. Las iglesias de Redeemer históricamente han deseado crear un ambiente donde un cristiano llegue y se dé cuenta de esto: “Si traigo aquí a mis amigos incrédulos, se sorprenderán al ver cuán convincente y sensato es el cristianismo”. Mientras tengamos ese pensamiento, y lo pongamos en práctica, Dios continuará cambiando muchas vidas.

La fe pública se trata de tener relaciones auténticas, y de salir de nuestras propias zonas de confort social y espiritual. En definitiva, la fe pública es confiar en que el Espíritu Santo hará el trabajo de evangelización a través de nosotros, en nuestras relaciones. Aunque muchos de nosotros nos identifiquemos como aislados o privados, nuestra oración y deseo es que todos compartamos nuestra fe más públicamente.

Hay tres tipos de cristiano:

  • Privado: Tiene muchos amigos cercanos de diferentes creencias. No profesa la fe personalmente y abiertamente con esos amigos.
  • Aislado: Tiene muchos amigos cristianos, pero pocos o ningún amigo cercano de diferentes creencias. Habla abiertamente acerca de la fe dentro de la comunidad cristiana, pero rara vez comparte su fe con aquellos que están fuera de esa comunidad, y su fe no es desafiada por estas personas.
  • Público: Tiene muchos amigos cercanos de diferentes creencias, así como muchos amigos cristianos. Es humilde, amoroso, y público sobre su fe cristiana con todo el mundo. Busca maneras de integrar sus diversas comunidades de amigos.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Rachel Jobson.
Imagen: Lightstock.
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