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Como regla general, defendemos la personalidad del Espíritu Santo a partir de textos en el Nuevo Testamento. No obstante, el Antiguo Pacto da testimonio de la naturaleza personal del Espíritu de Dios.

Quisiera enfocarme en cuatro atributos personales del Espíritu revelados en el Antiguo Testamento.

1. El Espíritu habla

La presuposición fundamental de la inspiración de las Escrituras es que el Espíritu de Dios habló a través de los profetas escogidos. Antes de morir, el rey David declaró que “el Espíritu del Señor habló por mí, y su palabra estuvo en mi lengua” (2 Samuel 23:2). El Espíritu hablando es una clara señal de su personalidad, ya que las fuerzas impersonales son incapaces de comunicarse.

El dinámico libro de Ezequiel dice algo parecido: “Entonces el Espíritu entró en mí, me hizo ponerme en pie y habló conmigo, y me dijo: ‘Ve, enciérrate en tu casa’” (Ezequiel 3:24). Al entender que el Espíritu habló personalmente con el profeta, es fácil reconocer que se trata de un agente consciente y personal.

2. El Espíritu nos guía y pastorea

Otro atributo personal del Espíritu (según David) es que nos guía. “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra firme” (Salmo 143:10). El Espíritu es como el buen pastor que procura llevar a las ovejas del Señor a delicados pastos.

La misma verdad se repite en Isaías 63:14, donde el profeta escribe que “como a ganado que desciende al valle, el Espíritu del Señor les dio descanso. Así guiaste a Tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso”. El Espíritu guió al pueblo en los días de Moisés para que heredaran la tierra prometida.

3. El Espíritu se enoja

Isaías resalta que el Espíritu se enojó con el pueblo de Dios en los días de Moisés por su dureza de corazón. “Pero ellos se rebelaron y afligieron Su Santo Espíritu; por lo cual Él se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos” (Isaías 63:10).

El texto es otra muestra más de que el Espíritu es una persona, ya que las fuerzas abstractas e inanimadas no pueden enojarse. El enojo santo es propio de personas.

4. El Espíritu enseña

Hay un par hermosos textos en Nehemías que sirven para defender nuestra tesis, esto es, que la personalidad del Espíritu nos es revelada en el Antiguo Testamento. El primero se encuentra en Nehemías 9:20: “Y enviaste tu buen Espíritu para instruirles”. La idea aquí es que el Espíritu de Dios es el que enseña al pueblo del Señor. Se trata de otro atributo personal.

Diez versículos después, sucede lo mismo: “Sin embargo, Tú fuiste paciente con ellos por muchos años, y los amonestaste con Tu Espíritu por medio de Tus profetas, pero no prestaron oído. Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas tierras” (Nehemías 9:30). Es la misma realidad vista en el versículo 20. El Señor quiso enseñar a los hebreos y advertirles por medio del ministerio del Espíritu.

Una doctrina clara

Con todo, no hace falta consultar el Nuevo Testamento para creer en la doctrina de la personalidad del Espíritu Santo. El testimonio del Antiguo Testamento es más que claro. El Espíritu habla, guía, pastorea, se enoja, y enseña. Es imposible, pues, que sea una simple fuerza impersonal. Dado que el Espíritu es una persona, podemos tener una relación con Él también.


Imagen: Lightstock.
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