¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Me gusta leer por lo menos un salmo por día, pero últimamente he notado la importancia de ir más allá de un salmo. En un rompecabezas, cada pieza es parte de un todo y está unida a las piezas alrededor. Así es con el salterio.

Cada salmo es parte del libro de los Salmos y también está vinculado —en la mayoría de los casos— a los salmos cercanos. Está bien seguir leyendo un salmo por día, pero te recomiendo no hacerlo de manera aislada.

Los problemas con “el salmo del día”

El problema más grande con la idea de pensar en términos de leer un salmo aislado por día es que no toma en cuenta el diseño del salterio.

Como otros han explicado, los salmos están divididos en cinco libros y todo el salterio comienza con una introducción (salmos 1-2) y termina con una conclusión (salmos 146-150). Está organizado en secciones (p. ej. los salmos de cántico gradual). Algunos proponen incluso que el libro tiene una trama.[1] Si leemos cada salmo de manera aislada, no veremos estas conexiones a nivel general.

Además, hay muchos vínculos entre los salmos. Los editores del libro de los Salmos no los organizaron de manera aleatoria. Muchas veces un salmo está vinculado a los salmos alrededor con palabras clave. Además, algunos salmos son “gemelos”, como los salmos 42 y 43, o los salmos 111 y 112. Debemos interpretar cada uno de estos “gemelos” a la luz del otro y buscar cómo está vinculado a los salmos alrededor.[2]

Con esto en mente, quiero darte un ejemplo de cómo puedes leer varios salmos juntos. Esto te proveerá algunas herramientas para empezar a leerlos menos como islas esparcidas y más como piezas entrelazadas entre sí.

Leyendo los salmos 24-26

Los salmos 24, 25, y 26 están vinculados por el uso común de palabras y conceptos.[3] De hecho, están vinculados a otros salmos también, pero voy a enfocarme solo en estos tres para este artículo.

Hay debate sobre por qué hay vínculos entre los salmos. En algunos casos, se debe a que fueron escritos juntos por el mismo autor. En otros casos, hay dos posibilidades: o los editores, guiados por el Espíritu, simplemente ubicaron los salmos con otros que compartían algunas palabras, o los editores, también guiados por el Espíritu, cambiaron algunas palabras para unir los salmos con otros.[4]

Como toda la Escritura, los salmos nos llevan a nuestro Señor Jesús

En los salmos 24 y 25, un ejemplo fácil de ver es la repetición del verbo alzar/elevar (nasá en hebreo) con respecto al “alma”. Nota cómo el salmo 24 describe a la persona que puede subir al monte del SEÑOR de la siguiente forma: “El que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño” (v. 4). El salmo 25 comienza con las mismas dos palabras al decir: “A ti, oh SEÑOR, elevo mi alma” (v. 1).

¿Cómo nos ayuda esta observación? Si leyéramos el salmo 24 de manera aislada, estaríamos limitados en la forma de entender el concepto de alzar el alma “a la falsedad” (Sal. 24:4). El renglón paralelo, “Ni jurado con engaño”, parece limitar la primera línea a lo que tiene que ver con la lengua. Sin embargo, al llegar al Salmo 25:1, nuestro concepto de qué podría ser “la falsedad” se amplía.

Debemos elevar nuestra alma al SEÑOR y por ende debemos rechazar, en palabras de Daniel Owens, toda “una gama de objetos falsos de atención y confianza”. Él observa que la frase en el salmo 24:4 es ambigua, pero al leer los dos salmos juntos podemos entender que alzar el alma a la falsedad puede ser una idolatría expresada en palabras o también sin ellas.[5] Al leer ambos salmos juntos, vemos que según el salmo 24 debemos rechazar toda forma de falsedad, y según el salmo 25 debemos levantar nuestra alma a Aquel quien es la verdad.

Hay otras conexiones entre los salmos 24-26. En el salmo 25 sobresale el tema de la verdad (vv. 5, 10), precisamente lo que uno necesita para no andar en falsedad y engaño. Si el salmo 24 define cómo es la vida de la persona íntegra, el salmo 25 nos indica cómo orar para andar en ese camino. Un elemento clave en esta oración es la confesión del pecado (vv. 7, 11, 18). El verbo que el salmista usa en el versículo 18 —“perdona”— es el mismo verbo nasá que aparece en el salmo 24 con el significado de alzar/elevar. Para subir al monte del SEÑOR, necesitamos pedir perdón por nuestros pecados.

El final del salmo 25 habla de la integridad y la rectitud, virtudes que concuerdan con la descripción del salmo 24: “El de manos limpias y corazón puro” (v. 4). A su vez, el salmo 26 comienza con el mismo tema de la integridad: “Hazme justicia, oh Señor, porque yo en mi integridad he andado” (v. 1). Retoma el tema del 24:4 cuando dice: “Lavaré en inocencia mis manos” (26:6).

Finalmente, en el salmo 26 vemos que el salmista desea estar en la presencia del Rey de gloria (un motivo que aparece en el salmo 24): “Oh SEÑOR yo amo la habitación de tu casa, y el lugar donde habita tu gloria”.

Hay otra ventaja de leer estos tres salmos juntos. A veces, leer un solo salmo nos puede desanimar porque presenta un estándar alto sin otorgar maneras prácticas de aplicación. En nuestro caso de estudio, los salmos 24 y 26 hablan más de una descripción de la vida íntegra. ¿Cómo vivir esa vida? ¿Cómo debemos orar para tenerla? He ahí el salmo 25, el cual nos da las palabras para orar y para confesar nuestros pecados, para que podamos subir “al monte del SEÑOR”.

Considera los temas amplios

Cuando leemos un salmo, debemos tomar en cuenta los temas más amplios de cada libro del salterio y de la Escritura en general, para leerlo a la luz de esos temas.

Owens nota que una palabra clave en el primer libro del salterio (salmos 1-41) es mot, traducida en español por los verbos “mover”, “conmover”, “caer”, o “resbalar”. Así que, una enseñanza importante del primer libro es que debemos encontrar estabilidad en nuestra vida a través de una relación sólida con el SEÑOR.[6] En palabras del salmo 1, podemos ser “como árbol plantado junto a corrientes de agua” en vez de “paja que se lleva el viento” (v. 3-4).

Sigamos leyendo un salmo por día, pero tomemos en cuenta que ese salmo no está solo ni desconectado

Aunque en los salmos 24-26 no aparece esta palabra clave (mot), el concepto de tener estabilidad en Dios sí está presente. El “monte del SEÑOR” (24:3) es un lugar de seguridad y el salmista desea estar seguro ante sus enemigos (25:2-3). El camino del SEÑOR se caracteriza por la integridad (26:1, 11) y —en vez de resbalar— el salmista afirma que “Sobre tierra firme está mi pie” (26:12).

Cualquiera que sea el salmo del día que leamos, podemos hacernos la pregunta: ¿cómo se relaciona este salmo con temas más amplios del salterio? Las respuestas a esta pregunta nutrirán nuestra lectura del salmo.

A la luz de Cristo

Como toda la Escritura, los salmos nos llevan a nuestro Señor Jesús. Los salmos 24-26 no se citan en el Nuevo Testamento para hablar del Mesías, y sin embargo la descripción del salmista se aplica de la manera más sublime a Cristo.

¿Quién cumple perfectamente los requisitos del salmo 24? Solo Jesús. ¿Quién es el Rey de gloria? El Señor Jesús. ¿Quién anduvo perfectamente en la verdad de Dios (25:5)? Jesucristo. Y finalmente, ¿quién nos enseña sobre qué es la integridad (Sal. 26) en la vida real? Nuestro gran Salvador, Jesús.

Sigamos leyendo un salmo por día, pero tomemos en cuenta que ese salmo no está solo ni desconectado. Debemos ir más allá del salmo del día, al leerlo a la luz de los salmos alrededor, a la luz del salterio en el cual se encuentra, y a la gloriosa luz de nuestro Señor Jesucristo.


[1] P. ej. Hamilton, Jr. J. M. (2010). God’s Glory in Salvation Through Judgment: A Biblical Theology. Crossway.
[2] Prinsloo, G. T. (2019). Reading Psalm 112 as a “Midrash” on Psalm 111. Old Testament Essays, 32(2). http://dx.doi.org/10.17159/2312-3621/2019/v32n2a19
[3] Aunque algunos estudiosos han unido los salmos 15-24 en una sección, hay vínculos entre los salmos 24-26 que podemos observar también.
[4] Claramente vemos la mano de los editores al final de cada libro del salterio (41:13; 72:19; 89:52; 106:48) y en Salmo 72:20: «Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí».
[5] Owens, D. C. (2013). Portraits of the righteous in the Psalms: An exploration of the ethics of book I. Eugene, OR: Pickwick Publications, p. 87.
[6] Ibídem, p. 185.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando