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Este artículo es más sobre aspiraciones que respuestas. Estoy describiendo el inicio de un viaje, no tanto el documentar cómo llegar a un destino. Comienzo con una confesión: siempre he sido un continuista teórico. Es decir, siempre he creído que los dones del Espíritu continúan hasta el día de hoy.

Nunca he adoptado el punto de vista cesacionista de que ciertos dones espirituales cesaron cuando la era apostólica llegó a su fin. El argumento de Pablo de que las lenguas y la profecía terminarán “cuando venga lo perfecto” (1 Co. 13:8-10) es una referencia a la segunda venida de Cristo, no al cierre del canon bíblico. Les digo a mis amigos cesacionistas que llegará el día en que también yo seré uno: la segunda venida.

Aunque siempre he sido un continuista teórico, muy a menudo soy un cesacionista funcional. En otras palabras, soy un continuista en teoría, pero me parezco mucho a un cesacionista en práctica. Esta brecha entre la teoría y la práctica remuerde mi conciencia.

Examínalo todo, incluyendo las actitudes

Recientemente me he sentido desafiado por las claras diferencias entre la forma en que habla la Biblia de los dones espirituales, y la forma en que hablo yo de ellos. He dicho cosas como: “Estoy abierto, pero soy cauteloso”, cuando se trata de los dones de señal, como profecía, lenguas, e interpretación de lenguas. Esa afirmación sobre la precaución enfatiza correctamente la necesidad de “examinarlo todo” (1 Ts. 5:21). Cada experiencia debe ser examinada a la luz de las Escrituras.

Sin embargo, en la práctica, puedo tomar esta precaución hasta el punto de convertirla en sospecha y miedo. Descubrí que las Escrituras prueban nuestras actitudes y no solo nuestras experiencias. Me sorprendió ver cuánto las Escrituras reprenden mi actitud. Pablo ordena a los cristianos: “Deseen ardientemente los dones espirituales” (1 Co. 14: 1). Él caracteriza a los corintios como los que “anhelan dones espirituales” (1 Co. 14:12).

Mi actitud hacia los dones espirituales se ha quedado muy corta de ser fervorosa o ansiosa. De hecho, las Escrituras van más allá y me preguntan cuánto me comprometo con la edificación del cuerpo. Los dones espirituales o manifestaciones del Espíritu son para “edificar la iglesia” (1 Co. 14:12). El gran capítulo del amor (1 Corintios 13) controla la aplicación de los dones espirituales (1 Corintios 14). Esto no es solo un control de actitud, sino una prueba de amor. ¿Amo a mi pueblo lo suficiente como para pasar de la precaución extrema al deseo sincero? ¿Qué me motiva más? ¿Temo perder cierta medida de control corporativo, o el amor me mueve a desear mayores niveles de edificación corporativa?

Deseando a Dios en sus dones

Un pensamiento me ha capturado más que cualquier otro al inicio de este viaje. Este pensamiento surgió de una pregunta que hizo reflexionar a Sam Storms en su libro The Beginners Guide to Spiritual Gifts (La guía para principiantes a los dones espirituales). Él pregunta si deberíamos hablar sobre “Dios y sus dones”, o de “Dios en sus dones”. Él no deja la respuesta en duda.

Los dones espirituales no son nada menos que Dios mismo en nosotros, dándole energía a nuestras almas, impartiendo revelación a nuestras mentes, infundiendo poder en nuestra voluntad, y trabajando sus propósitos soberanos y misericordiosos a través de nosotros. Los dones espirituales nunca se deben ver de manera deísta, como si un Dios “allá afuera” nos hubiera enviado alguna “cosa aquí abajo”. Los dones espirituales son Dios presente en, con, y a través de los pensamientos humanos, las acciones humanas, las palabras humanas, el amor humano.

Este párrafo me capturó. Estas palabras me frenaron porque si los dones espirituales son manifestaciones de Dios, entonces, en cierto sentido, desear los dones es desear a Dios. Los hedonistas cristianos no desean completamente a Dios si no llegamos a desearlo en sus dones.

Las implicaciones pastorales también son importantes. El apóstol Pablo continúa empujando la discusión de los dones espirituales hacia la edificación corporativa: “edificando la iglesia” (1 Co. 14:12). El amor se parece a un pastor deseando más manifestaciones de Dios para el gozo del cuerpo y la edificación de su pueblo.

Por lo tanto, aspiro a pastorear una iglesia hedonista cristiana, y continuista. Los dones del Espíritu están presentes en nuestra iglesia; no quiero dar la impresión de que las manifestaciones del Espíritu han estado ausentes. Pero ciertos dones del Espíritu, como profetizar y hablar en lenguas, han sido más esporádicos que consistentes.

No tengo todas las respuestas sobre cómo se ve la consistencia en una iglesia cristiana hedonista, y continuista, pero quiero crecer en eso. Estamos dando algunos pequeños pasos en esta dirección. Nuestro liderazgo ha hecho planes para asistir a la Conferencia de Belén para pastores y líderes de la iglesia se enfocará en la persona y el trabajo del Espíritu Santo.

No esperamos que los cambios lleguen de la noche a la mañana. Cualquier cambio en la práctica requerirá una enseñanza extensa y un pastoreo cuidadoso, pero estamos ansiosos por aprender de otros que están liderando el camino en demostrar cómo desear a Dios en sus dones.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Laura Cuartas
Imagen: Lightstock.
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