¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

En medio de los sueños rotos y el dolor profundo, ¿cómo debemos orar?

¿Debemos orar por sanidad y liberación, creyendo que solo necesitamos pedir, porque Dios puede hacer cualquier cosa? ¿O debemos rendir nuestros deseos a Dios, confiando en que, incluso en nuestra angustia, Él tiene un plan perfecto para nosotros?

Sí.

‪Cuando la vida se desmorona, Dios nos invita a hacer ambas cosas.

En el huerto de Getsemaní, Jesús se enfrentó a un sufrimiento inimaginable. Sudando gotas de sangre que cayeron al suelo, Él oró: “¡Abba, Padre! Para Ti todas las cosas son posibles; aparta de Mí esta copa, pero no sea lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieras” (Marcos 14:36).

Jesús, en su agonía, nos está enseñando con el ejemplo cómo orar cuando estamos desesperados.

¡Abba, Padre!

Jesús no comienza con “Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”. Por supuesto, Dios es Señor de todo y merece honor y reverencia. Pero Jesús escoge una expresión de cariño: “Abba”. Abba es un término íntimo y personal para un padre. Jesús está pidiéndole a su Padre que haga algo por Él.

Necesito acercarme a Dios en mi dolor de una manera similar. Él es el Señor de los ejércitos, pero también es mi Abba Padre (Ro. 8:15). Necesito acercarme a Él como tal.

Nada es demasiado difícil

Jesús sabe que Dios puede hacer cualquier cosa. Él posee el ganado sobre mil colinas. Todas las cosas son sus servidores. Nada es imposible para Él.

Aunque conozco esos versos de la Escritura de memoria, a menudo dudo de manera práctica la capacidad de Dios para cambiar mi situación. Exploro mis circunstancias y asumo que las cosas van a seguir como están. A pesar de que estoy orando, yo no busco respuestas milagrosas; mis oraciones se convierten en recitaciones de memoria de mis deseos, más que en fervientes peticiones de fe.

Pero en Getsemaní, Jesús sabía que su Padre podía acceder a su petición. Dios da vida a los muertos y llama a las cosas que no son como si fuesen. Necesito recordar su poder ilimitado cuando mi situación parece insalvable.

Pasa de mí esta copa

La copa que Jesús pide a Dios que quite no es un mero sufrimiento físico. Discípulos y mártires de todas las épocas han enfrentado el dolor físico sin temor. Jesús está angustiado por un sufrimiento que es infinitamente más profundo. Se enfrenta a la furia aterradora de la ira de Dios sobre nuestro pecado. Él estaba enfrentando la ira solo, sin ningún consuelo desde arriba.

Jesús sabía que Dios podía cambiar esta situación horrible. Por lo tanto, Él pidió. Él quería que Dios quitara el sufrimiento que Él vino a enfrentar, el sufrimiento por el que Él vino voluntariamente, el sufrimiento que le aseguraría la salvación de su pueblo. Jesús no fue forzado a ir a la cruz. Él puso su vida por su propia voluntad (Juan 10:18).

Pero ahora Jesús se está preguntando si hay otra manera, cualquier otra manera, en la que Dios cumpla sus propósitos.

Yo tantas veces filtro mis peticiones. ¿Debo pedirle a Dios que alivie mi sufrimiento cuando sé que Él lo puede usar? ¿Está bien orar por sanación, o es presuntuoso? ¿No debería pedir nada y simplemente aceptar lo que me han dado? Esa postura parece más santa.

Sin embargo, Jesús le pide a Dios que le quite la copa.

Si Jesús puede pedir, yo también puedo. Es apropiado pedir a Dios que quite mi sufrimiento, que cambie mi situación, me aleje de futuro dolor. Él desea darme cosas buenas. Yo he rogado a Dios que sane amigos, que salve a miembros de mi familia, y por claridad, y él ha contestado “sí”. Pero también he rogado a Dios que salve a mi hijo moribundo, cure mi enfermedad, y traiga de vuelta a mi marido, y Él me dijo “no”. Así que, aunque no sé cómo va a responder, mi Padre todavía me dice que pida fervientemente por las cosas que deseo.

No mi voluntad, sino la tuya

Jesús finalmente rinde su voluntad a la de Dios. Cuando se le niega su deseo, Jesús acepta la decisión por completo. Se dirige a su ejecución sin murmullo o queja.

Esta renuncia no es fácil para mí. Cuando mantengo a Dios a distancia, puedo permanecer independiente y sin expectativas. Pero si me acerco a Él y realmente creo que puede cambiar la situación, puedo casi sostener en mis manos el resultado que quiero. Puedo verbalizar “Hágase tu voluntad”, pero estoy buscando mi propia voluntad.

Dios a menudo tiene que tumbarle el pulso a mis deseos. A pesar de que me he sentido devastada por sus “no”, mientras me someto a su voluntad, a menudo con decepción y lágrimas, Él me asegura que está trabajando para mi bien. Apenas puedo ver una parte de la imagen. Él tiene un propósito en aquello que no nos concede.

El Padre dijo “no” al Hijo. Y ese “no” provocó el mayor bien de toda la historia.

Dios no es caprichoso. Si Él dice “no” a nuestras peticiones, Él tiene una razón, o tal vez 10.000. Puede que nunca conozcamos las razones en esta vida, pero un día las veremos todas. Por ahora, debemos confiar en que sus negativas son siempre sus misericordias a nosotros.

Corre a tu Padre

Mientras esperamos, todavía luchando para darle sentido a las tormentas en nuestras vidas, oremos como hizo nuestro Salvador. Acerquémonos a Dios, creyendo que puede cambiar nuestra situación, pidiéndole con confianza lo que necesitamos, y sometamos nuestra voluntad a la suya.

Los planes de nuestro Padre son siempre perfectos. Siempre serán para nuestro bien y para su gloria.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando