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El libro de Éxodo es épico. El líder indefenso de una nación esclava se enfrenta al hombre más poderoso del mundo. Granizo, ranas, moscas, y aguas ensangrentadas azotan la nación más próspera del planeta. Dios divide milagrosamente una gran masa de agua para que su pueblo pueda escapar de sus captores.

Esta es solo la primera mitad.

No debe sorprendernos que Éxodo ha logrado mantener la atención de Hollywood por mucho tiempo. Pensemos en largometrajes como Los diez mandamientos (1956), El príncipe de Egipto (1998), y más recientemente, Éxodo: Dioses y reyes (2014). Aunque estas películas aciertan en algunas cosas, el verdadero mensaje de Éxodo con frecuencia es dejado a un lado para hacerlo más digerible al paladar moderno, o para contar la historia de manera más emocionante.

Esto es una lástima, porque estoy convencido de que la verdadera historia del libro de Éxodo habla poderosamente a nuestro mundo secular de varias maneras.

1) Dios se enfoca en su propia gloria: algo bueno

A lo largo del libro, Dios busca su gloria sin remordimiento alguno, ejerciendo su poder soberano sobre la creación para alcanzarla. En la zarza ardiente, Dios llamó a un hombre de 80 años que dudaba de sí mismo, y que tenía un pasado de asesinato, para librar a su pueblo de la esclavitud y conducirlos a adorar en el desierto (Éx. 3:1-4:11).

En las plagas, Dios mostró su supremacía sobre los dioses de Egipto, empleando elementos de su creación para probar su poder sobre ellos (Éx. 7-12). Al endurecer el corazón de Faraón (Éx. 4:21; 7:3; 9:12; 10:1, 20, 27; 11:10; 14:4, 8, 17), demostró su poder soberano sobre las naciones y gobernantes del mundo.

Solamente Dios es digno de toda alabanza, una verdad que disgusta a muchos en nuestra cultura secular. Aunque el esquema mental secular puede tolerar cierta “pluralidad religiosa” o decir “puedes creer tu verdad mientras yo creo la mía”, Éxodo deja claro que llegará un día en que todos los dioses falsos serán aplastados y toda rodilla se doblará ante nuestro Creador y juez (Fil. 2:10-11).

Nuestra cultura clama por una justicia que solo puede hallarse en un Dios soberano que establece los estándares y lleva a cabo su juicio sobre los culpables

Dios no es un megalómano que busca atención desesperadamente; es un Creador amoroso que cumple sus buenos propósitos redimiendo a un pueblo para sí mismo. Ninguna nación furiosa, ni líder de corazón endurecido, robará su gloria o frustrará sus buenos propósitos para con este mundo o para con su pueblo.

2) La santidad de Dios exige el juicio de los malvados

La santa ira de Dios ardió contra el faraón de Egipto. El líder de Egipto ordenó al pueblo hebreo a abortar a su descendencia masculina (Éx. 1:15-16), esclavizó al pueblo elegido de Dios, y los forzó a servir a Egipto en lugar de servir a Dios (Éx. 5:1, 7:16, etc.). La santa ira de Dios condujo a la plaga final que tomó las vidas de todos los primogénitos en Egipto, desde la casa del faraón hasta los esclavos egipcios, tocando hasta el ganado (ver Éx. 12:29-30). En su gracia, Dios incluso se los advirtió (Éx. 11:4-7).

El justo juicio de Dios no es uno de los temas más populares en nuestro mundo secular que se supone tolerante. Aun así, nuestra cultura clama por una justicia que solo puede hallarse en un Dios soberano que establece los estándares y lleva a cabo su juicio sobre los culpables.

Sin un Dios soberano de justicia, no tenemos esperanza de que recaiga una justicia definitiva sobre los opresores, abusadores, traficantes, y asesinos de este mundo. Un Dios de justicia perfecta juzgará cada mala acción, y solamente Él puede ayudarnos a soportar este mundo injusto.

3) La redención viene por la sangre del Cordero

El éxodo de Egipto es la imagen más grande de redención en el Antiguo Testamento, apuntando hacia el futuro rescate de la esclavitud del pecado liderada por Jesucristo, el nuevo y mejor Moisés (Heb. 3:1-6).

Una cosmovisión secular no deja espacio para la redención porque esto requeriría reconocer el pecado tal y como la Biblia lo define. De acuerdo con Kevin DeYoung, la confesión secular no es: “‘¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros’, sino ‘¡Ay de mí si me llego a considerar impuro!’”.

No existe pecado que nos descalifique de la redención que el verdadero Cordero de pascua ofrece

Debido a que los objetivos principales de la cosmovisión secular son la autonomía personal y el encontrar al “verdadero yo”, la redención cristiana resulta ofensiva, así como esotérica. El mundo secular debe entender que el pecado existe y que tiene consecuencias. Ni siquiera Israel pudo escapar el juicio de Dios sin el sacrificio de sangre de un cordero (Éx. 12:1-3). No existe pecado que nos descalifique de la redención que el verdadero Cordero de pascua ofrece (1 Co. 5:7) por medio de la sangre derramada en su cruz.

4) La gracia de Dios precede a su ley

Dios entrega a Israel su ley en Éxodo 20-24, y como siempre, el contexto es clave. Dios recuerda a Israel cómo los salvó de Egipto (Éx. 19:4; 20:2) antes de explicar cómo la ley los ayudará a vivir su santo llamamiento entre las naciones (Éx. 19:5-6; 20:3-17; ver Ef. 2:1-10; Tit. 2:11-14). Arrancar la ley de este contexto amoroso y relacional tuerce su propósito y distorsiona nuestra comprensión de Dios. Debemos obedecer porque Él nos ha salvado, no porque un capataz divino requiere obediencia para salvación.

Me temo que muchos en nuestra era secular tienen un mal gusto del cristianismo debido a que líderes e iglesias pasan por alto este punto crucial. En lugar de la obediencia motivada por el Evangelio que produce gozo y vida, los entendimientos legalistas de la ley conducen al temor, la miseria, y en el peor de los casos a la apostasía.

5) La presencia de Dios trae lo trascendente más cerca

Éxodo 1-20 quizás es la historia más vívida del Antiguo Testamento, pero sólo es la mitad del libro. La segunda mitad se centra en los planos y la construcción del tabernáculo, el lugar terrenal donde Dios habitaría. Éxodo 29:46 es la fuerza motriz de todo el libro: “Y conocerán que Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar Yo en medio de ellos” (énfasis mío).

En Jesús, quien es simultáneamente nuestro mediador y sacrificio, el Dios trascendente nos acerca a Él

Nuestro mundo secular defiende la noción de que cada persona es igual de buena y correcta, sin embargo, el tabernáculo se opone a esta idea. El tabernáculo muestra que nadie es bueno por naturaleza, y nadie tiene acceso de forma natural a la presencia de Dios sin un mediador y un sacrificio por el pecado. En Jesús, quien es simultáneamente nuestro mediador y sacrificio, el Dios trascendente nos acerca a Él.

Si nuestro mundo entendiera lo que representa el tabernáculo, no buscaría lo trascendente en celebridades, atletas, tecnología, o la astrología. Se regocijaría en que: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria” (Jn. 1:14).

El mayor milagro

Hay muchas cosas en Éxodo que los secularistas rechazarían. Lo primero serían los sucesos milagrosos como la zarza ardiente, las plagas, la provisión de maná, o la separación del Mar Rojo. Pero el mayor milagro de Éxodo, y de toda la Biblia, es cómo un Dios santo abriría un camino para que la gente pecadora habitará junto a Él.

Ese es un milagro que no verás en las películas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Manuel Bento Falcón.
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