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3 maneras en que la tecnología nos hace ansiosos

Cuando estaba en la escuela primaria, me preocupaba por todo. Recuerdo a mi madre diciéndome: “¡Vas a tener una úlcera para cuando tengas quince!”. Cuando me hice cristiana a los diecinueve años y empecé a leer pasajes como Mateo 6:25-34, me di cuenta de que mi preocupación era un pecado.

Desde que me convertí hace veinte años, para muchos se ha disparado la preocupación y la ansiedad, particularmente a la luz de los avances tecnológicos. Estamos constantemente conscientes —a través de los teléfonos inteligentes y otros dispositivos— de lo horrible que puede ser el mundo. Problemas de comunicación, robo de identidad, conexiones sociales artificiales, y malas noticias instantáneas de todo el mundo son parte de nuestro consumo a diario.

Así como la comodidad y el acceso a la información aumenta, también lo hace la ansiedad. La comodidad y la ansiedad son dos caras de la misma moneda, y aumentan en tándem. Mientras que la vida puede parecer más fácil con cada actualización de software, también se vuelve más aterradora para muchos debido a la información que recibimos constantemente.

La gran ironía es que tememos quedarnos sin nuestra tecnología, pero al mismo tiempo nuestra tecnología nos da miedo. La tentación a vivir con un pánico constante, aunque de nivel bajo, es significativa.

Sin embargo, es posible vivir en nuestra sociedad tan empapada de tecnología, y al tiempo aferrarse a una cosmovisión bíblica. Aquí hay tres problemas comunes —y soluciones en el evangelio— para abordar nuestra angustia, la cual es impulsada por la tecnología.

1. La ansiedad que viene por la tecnología puede ser señal de un problema profundo.

Es natural sentirnos preocupados por las cosas que vemos en las noticias, como el terrorismo, los resultados de las elecciones, o las estadísticas de la maldad que abunda a nuestro alrededor. Pero a menudo la raíz de nuestra ansiedad radica en desconfiar en Dios y su carácter.

En pasajes como Deuteronomio 10:14, Salmo 103:19, y Colosenses 1:17, se nos recuerda que nuestro Rey no se sorprende por los acontecimientos mundiales. Él es el principio y el fin, por lo que cuando descansamos en su bondad soberana por encima de todas las cosas, la ansiedad comienza a evaporarse como la niebla en el aire.

2. Podemos ser tentados a creer que Dios no nos está dando todo lo que debería.

Ver el glamour constante en la vida de otros en Facebook o Pinterest puede generar ansiedad y celos. A medida que vemos un mensaje o estado feliz, seguido por otro, podemos asumir que Dios bendice a los demás mientras nos pasa por alto a nosotros. Sutilmente podemos desarrollar una mentalidad de “si tan solo” —si tan solo tuviera eso, sería feliz— que es tóxica, ya que fija la atención de nuestro corazón en los dones, y no en el Dador. 

No estamos, en última instancia, buscando las bendiciones de Dios. Más bien, vamos tras la reconciliación con Dios por medio de la sangre de Jesucristo. Esa reconciliación nos conduce a beneficios infinitos, siendo el gozo de Dios mismo el principal de ellos. Él es nuestra paz. Él es nuestra riqueza. Nuestra necesidad más profunda es desearle más a Él, y no nuestras cosas. Interiorizar esto nos ayuda a rechazar el deseo de estar al tanto de nuestros “conocidos” virtuales cuando navegamos por la web.

3. Usar demasiado la tecnología nos puede dejar con un miedo a perdernos de algo.

Nuestros teléfonos constantemente nos muestran la diversión que todos están teniendo… sin nosotros. Pero al igual que otras formas de miedo o ansiedad, el miedo a perdernos de algo viene por la falta de convicción de que Dios es bueno y que Él es suficiente. Si le miramos a Él en toda su fuerza y ​​amor, nuestra ansiedad comenzará a disiparse porque sabemos que Él quiere lo mejor para nosotros —y esto lo aseguró a un costo infinito. Nuestra seguridad e identidad está anclada en el análisis que Él hizo de nosotros, amándonos lo suficiente como para sacrificar a su único Hijo con el propósito de que lo disfrutemos (Romanos 8:32; 1 Juan 4:9).

Puesto que un amor así no tiene igual, cuando nuestros teléfonos revelen que otros nos olvidan, ignoran, o incluso rechazan, no nos importará. A medida que nos veamos a la luz del sacrificio de Cristo, la ansiedad pierde su control sobre nuestros corazones. Cuando caminamos con Dios y permanecemos sensibles a la dirección del Espíritu, no existe eso de “perdernos de algo”. ¿Cómo puedes perderte de algo cuando un Rey soberano y bueno está de forma proactiva enderezando tu camino (Prov. 3:6)?

Cuando el teléfono timbra

Dios nos llama a ser responsables e íntegros con lo que nos ha dado (por ejemplo, lee Mateo 24:14-30; Lucas 16:10; 1 Corintios 4:1-2; Colosenses 3:23; Tito 2:7). Debemos ser irreprensibles en cuanto a la tecnología, y no permitir que gobierne nuestras vidas o nos inunde de ansiedad.

Una confianza en el Padre celestial separa a los seguidores de Cristo del resto de la cultura, que vive empapada de tecnología y en un estado de preocupación cada vez que el teléfono timbra. La ansiedad siempre halará nuestros corazones y nos animará a encontrar soluciones rápidas, pero apartadas de Dios. Pero la verdadera paz viene de confiar en la fuente de la vida misma. Al descansar en Él, la ansiedad desaparece lentamente.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Gimena M. Molina.
Imagen: Lightstock
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