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Al enfrentar nuestro pecado, tenemos que transitar entre dos terrenos antibíblicos. Uno de ellos es la desesperanza de pensar que nuestro pecado está fuera del perdón de Dios. El otro es la despreocupación de pensar que podemos violar el mandamiento de Dios sin experimentar repercusiones dolorosas.

La caída de David en 2 Samuel 11 es uno de los relatos más tristes de toda la Escritura. Sin embargo, este pasaje también tiene gran valor ya que nos ofrece esperanza sobre la grandeza de la gracia perdonadora de Dios, mientras que nos advierte de las terribles consecuencias del pecado; aún del pecado perdonado.

Al acercarnos a 2 Samuel 11, David está en su cumbre. Su trono ha sido establecido, sus enemigos han sido derrotados, y se están llevando a cabo las preparaciones para la construcción del templo de Jerusalén. De repente, David cae en un pecado atroz al robar la esposa de un hombre y luego, para encubrir su pecado, hace que el esposo de dicha mujer sea asesinado (2 S. 11). El Señor envía al profeta Natán a confrontar a David por su pecado (2 S. 12). David se arrepiente. Dios lo perdona. Pero aún así, David sufre las consecuencias de su pecado. 

Hay por lo menos tres lecciones prácticas que podemos aprender de las consecuencias del pecado de David en 2 Samuel 12. 

1. La sublime gracia de Dios con aquellos que se arrepienten

Cuando David es confrontado por Natán, él confiesa: “He pecado contra el Señor” (2 S. 12:13). Luego Natán el profeta declara: “El Señor ha quitado tu pecado; no morirás” (v.13). El perdón de Dios hacia David incluye:

  • Perdón judicial temporal. El Señor pone a un lado el requisito de la ley de que los asesinos y los adúlteros sean ejecutados (Lv. 20:10; 24:17). La vida de David es perdonada, su trono no le es quitado.
  • Perdón espiritual. Dios reconcilia a David con Él mismo. “¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad!” (Sal. 32:1-2). Pablo luego usa el ejemplo del perdón de Dios hacia David para mostrar que la manera de Dios salvar a gente inmerecedora ha sido siempre por gracia a través de la fe (Ro. 4:4-8).

Qué esperanza tan maravillosa ofrece la gracia de Dios a pecadores como nosotros

Mientras me entristece el relato del gran pecado de David, estoy agradecido de que estos eventos hayan sido registrados en las Escrituras. Qué esperanza tan maravillosa ofrece la gracia de Dios a pecadores como nosotros, especialmente cuando estamos conscientes de cuán vergonzosos son nuestros pecados. Dios justifica a los impíos (Ro. 4:5). Él salva a los inmorales sexuales y a los asesinos que se arrepienten (incluyendo a los abusadores y a aquellos que han estado involucrados con el aborto). Dios invita a los pecadores a correr a Él en búsqueda de su compasión y abundante perdón (Is. 55:6-7).

2. El pecado perdonado aún tiene consecuencias

A pesar de lo maravilloso que es leer del generoso perdón de Dios, también debemos prestar atención a las dolorosas y apropiadas consecuencias que el Señor trajo a David por su pecado. Se nos dice que el castigo de David era necesario tanto para defender la reputación del Señor (2 S. 12:14), así como también para enseñar a futuras generaciones que el pecado tiene consecuencias (1 Co. 10:11; Ro. 15:4). Al estudiar la parte final de la vida de David, con frecuencia me pregunto si hubiese sido más fácil para él no haber vivido para ver los horribles eventos de sus últimos años (registrados en 2 S. 13-24).

Solo considera cómo se llevaron a cabo las palabras de Dios a través de Natán:

  • “La espada nunca se apartará de tu casa” (2 S. 12:10). Dios destruye la paz y la estabilidad que David había dedicado toda su vida a construir, ya que su reino es destrozado por dos guerras civiles.
  • “De tu misma casa levantaré el mal contra ti” (2 S. 12:11-12). El vergonzoso pecado sexual y la violencia asesina en la que David se involucró de manera secreta es practicada abiertamente por sus hijos, Amnón y Absalón. 
  • “Ciertamente morirá el niño” (2 S. 12:14). El niño concebido por el pecado de David murió siete días después de haber nacido (2 S. 12:15-23).

Muchos cristianos profesantes toman el pecado demasiado a la ligera. El ejemplo de David debe recordarnos que Dios no lo toma de esa manera

Muchos cristianos profesantes toman el pecado demasiado a la ligera. El ejemplo de David debe recordarnos que Dios no lo toma de esa manera. Como preguntó Calvino: “Si Dios no exime a su siervo David, ¿qué derecho tenemos nosotros de esperar ser eximidos?” He aconsejado a creyentes que han sido inmorales sexualmente y han contraído una enfermedad que llevó a sus parejas a divorciarse de ellos. He conocido a abusadores de menores que han ido a prisión. He aconsejado hombres que han perdido su trabajo por estar mirando pornografía en su oficina.

Dios perdona el pecado con gran gracia y a un alto precio. Tal amor debe motivarnos a huir del pecado y perseguir la justicia (2 Ti. 2:22). Pero si el amor no lo logra, entonces las consecuencias del pecado puede que sí lo haga (1 Ti. 5:20).

3. Necesitamos a un mejor rey que David

Este es un tema central de 1 y 2 Samuel. Si bien es cierto que David sobrepasa a aquellos que vinieron antes (y después) de él como líderes en Israel, él todavía se queda corto de lo que necesita el pueblo de Dios. Mientras que sus buenas cualidades como hombre conforme al corazón de Dios apuntan a Cristo, su caída en pecado nos recuerda que necesitamos a un rey más digno.

Jesús, el hijo de David, es el líder perfecto que nunca falló cuando fue probado. Él no tenía pecado que encubrir. Nunca abusó de su poder. Las hijas de Israel estaban a salvo con Él. Aún más, Dios fue capaz de perdonar los pecados de los santos del Antiguo Testamento como David (Ro. 3:25-26), junto con el resto de nosotros que no alcanzamos el estándar de Dios (Ro. 3:23-24) debido a su plan de exhibir a Jesús como propiciación 1000 años después.

Un balance maravilloso

Las Escrituras están maravillosamente balanceadas. Mientras que la gracia de Dios anima a los pecadores a correr a Él en busca de su perdón, su castigo también debe animarnos a no tomar el pecado a la ligera (Heb. 3:15; 12:5). El ejemplo de David nos recuerda que el pecado perdonado tiene consecuencias, pero que las amargas consecuencias no quieren decir que no hemos sido perdonados.

El ejemplo de David nos recuerda que el pecado perdonado tiene consecuencias, pero que las amargas consecuencias no quieren decir que no hemos sido perdonados

He aquí la bondad y severidad de Dios al leer 2 Samuel 12. Nunca dudes de la disposición de Dios de perdonar aún el más grande de los pecados, y no pongas a prueba a Dios al consentir al pecado asumiendo que podrás arrepentirte luego. Muchos otros pecadores (incluyendo a Saúl y muchos de los reyes que vinieron después de David) fueron endurecidos en su rebelión y no hallaron el arrepentimiento. No uses el pretexto del perdón para racionalizar tu pecado. El pecado nunca vale la pena.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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