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Marc Bloch comienza su obra “Apología para la historia” con esta breve oración: “Papá, explícame para qué sirve la historia”. Bloch dice que el historiador está obligado a rendir cuentas, pero que no se aventurará a hacerlo sin sentir un ligero temblor interior.

Quién de nosotros no ha sentido ese ligero temblor interior cuando alguien se acerca y nos pregunta: “¿Qué significa ser cristiano?” En ese momento pasa por nuestra mente una revoltura de sermones, artículos y libros que hemos leído, pero al final quedamos insatisfechos con nuestra respuesta. Lo más triste de todo, es que en grandes círculos evangélicos las respuestas no solo tienen ligeras fallas, sino que comunican errores trágicos.

John MacArthur empezó a inquietarse por las enseñanzas que comunican que uno puede ser cristiano sin ser seguidor de Jesús, que uno puede ser justificado sin experimentar el proceso de santificación y que uno puede ser salvo de la ira de Dios sin tener una vida rendida al señorío de Cristo. Con este problema en mente, el pastor de Grace Community Church decidió escribir “El evangelio según Jesucristo”.

El libro se divide en varias partes, y en ellas se compara el evangelio que Jesús predicó con el evangelio que actualmente se predica en muchos púlpitos. En nuestros días se anuncian falsos evangelios (Gal. 1:7) y se esparcen con mucha rapidez; Latinoamérica realmente necesita escuchar las verdades contenidas en este libro.

El evangelio según Jesucristo

El evangelio según Jesucristo

Mundo Hispano. 256 pp.
Mundo Hispano. 256 pp.

Primera Parte: “El evangelio de hoy: ¿buenas o malas nuevas?”

El costo de nuestra salvación es alto. Fue alto para Jesús, y es alto para nosotros. Jesús no nos llama hacer una simple oración o una decisión de un día, sino a arrepentirnos y a creer en él. No solo se trata de creer intelectualmente en ciertos acontecimientos históricos, como la muerte y resurrección de Cristo; la fe que Dios produce en nuestros corazones nos guía a una vida de obediencia sumisa. MacArthur dice que “el llamamiento al Calvario debe ser reconocido por lo que es: un llamamiento al discipulado bajo el señorío de Jesucristo. Responder a tal llamamiento es convertirse en creyente. Cualquier cosa inferior es, simplemente, incredulidad” (p. 30).

Muchos no están de acuerdo con esto porque quieren separar la fe de la obediencia, pero la Escritura nunca hace eso. Muchas veces la palabra obediencia es sinónimo de fe: “El que CREE en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no OBEDECE al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Jn. 3:36).

Segunda Parte: “Jesús proclama su evangelio”

¿Cómo vemos a Jesús anunciando su evangelio? Una de las cosas que leemos en la Palabra es que Jesús recibía a los más miserables, pero siempre les mostraba su condición pecaminosa. Confrontaba a los que buscaban ansiosos la vida eterna pero no querían rendir sus vidas para ser sus discípulos. Condenaba a los que tenían una falsa vida religiosa y ofrecía descanso a los que estaban desesperados por el perdón de Dios.

Jesús proclamó su evangelio a todo tipo de personas. Lo vemos teniendo encuentros con individuos religiosos, como fue el caso de Nicodemo, donde le explicó que debía identificarse con los pecadores israelitas con una historia del libro de Números, para así hacerle ver su necesidad de arrepentimiento y mostrarle que su única esperanza de salvación estaba en mirar aquél que iba a ser colgado en una cruz. Sin embargo, no solo lo vemos con los religiosos; también lo vemos con los peores pecadores. Tal fue el caso de la mujer samaritana, a quien ofreció el agua viva de salvación, pero antes de entregársela hizo que ella encarara sus pecados, los confesara, se arrepintiera, y creyera que él era el Cristo.

Es dándonos todo este contexto bíblico del mensaje de Jesús, que el autor nos ayuda a entender que “los que se negaban a reconocer sus pecados se encontraron con que Jesús era un Juez, no un Salvador. Él nunca animó, ni consoló, ni dio razón para la esperanza a tales personas. El agua viva que él ofrecía sólo fue dada a quienes reconocieron la desesperanza de su estado pecaminoso” (p. 57).

Tercera Parte: “Jesús ilustra su evangelio”

Una de las maneras en las que Jesús ilustraba su evangelio era hablando por parábolas. Una de las más conocidas es la parábola de la semilla y los cuatro terrenos. En ella, Jesús nos enseña que al final no importa la respuesta que uno da, sino el fruto que produce el terreno. A muchos les causa ruido que Jesús enseñara en parábolas, pero el propósito era que “en lugar de anunciar abiertamente su mensaje, ocultaba así la verdad a quienes ya le habían rechazado”. Además, el autor aclara que “los creyentes auténticos con hambre de entender le encontraron deseoso de explicar cada detalle. Los que odiaban la verdad no se preocupaban de preguntar” (p. 115).

También encontramos que Jesús ilustró su evangelio en Mateo 13:44-46 y en Lucas 15. Con estás ilustraciones, Cristo nos enseña que los frutos de la verdadera fe y arrepentimiento llevan al pecador a renunciar a todas sus posesiones para a tenerlo a él como tesoro supremo. También nos muestra que su deseo de buscarnos y salvarnos es mayor que nuestro propio deseo de buscarlo y ser salvados.

Cuarta Parte: “Jesús define su evangelio”

El arrepentimiento y la fe fueron las primeras cosas que predicó Jesús, y los apóstoles fueron fieles en seguir predicando esas verdades. A lo largo de las cartas del Nuevo Testamento podemos aprender que el fruto del arrepentimiento es el apartarse del pecado, volverse a Dios, y servirle. Es cambio radical que influye en el intelecto, la voluntad, y los afectos.

La Escritura equipara la desobediencia con la incredulidad (Heb. 3:18-19) y a la obediencia con la salvación (Heb. 5:9). Es por este testimonio de la Palabra que a los reformados les gustaba decir: “La fe sola trae salvación, pero la fe que trae salvación nunca está sola”.

Comprendiendo el evangelio de Jesús

Si no eres un seguidor de Cristo, Dios puede usar este libro para producir fe en ti y así llegar a ser salvado de la ira que mereces por causa de tus pecados. Si eres creyente, te ayudará a crecer en tu entendimiento del evangelio, para que tu deseo por Jesús sea mayor y para que puedas predicar el evangelio con fidelidad. Dios te sorprenda con su lectura y abra tus ojos a las maravillas de su evangelio.

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