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Mucho se ha dicho y escrito del Espíritu Santo, y con mucha razón. Si le preguntas a un grupo de hermanos, que dicen haber tenido un excelente tiempo en el Señor —donde la presencia del Espíritu Santo era evidente—, cómo sintieron al Espíritu, lo más probable es que te den respuestas diferentes, si bien complementarias. Podemos decir que, de diversas formas, el trabajo del Espíritu Santo en el individuo tiene un marco de subjetividad, sentido de manera individual. Pero que algo sea subjetivo no lo hace menos real. La iglesia depende del Espíritu Santo para ser y hacer iglesia.

No es una sorpresa, entonces, que el bautismo en/con/del Espíritu Santo, la forma en la que la Tercera Persona de la Trinidad hace habitación en el cristiano, ha sido interpretado de diversas formas. Por ejemplo, está en la sangre de la denominación pentecostal el que el bautismo en el Espíritu Santo es manifestado en hablar en lenguas, en un momento subsecuente a la conversión. El propósito de este escrito es argumentar algo diferente. Es mi firme creencia que el Espíritu Santo bautiza a cada creyente tan pronto profesa fe salvadora en Cristo Jesús, y que el bautismo en el Espíritu Santo no está regularmente acompañado de fenómenos externos, específicamente el hablar en lenguas.

Por supuesto, la opinión que importa es la opinión de Dios, revelada en la Escritura. Por tanto, veamos algunos de los pasajes claves que traten este tema y cómo poder interpretarlos, incluyendo algunos pasajes más difíciles de armonizar.

El primer bautismo

La primera ocurrencia del bautismo en el Espíritu Santo lo encontramos en Hechos 2. Por brevedad, no voy a citar el texto completo. Sin embargo, recomiendo encarecidamente que el lector pueda ir allí en su Biblia y leer la porción completa. Este momento especial, Pentecostés, era el cumplimiento de diversas promesas a lo largo del Antiguo Testamento (cp. Isaías 44:3; Ezequiel 36:25-28; Joel 2:28-32). Es también el cumplimiento de la profecía de Juan el Bautista, que él bautizaba en agua, pero Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (cp. Mt. 3:11). Jesús mismo le había dicho a los discípulos que ellos recibirían el Espíritu Santo, para ser Sus testigos (Hechos 1:8). Dada todas estas promesas, podemos entender por qué Pedro decía que el Espíritu Santo era una promesa del Padre (Hechos 2:33), y que Pablo luego le llamara el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13).

En Pentecostés, entonces, la promesa de Dios es completada, y los discípulos son llenos del Espíritu de Dios (Hechos 2:4). Este suceso fue acompañado de la venida de lenguas como de fuego (Hechos 2:3) que le permitieron hablar de una manera que todos los comprendían, a pesar de venir de diferentes nacionalidades (Hechos 2:7-11). Este fue uno de los momentos donde la historia del Universo tomó un giro. Así como el Espíritu había descendido en el hombre que era Dios (Lucas 3:22), ahora los hombres que Él había enviado serían llenados del mismo Espíritu (Hechos 1:4). Y ahora Pedro podía decir a todos los que escuchaban “arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

A partir de este momento, y a lo largo del Libro de los Hechos y del Nuevo Testamento, escuchamos de diversos hombres y mujeres que son llenados del Espíritu. Antes, en el Viejo Pacto, ciertos individuos recibieron el Espíritu. Pero a pesar de los miles de años que el Antiguo Testamento reporta, apenas escuchamos de algunos escasos individuos: algunos profetas (Números 11:29), jueces (Jueces 13:25) y reyes (1 Samuel 10:10). Lo que Pentecostés inauguró, y lo que describen las Epístolas, es que ahora grupos completos de individuos (¡cuyos nombres muchas veces no sabemos!) son llenos del Dios del Universo. Como bien dijo Pedro, este es el cumplimiento de la promesa del Padre, y es solo posible por la vida, muerte y resurrección de Jesús (Hechos 2:32-36).

Todos fuimos bautizados

Como dije al principio, entiendo que todos los cristianos son bautizados por el Espíritu Santo, sin la señal externa de la glosolalia, el hablar en lenguas. Además de la experiencia de la historia de la iglesia hasta hoy, creo que diversos pasajes dan testimonio de esto.  En 1 Corintios 12:13, el Apóstol Pablo le dice a la iglesia que “por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu”. Este texto es significativo puesto que está estableciendo que todos los que formaban parte de esa iglesia habían sido bautizados en el Espíritu. Sin embargo, tan solo unos versículos más adelante dice que no todos hablaban en lenguas (1 Corintios 12:30). Si la señal del bautismo en el Espíritu Santo es el hablar en lenguas, ¿qué hacemos con aquellos en Corinto que sí fueron bautizados en el Espíritu mas no hablan en lenguas?

Algo más que debemos reconocer es que, fuera del Libro de los Hechos, solo en 1 Corintios está el hablar en lenguas en una posición de importancia, donde aparenta ser regulado y aun desanimado si no hay intérpretes presentes. Pero si bien el hablar en lenguas es apenas mencionado fuera de los Hechos, la Escritura constantemente habla de los cristianos como el pueblo del Espíritu. Romanos habla de los cristianos como aquellos que “caminan en el Espíritu” (Romanos 8:4) y que tienen el Espíritu (Romanos 8:9); 1 Corintios habla de los cristianos como el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16; 6:19), al igual que 2 de Corintios (6:19) y (probablemente) Santiago (Santiago 4:5); Efesios dice que los cristianos fueron sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1:13); y Tito dice que fuimos lavados y regenerados por el Espíritu (Tito 3:5). Creo que es inevitable la conclusión de que el tener el Espíritu, y por tanto el haber sido bautizado en Él, es algo que se espera de todos los creyentes.

Es difícil encontrar algún pasaje donde los apóstoles se refieran a los cristianos sin encontrar cerca una mención del obrar del Espíritu en ellos, pero apenas encontramos mención de el hablar en lenguas como una marca del cristiano.

Entendiendo ciertas dificultades

Hay dos momentos particulares en los Hechos a los que debemos acudir, puesto que parecieran mostrar que el Espíritu Santo se recibe un tiempo después de la conversión. Pero antes, debo hacer un comentario hermenéutico importante: el libro de los Hechos consiste en una recolección de eventos específicos, en un período histórico específico (después de todo, son los “hechos” de los “apóstoles”). Por tanto, no debemos suponer que todas las experiencias registradas allí serán la norma a lo largo de la vida de la Iglesia. Sin embargo, tampoco podemos descartar estas experiencias simplemente porque no las vemos suceder alrededor nuestro. Como ya dijo el profeta, “A la ley y al testimonio” (Isaías 8:20). La Biblia, entendida correctamente, es lo que debe guiar nuestras experiencias y prácticas. Dicho esto, pasemos a Samaria.

Hechos 8 registra al primer grupo de creyentes fuera de Judea. Felipe va a Samaria y predica el evangelio de Cristo, con señales que testifican de su veracidad. Aparentemente, muchos creyeron, puesto que hubo mucho gozo en la ciudad (Hechos 8:8). Sin embargo, no es hasta que Pedro y Juan vienen desde Jerusalén que ellos reciben al Espíritu Santo (Hechos 8:17). Esto pareciera sugerir que, ciertamente, somos bautizados con el Espíritu tiempo después de nuestra conversión. Pero debemos entender que lo que aconteció aquí es un suceso extraño y fuera de lo común. Lucas mismo te lo deja ver en Hechos 8:16 “pues todavía no había descendido (el Espíritu Santo) sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús”. Como dice el Dr. Gregg Allison, “el comentario aclaratorio de Lucas apunta a que esta era una experiencia inusual; este retraso no es la norma. Si la experiencia común del cristiano fuera tal retraso al experimentar el Espíritu Santo, entonces no hubiera necesidad para tal explicación”[1]. Creo que esta interesante ocurrencia pudiera ser explicada como una instancia en particular donde el Señor quería confirmar a la iglesia naciente que los samaritanos también habrían de recibir el Espíritu Santo: que ellos también serían cristianos en toda su plenitud. Dado que los samaritanos eran odiados por judíos y gentiles, creo que fue una gracia de Dios hacia ellos el permitir que los apóstoles vieran y fueran canales de la promesa del Espíritu Santo, para que ellos no fueran discriminados en ninguna manera.

El otro texto que presenta una posible dificultad es el intercambio de Pablo con los hombres en Éfeso, según nos cuenta Hechos 19. Estos eran discípulos que no habían recibido el Espíritu Santo. Sin embargo, una lectura cuidadosa del pasaje nos va a mostrar que no hay ninguna dificultad. Estos discípulos no habían siquiera escuchado del Espíritu Santo, puesto que eran discípulos de Juan, no de Jesús. Habían sido bautizados en un bautismo de arrepentimiento (Hechos 19:3-4), pero no eran creyentes en Cristo. Por tanto, no podían recibir el Espíritu Santo aún. Ahora bien, tan pronto escucharon el evangelio y creyeron, Pablo los bautizó en agua y recibieron el Espíritu Santo (Hechos 19:6-7). De hecho, vale notar que la pregunta de Pablo de “¿recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?” (Hechos 19:2) favorece nuestra interpretación de que lo normal es que los cristianos sean bautizados con el Espíritu Santo cuando profesan fe salvadora.

¿Y si mi experiencia fue diferente?

Sin duda, América Latina está saturada de abusos y de experiencias “espirituales” caracterizadas por el desorden más que por vidas cambiadas. Tales sucesos son contrarios al testimonio del Espíritu Santo (1 Corintios 14:39-40) y son dañinos para quienes estén allí. Esto ha llevado a que muchos, luego de conocer mejor la Escritura, tiendan a irse un extremo opuesto, donde prácticamente niegan el poder del Espíritu y hasta ridiculicen a los que no han estudiado correctamente a la persona del Espíritu Santo. En este sentido, no podemos olvidar que tener todo el conocimiento pero no tener amor no nos hace ningún bien (1 Corintios 13:2).

Alrededor nuestro muchos testifican haber sido bautizados con el Espíritu semanas después de su conversión. Por todo lo que vimos anteriormente, es mi firme convicción que las Escrituras testifican algo diferente: que los creyentes son bautizados con el Espíritu al creer. Sin embargo, la Biblia sí nos habla de procurar ser llenos del Espíritu (Efesios 5:18), y de no apagar el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19). Para aquellos que muestran una fe genuina, y que dicen que una experiencia espiritual posterior a su profesión de fe ha avivado su vida y los ha llevado a un mejor tiempo en la Palabra y en oración, creo que no sería sabio ni amoroso el descartar de plano tal experiencia como algo simplemente emocional o falso. Habría que observar cada caso, pero es posible que este pudiera ser un momento donde Dios, en su gracia, le haya llenado con el Espíritu, le haya visitado de una manera especial. Esto, también, es un don de Dios, que si bien Él ya habita en nosotros, a veces Él decide llenarnos y capacitarnos de una manera especial, para un tiempo especial. Y esto, el ser llenados genuinamente por el Espíritu, es algo que debemos anhelar.


[1] Gregg R. Allison, “Baptism with and Filling of the Holy Spirit,” Southern Baptist Journal of Theology, vol. 16, no. 4 (Winter 2012): p. 12.

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