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Job es un libro de literatura sapiencial y poética, y el libro más antiguo en la Biblia. Según la tradición judía, se considera que fue escrito alrededor del año 1,473 o 1,500 antes de Cristo. El Talmud babilónico afirma: “Moisés escribió su propio libro, y los pasajes referentes a Balaam y Job”.[1]

Al tratarse de un libro poético, a veces es difícil de entender para muchos de nosotros hoy. Nuestra poesía actual es muy diferente. Sin embargo, precisamente por tratarse de poesía, no contiene significados ocultos. En cambio, nos muestra una realidad universal que experimenta el ser humano: el sufrimiento.

Entonces, ¿de qué se trata este libro? Para empezar, refleja muchos aspectos intensos de la experiencia humana; inquietudes y dudas que no se pueden entender completamente en nuestra propia sabiduría. Este libro demuestra que la grandeza de Dios es más grande que todos los conceptos que tengamos de Él, y coloca al ser humano en su correcta perspectiva con respecto a su Creador.

“El Señor dio, el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21) y “He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven” (42:5) son dos de los versos más conocidos de este libro, y nos hablan de Job y el propósito de Dios en su vida. Sin embargo, el libro no se trata principalmente acerca de Job.

En los primeros versículos, vemos que Dios otorgó permiso a Satanás para afligir a Job, y esto según Su plan. Este plan era más importante para la vida de Job que su futura retribución material (42:12-14). A través de este inexplicable sufrimiento, Job conoció verdaderamente a Dios (42:5), no al tener las respuestas a sus múltiples aflicciones, sino al comprender que en última instancia la respuesta es Dios mismo.

Una historia universal

Podemos entender que Job es una historia universal bajo dos criterios. Primero, el histórico: es anterior a la historia de Israel, antes de la ley y el tiempo patriarcal. Esto se evidencia en la simplicidad del ritual religioso en donde no existen sacerdotes ni profetas y todo está organizado alrededor del patriarca de la familia (1:8).

Así se hace evidente que los temas del libro abarcan a todo ser humano. Aún no había pacto, leyes, ni una nación constituida como pueblo de Dios. Los seres humanos ya sabían de Él (Ro. 1:19-23), eran creación de Dios (Gn. 2:7), pero el hombre despreció a Dios (Gn. 3:6b-7). Por lo tanto, el sufrimiento era una realidad.

De allí viene el segundo criterio, el espiritual: Job trata el tema del sufrimiento humano. Como ha dicho Perry Cotham: “En la sabiduría de Dios, el propósito de este libro constituye a Job como un hombre universal; en otras palabras, un representante de toda la humanidad en su relación con Dios”.[2]

Job conoció a Dios en medio del sufrimiento, pero Cristo nos abrió el camino por medio de su sufrimiento para que nosotros conozcamos a Dios.

De esa manera, el libro de Job nos permite identificarnos con su vida de una u otra forma. Todos nosotros nos hemos preguntado en algún momento por qué sufrimos. Y toda la Biblia nos narra de pueblos e individuos perseguidos, golpeados, traicionados. Si hay una situación común que encontramos en las líneas de la Palabra de Dios, es el sufrimiento.

Además, cualquier historia inspirada por Dios que habla sobre sí mismo refleja sus atributos perfectos, los cuales son consistentes con su naturaleza y demostrados en toda su Palabra. Job no es la excepción. Lo cierto es que las acciones de Dios en este libro son reales y consistentes con su naturaleza y soberanía sobre el universo. Por lo tanto, este libro permanece vigente y relevante para nosotros. Sin embargo, la clave para entenderlo correctamente está en verlo a la luz del resto de la Biblia.

Una historia que nos apunta a Cristo

Por muchas que sean las aflicciones de los justos, cuando el Señor les ha hecho pasar por ellas, la prueba de su fe resulta en alabanza, honor, y gloria a Dios. Por lo tanto, Él es el protagonista principal relatando la historia del sufriente Job. Sin embargo, el libro apunta al verdadero Job que un día vendría a sufrir en nuestro lugar para justificarnos (42:8-9).

A la luz del resto de la Escritura, podemos entender que Job es un tipo de Cristo, el sufriente justo justificando a sus malos amigos. Tim Keller lo dice así: “Jesús es el verdadero y mejor Job. Es verdaderamente el inocente que sufrió para luego interceder y salvar a sus amigos tontos”. Cristo es el que verdaderamente pasó por toda clase de sufrimientos, siendo inocente, sin pecado, y perfectamente obediente a la voluntad de Dios.

Job conoció a Dios en medio del sufrimiento, pero Cristo nos abrió el camino por medio de su sufrimiento para que nosotros conozcamos a Dios. Ahora, en medio del dolor, podemos correr hacia nuestro intercesor que se compadece por nosotros cada día. Dios permitió el sufrimiento de Job; Dios orquestó el de Cristo. Así como Job 42:10-11 habla de la restauración de Job, Isaías 53:10-12 nos habla de la exaltación de Cristo luego de su dolor.

El libro de Job es amargo de leer porque, de cierta manera, nos muestra el calvario. Pero en sus páginas somos dirigidos al mensaje de salvación que nos lleva a ver la grandeza de Dios en revelarse y salvar al hombre por gracia en la obra de Cristo. Gracias a Jesús, podemos tener consuelo al conocer a Dios en medio de nuestro sufrimiento. Sus caminos son insondables y su mente inescrutable. Él es un Dios que tiene pensamientos más altos que los nuestros, y que es digno de nuestra confianza mientras aguardamos el día en que le veremos cara a cara, cuando no habrá más llanto ni dolor.


[1] Baba Bathra, 14b, 15.

[2] Citado en: Eric Lyons, La historicidad de Job (Razón y revelación: una publicación de evidencias cristianas, 2013, vol. 3, número 2).


Imagen: Lightstock.
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