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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Oye, hijo mío: Una guía práctica para guiar a tus hijos en el Señor (B&H Español, 2022), por Juan y Jeanine Sánchez.

Nuestros hogares deberían caracterizarse por el ánimo y la instrucción, no por la crítica y la corrección. Esta clase de disciplina positiva requiere intencionalidad, paciencia, esfuerzo y, bueno, disciplina… por eso muchas veces la esquivamos. Cuando los padres están siempre repitiendo amenazas, usan lenguaje abusivo y azotan al niño por cualquier ofensa, lo más probable es que su motivación sea su propia comodidad o conveniencia, en lugar del bienestar de sus hijos. 

Pero recuerda, la buena noticia de Jesús se aplica a nosotros también. Si pecaste contra tus hijos, confiesa tus pecados e intenta arreglar las cosas. Nuestro Dios es un Dios de nuevos comienzos, y tus hijos valorarán tu sinceridad. Esta clase de arrepentimiento les muestra el evangelio a tus hijos.

Como padres, estamos ayudando a nuestros hijos a «[adquirir] consejo» sobre el camino correcto (Pr 1:5). Para hacerlo, debemos destacar constantemente la diferencia entre los dos caminos, y recordarles a nuestros hijos a dónde conduce cada uno. El camino de la sabiduría lleva a la vida (Pr 12:28; 13:14), mientras que el camino de la insensatez conduce a la muerte (Pr 14:12; 16:25).

Utilizando Proverbios como un marco y otras Escrituras pertinentes para respaldar nuestro argumento, consideremos algunos principios de instrucción positiva.

1) Enseña qué es una conducta apropiada

Demasiadas veces, los padres se frustran con sus hijos porque estos se comportan mal. Pero ¿por qué esperarías que un niño se porte bien si nunca le enseñaste tus expectativas? Cuando tu hijo se comporta de manera inapropiada, necesitas preguntarte esto: ¿Alguna vez le enseñé que esa conducta no era apropiada? Demasiado a menudo, esperamos que nuestros hijos adivinen nuestras expectativas por su cuenta, o que resuelvan por qué les damos unas nalgadas. Eso es injusto. En cambio, enséñales a tus hijos lo que es una conducta adecuada, y después espera eso de ellos.

En todo el libro de Proverbios, Salomón apela a la instrucción previa. «Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza» (Pr 3:1). Como padre, Salomón les enseñaba a sus hijos el camino de la sabiduría en forma habitual. Los proverbios en sí son uno de los medios que usaba. Aunque les pide a sus hijos que guarden sus mandamientos, debemos entender que la fuente de su instrucción es la Escritura.

Lo que Dios ha revelado en su Palabra es suficiente para conducir a nuestros hijos por el camino de la sabiduría

La Biblia debe ser el fundamento para nuestra instrucción positiva. Así que, arraiga tus expectativas de conducta adecuada en la Escritura. Frustraremos a nuestros hijos si esperamos más de ellos que lo que Dios espera. Lo que Dios ha revelado en su Palabra es suficiente para conducir a nuestros hijos por el camino de la sabiduría y enseñarles qué es la conducta apropiada.

Toma los Diez Mandamientos, por ejemplo. Éxodo 20:12 dice: «Honra a tu padre y a tu madre». Esto es la Palabra de Dios, y tenemos que enseñar a nuestros hijos a honrar a sus padres. Pero también debemos explicar cómo sería esto en la práctica en tu cultura y tu hogar. ¿Cómo se espera que los hijos honren a los padres en tu cultura? ¿Cuáles son las expectativas para tus hijos en relación con este mandamiento? Ayúdales a entender tus expectativas. Enséñales qué es apropiado. Después, espera eso de su parte.

2) Enseña qué es una conducta inapropiada

Así como debemos enseñar a nuestros hijos qué es una conducta apropiada, también debemos enseñarles qué es inapropiado. Este principio es tan solo el otro lado de la moneda. Es más, estos primeros dos principios van de la mano.

La autoridad de los padres es suficiente a una edad temprana. Sin embargo, a medida que los niños crecen, se incrementa la necesidad de arraigar la instrucción en la Palabra de Dios. Así que, si tu hijo de cuatro años muerde a su hermana, —después de decirle que está mal— puedes añadir una razón bíblica por la cual morder está mal (p. ej., Gá 5:15). Sin duda, Pablo usó Gálatas 5:15 para referirse al conflicto interpersonal, no a las mordidas literales, pero el punto es el mismo. Y con un niño de cuatro años, este principio puede ayudar.

¿Cuál es el punto, el propósito, el objetivo de la crianza espiritual? ¡El corazón!

Por supuesto, hay muchos pasajes que nos ayudan a resaltar las conductas apropiadas y las inapropiadas (Col 3:5, 8-10). Si no les enseñamos a nuestros hijos qué esperar, los frustraremos. Los dejaremos constantemente librados a tener que adivinar cuál conducta es apropiada y cuál no. En vez de frustrarlos, dediquemos tiempo a enseñarles qué esperar, y después exijámosles que lo cumplan. Una vez que establecemos un estándar de expectativas arraigadas en la Escritura, podemos empezar a animar lo bueno y desalentar lo malo.

3) Anima a la obediencia destacando las bendiciones que conlleva

Observa cómo Salomón apela a sus hijos en Proverbios 3. Anímalos a la obediencia, apoyándose en la Palabra de Dios y señalando las bendiciones de la obediencia (Pr 3:2). Además, les recuerda que si mantienen lealtad y fidelidad en sus relaciones, «[hallarán] gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres» (Pr 3:4). ¿Cómo sería eso en la práctica?

Explícales lo que el Padre ha revelado en su Palabra que es una conducta adecuada y cuál no. Enfatiza las alegrías y las bendiciones de obedecerle. Destacar las bendiciones de la obediencia no es una manera «espiritual» de sobornar a tus hijos. Es importante entenderlo porque no queremos terminar aplicando malas prácticas de crianza. Así que expliquémoslo. Cuando había alguna situación nueva para nuestras hijas, teníamos sesiones de entrenamiento en el auto. Pero mientras nos dirigíamos a nuestro destino, no les decía solamente cómo comportarse.

Les hacía preguntas para que me dijeran lo que esperaba de ellas. Esto las ayudaba a hacerse cargo de sus acciones. Te sorprendería escuchar con qué salen tus hijos respecto a las conductas correctas en ciertas situaciones. Darles la oportunidad de pensar en estas cosas por su cuenta y verbalizarlas también les ayuda a recordar.

Dales tiempo para que piensen y respondan. No te apresures. Eso es todo; nada demasiado complicado. Pero tal vez te preguntes: ¿cuál es la bendición de la obediencia? Tenían la bendición de una mamá alegre, de una familia feliz y de mis elogios al final del tiempo de compras. Nada de dulces o juguetes, nada de sobornos. Pero sí mucha afirmación.

4) Anima a la obediencia señalando las consecuencias del pecado

En Proverbios, Salomón anima a la obediencia señalando las consecuencias del pecado (Pr 3:27-35). Al señalar las consecuencias de la desobediencia, Salomón apela a que sus hijos obedezcan. Por supuesto, esto también incluye destacar la consecuencia suprema de elegir el pecado: la destrucción.

En nuestra casa, solemos hablar de lo que pasará si alguien hace determinada cosa. Las niñas sabían la advertencia y la consecuencia de antemano. ¡Hasta teníamos un cuadro en la pared con causas y consecuencias! Contrario a lo que tal vez pienses, las causas y consecuencias no son una amenaza. En cambio, animan a nuestros hijos a obedecer al señalarles las consecuencias de su pecado. No ayudamos a nuestros hijos si no les advertimos sobre las consecuencias de su pecado.

Esta comunicación de las consecuencias del pecado son igualmente importantes si tu hijo es más grande o un adolescente. Cuando dices: «Si no haces tu tarea esta semana y la entregas a tiempo, no tendrás la libertad de salir con tus amigos», cúmplelo. Estableciste una expectativa, un mandato y una consecuencia clara. Permanece firme para ayudar a tu hijo a aprender que todas las decisiones, buenas y malas, tienen consecuencias.

Pastorea el corazón de tus hijos

Es importante recordar por qué estamos instruyendo a nuestros hijos. Recuerda que no lo hacemos tan solo para tener hijos que se porten bien. Entonces, ¿cuál es el punto, el propósito, el objetivo de la crianza espiritual? ¡El corazón!

Un cambio de conducta es un fruto glorioso de un cambio de corazón. Pero lo que más necesitan nuestros hijos es un corazón nuevo

Queremos que nuestros hijos obedezcan desde el corazón: ¡completamente, enseguida y con un corazón sumiso! Salomón era un rey y un padre sabio, y sabía que la obediencia verdadera fluye del corazón. Observa su énfasis sobre el corazón:

  • «Tu corazón guarde mis mandamientos» (Pr 3:1).
  • «Escribe misericordia y verdad “en la tabla de tu corazón”» (Pr 3:3).
  • «Fíate de Jehová de todo tu corazón» (Pr 3:5).

A medida que capacitamos a nuestros hijos con la Palabra de Dios, oramos para ver el fruto de la obediencia en su corazón (Pr 3:8-11).

Un cambio de conducta es un fruto glorioso de un cambio de corazón. Pero lo que más necesitan nuestros hijos es un corazón nuevo. Así que instruye a tus hijos con la Palabra de Dios, apelando a la obediencia al mostrarles las bendiciones de la obediencia y señalar las maldiciones de la desobediencia.

Pero no dejes de orar para que Dios dé un corazón nuevo a tus hijos. Es más, tenemos que empezar por la oración. Gran parte de nuestra crianza sucede mientras estamos de rodillas.

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