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Recientemente tuve la oportunidad de hablar con un joven sobre la mejor manera de interpretar la Biblia. En la conversación, nos ayudó bastante la siguiente cita*:

“Para… entender la misión de Dios, la misión de la iglesia, y la misión de la iglesia a las naciones, primero debemos entender la narración bíblica unificada, incluyendo sus cuatro grandes movimientos de la trama: creación, caída, redención, y restauración”.1

De ahí nuestra conversación se tornó hacia la centralidad de Jesús. Me preguntó por qué había venido Jesús. Le respondí: “Él vino a morir para que la gente pueda vivir”. Me respondió: “¿Por qué fue necesario?”. Esa pregunta merece una respuesta detallada. Aquí hay cuatro razones que le di a este joven del por qué vino Cristo.

1. Para revelar a Dios

“Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El Lo ha dado a conocer”, Juan 1:18.

Cuando el hombre pregunta: ¿cómo es Dios? La respuesta es: Él es como Jesus. Por lo tanto, ver a Jesús es ver a Dios. El hombre necesita conocer a Dios, pero ya que el hombre es incapaz de ir a Él, Dios viene al hombre. Dios el Hijo vino en la carne para que el hombre fuera capaz de conocerle. La Palabra nos dice:

“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque agradó al Padre que en El habitara toda la plenitud, y por medio de El reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz, por medio de El, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos”, Colosenses 1:15, 19-20.

La venida de Jesús es la encarnación de Dios. Es Dios en la carne. Como Dios en la carne, Jesús demostró quién es Dios. Al llorar, Jesús mostró que Dios es compasivo. Mostró preocupación por los niños, y perdonó a las prostitutas, y ladrones. La voluntad de Jesús de ir a la cruz, sufriendo física y emocionalmente, ilustró el amor del Hijo por el Padre. No solo eso, sino que mostró el amor del Padre y el Hijo por la humanidad. Cristo nos revela quién es Dios.

2. Para redimir a la humanidad

“Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El”, 2 Corintios 5:21.

Redimir es comprar algo, con la idea de rescatar lo comprado, como cuando Oseas compró a Gomer de la esclavitud (Oseas 1), o cuando Dios redimió a Israel de la esclavitud egipcia (Éx. 6:6). En este mismo sentir, Dios compra al hombre de la esclavitud del pecado (Gál. 5:1).

El hombre necesita ser liberado (1 Pedro 1:19, Apocalipsis 5:9), y la única manera de hacerlo era redimiéndolo mediante la muerte en su lugar (Hebreos 2:14). Él cargó con nuestra injusticia (2 Corintios 5:21) y se ofreció como rescate por los pecadores (Mateo 20:28).

“De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo”, Hebreos 9:26.

3. Para rescatar a la humanidad

“El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”, 1 Juan 3:8.

Dios nos dice en la Biblia que el diablo es el padre de todos los no convertidos (Juan 8:44), a quienes ciega a la verdad de Dios (2 Corintios 4:4). El mundo entero está bajo su control (1 Juan 5:19). Pero Jesús vino para destruir el control del diablo sobre el mundo (1 Juan 3:8) y transferir a los creyentes al reino espiritual (Colosenses 1:13). Si el hombre rechaza a Cristo como su Señor y Salvador, no tiene otra opción que estar bajo el dominio del mundo (1 Juan 2:15-17). Pero hay esperanza, y ésta se encuentra en Cristo.

“Porque El nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados”, Colosenses 1:13-14.

4. Para resucitar a la humanidad

“Esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible. Así que les digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”, 1 Corintios 15:50-53.

Jesús vivió una vida perfecta, murió como el sacrificio perfecto por el pecado, y ascendió al Padre triunfando sobre el último enemigo, la muerte (1 Corintios 15:12-26). Cristo nos da la esperanza de una vida significativa y una eternidad segura (1 Corintios 15:50-58; 1 Tesalonicenses 4:16-18). Como Él es ahora, así seremos nosotros un día (1 Juan 3:2).

Esta vida de la resurrección no es solo para el futuro. Pablo enseña que hay una realidad presente a la muerte y resurrección de Cristo. Él escribe que así como Cristo murió al pecado, nosotros debemos considerarnos muertos al pecado (Romanos 6:3) y vivos para Dios (Romanos 6:5). En esta vida antes del cielo, tenemos la capacidad de decir no al pecado y sí a Dios. Su muerte ya está trabajando en nosotros al liberarnos de la muerte del pecado y hacernos vivir para Dios (Efesios 2:1-7). ¿Somos perfectos ya? Por supuesto que no. Continuamos buscando el perdón por los pecados (1 Juan 1:9), y trabajamos en vivir la vida cristiana por la fe (Filipenses 2:12-13). Pero por primera vez, nuestra fe nos permite la libertad de vivir como aquellos que han resucitado de la muerte y están vivos en Cristo.

“Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”, Romanos 6:11.

Nuestra conversación terminó con la siguiente afirmación de mi parte: “Mi hermano, la venida de Jesús responde a los cuatro grandes movimientos de la trama bíblica: creación, caída, redención, y restauración”.


1 Bruce Ashford, Theology and Practice of Mission (B&H Academic). https://www.amazon.com.mx/Theology-Practice-Mission-Church-Nations-ebook/dp/B005KLUWUC//?tag=thegospcoal-20.
Imagen: Lightstock.
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