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Una de las características que más admiro de las Escrituras es su honestidad al describir las luchas internas que tienen sus personajes. La Biblia no los idealiza ni busca ocultar las tentaciones, los desaciertos ni los pecados que cometieron. Solo Cristo es sin pecado (He 4:15). Aunque te sorprenda, la Biblia tampoco censura las palabras más impetuosas vertidas por los personajes en expresiones desesperadas. Por ejemplo, el Salmo 109:6-13 describe un profundo deseo de que la desgracia, la muerte y la destrucción impacten la vida del enemigo. O este otro pasaje: “Bienaventurado será el que tome y estrelle tus pequeños contra la peña” (Sal 137:9).

Estos dos ejemplos forman parte de los llamados salmos imprecatorios. Aunque la palabra imprecatorio no figura en la Biblia, los expertos reconocen que existe este subgénero literario en el libro de los Salmos. El diccionario de la RAE define el verbo imprecar como “proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra un mal o daño”.

De esta manera, una oración bíblica imprecatoria es un salmo (o una porción de un salmo) en el que el salmista expresa su deseo de que alguien sufra, o suplica a Dios para que haga caer su juicio severo e implacable sobre algún enemigo. Los salmos imprecatorios expresan —en primera persona— los sentimientos y pensamientos más profundos de los salmistas mientras experimentaban alguna situación extremadamente difícil. Por esta razón, casi todos los salmos imprecatorios son un clamor a Dios.

Las imprecaciones bíblicas son de diferente longitud e intensidad al momento de expresarse. Es importante notar que hay imprecaciones que solo están en un versículo dentro de algún salmo y también hay porciones imprecatorias que abarcan varios versículos.[1] Aquí tienes algunas características de los salmos imprecatorios:

    1. Son parte del clamor por liberación del enemigo.
    2. Concuerdan con los planes divinos para los malos.
    3. Expresan confianza en Dios.
    4. Buscan la gloria de Dios.[2]

Si eres de los creyentes que lee, ora y canta los salmos, quizá al encontrarte con los salmos imprecatorios te preguntes, ¿puedo hoy hacer oraciones imprecatorias? Quisiera responderte con otra pregunta: ¿Es necesario? Recuerda que el libro de los Salmos se escribió hacia 1000 a. C., tiempo en el que existía un marcado concepto de justicia retributiva (Mt 5:38-48), como la ley del talión, de la cual se encuentra una de las versiones más antiguas en el Código de Hammurabi. Sobre esto debemos comprender que para la gente en tiempos del Antiguo Testamento:

“Las buenas y las malas acciones de las personas debían ser recompensadas en vida, y la gente malvada debía recibir el merecido de sus acciones y castigos antes de morir. Esa convicción ponía claramente de manifiesto la importancia y necesidad de la justicia divina, que retribuía a las personas de acuerdo con sus acciones en la vida. Y fundamentados en esas convicciones, los salmistas solicitaban ardientemente al Señor las manifestaciones claras de su justicia”.[3]

Al mismo tiempo, es importante aclarar que cada salmo imprecatorio tiene un contexto que debemos estudiar para interpretarlo de manera correcta. Antes de apresurarnos a creer que no deberían estar en la Biblia, necesitamos considerarlos a la luz de todo el consejo bíblico, interpretarlos de acuerdo a las reglas hermenéuticas propias de su género literario y reconocer que Dios tuvo propósitos claros al dejarlos en las Escrituras.

Más que replicar las oraciones imprecatorias, somos llamados a comprender su mensaje, propósito y lecciones que Dios dejó en ellas para nosotros. No olvides que dos características esenciales de los salmos imprecatorios son expresar confianza en Dios y buscar la gloria de Dios. De manera que yo no me apresuraría a catalogar como prescriptivos una serie de salmos descriptivos de la perfección divina y la imperfección humana.

Cristo mostró en el Nuevo Testamento una nueva forma de orar por quienes nos infligen daños severos (Lc 6:27-36). Él nos reveló que incluso aquellas experiencias que parecen malas redundan para gloria de Dios (Jn 9:3; Ro 8:16-17, 28). Con esto en mente, hoy podríamos hacer oraciones imprecatorias pero no necesitamos expresarlas, máxime si vienen de un corazón cargado de resentimiento, odio y pecado. Podemos acercarnos con confianza al trono de la gracia para recibir el oportuno socorro, pero debemos hacerlo con un corazón humilde, perdonador y anhelando honrar al Dios que mostró de forma abundante su amor, misericordia y perdón para nosotros.


[1] Estos son algunos salmos imprecatorios: Sal 5:10; 9:19; 10:15; 17:13; 28:4; 31:17-18; 35:4-8, 26; 40:14-15; 54:5; 55:9,15; 56:7; 58:6-8; 59:5,11-15; 68:1-2; 69:22-28; 70:2-3; 71:13; 79:6, 10, 12; 83:9-17; 94:1-2; 104:35; 109:6-20, 29; 118:9-17; 137:7-9; 141:10.
[2] Gary Williams, Salmos: Alabanza y clamor a Dios (Puebla, México: Ediciones Las Américas, 1995) p. 107.
[3] Alfonso Ropero, Ed. Gral. “Salmos”, Gran diccionario enciclopédico de la Biblia (Barcelona: Editorial Clie, 2014) p. 3705.
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