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Lo sentí ayer. «Creo que es hora de dejar este ministerio… o quizás el ministerio en general. Me dedicaré a algo diferente en donde no sienta las mismas presiones y en donde no vea tan claramente mis debilidades».

Aunque llevo dieciséis años en el ministerio a tiempo completo, creo que me siento así una vez cada quince días. ¿Qué hacemos cuando nos embarga este sentimiento de inquietud, este deseo de dejar el ministerio en que servimos?

Quizás eres pastor y el ministerio ha sido frustrante. Tus sueños ministeriales no se han cumplido; no ves mucho fruto y no sabes si debes seguir en la iglesia en que sirves. No tienes que ser pastor o misionero para sentirte así. Puedes ser diácono, profesora de escuela dominical o manejar el sonido en tu iglesia y que también experimentes un deseo de abandonar tu ministerio. 

¿Qué hacemos cuando nos sentimos así? ¿Cómo manejamos bíblicamente estos sentimientos? En este artículo quiero compartir cómo el Señor ha usado estas luchas en mi vida y cómo las Escrituras nos pueden orientar al respecto. 

Cumple el ministerio que recibiste

El principio más básico sobre este tema está en la exhortación de Pablo a Arquipo: «Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor» (Col 4:17, RV1960).

No sabemos mucho sobre Arquipo, pero él tenía un ministerio en Colosas y era «compañero de lucha» de Pablo (Flm 2). La exhortación de Pablo nos permite ver que Arquipo necesitaba ser animado para cumplir su ministerio.

Aunque esta instrucción se dirigía a él de manera personal, encontramos un principio aplicable a todos: debemos mantenernos fieles en el ministerio que recibimos en el Señor hasta cumplirlo.

Si estamos convencidos de que Dios nos quiere todavía en donde estamos, no debemos irnos

Por tanto, si hemos recibido un ministerio del Señor, debemos hacernos algunas preguntas si sentimos el deseo de dejarlo: ¿Puedo dejar este ministerio con buena conciencia? ¿He perseverado como Dios quiere? ¿Estará el Señor contento con esta decisión? ¿Puedo decir que cumplí el ministerio que Dios me encomendó?

Debemos someter nuestros sentimientos a la voluntad del Señor. Si estamos convencidos de que Dios nos quiere todavía en donde estamos, no debemos irnos, pero ahí está el asunto: ¿Cómo lo podemos saber?

Habla con otros sobre tus luchas

«Sin consulta, los planes se frustran, pero con muchos consejeros, triunfan» (Pr 15:22). Doy gracias al Señor por los amigos que me ha dado en la vida y en el ministerio.

Con el otro pastor de nuestra iglesia aquí en Santa Marta, Colombia, puedo hablar sobre estas dificultades con transparencia. Él me escucha y aconseja, me ayuda a ver mis puntos ciegos y evaluar mi ministerio con más objetividad. Mi esposa también sabe escucharme y ayudarme cuando me siento desanimado o inquieto.

La peor forma de manejar estas luchas internas es tragártelas sin contarle a nadie lo que sientes. ¡No lo hagas! Busca con quién hablar para recibir retroalimentación sobre tus pensamientos y para que no te equivoques al dejar un ministerio en donde debas estar todavía un tiempo más.

Haz ajustes sabios

¿En qué piensas cuando contemplas tu ministerio actual? Tal vez sientas un peso en el corazón o una falta de gozo porque ves aspectos del ministerio que te desaniman. Si es así, los sentimientos de desánimo pueden servir de motivación para hacer cambios sabios en tu vida y ministerio. 

¿Has visto esos programas de televisión en donde un grupo de trabajo llega a una casa para remodelarla? La familia ha vivido por años en la misma casa aguantando incomodidades, pero cuando llegan los expertos encuentran formas, a veces no costosas, de mejorar la casa y así la calidad de vida de la familia.

Esto es similar en el ministerio. Muchas veces seguimos haciendo «lo mismo de siempre» sin evaluar cómo podríamos hacer ajustes para sentir más gozo y buscar producir más fruto.

Por ejemplo, un pequeño cambio que podrías hacer es invitar a otra persona a acompañarte en tus tareas. Si eres profesor de escuela dominical, empieza a entrenar a otra persona. Si vas a hacer una visita, llama a alguien para acompañarte. Si eres pastor y te dedicas a muchas tareas administrativas, busca la ayuda de un asistente o entrena a los diáconos a hacer más de estas tareas.

La mejor forma de tomar decisiones no es mística, sino que se trata de buscar la sabiduría de Dios y la ayuda de consejeros sabios

Si dedicas un tiempo a reflexionar en qué podrías cambiar, seguro encontrarás formas para aliviar algunas de las frustraciones que sientes en el ministerio. 

Explora otros ministerios con calma

La Palabra de Dios no enseña que tengas que estar en el mismo ministerio para siempre. Sin embargo, Dios quiere ver fidelidad en la forma en que exploras otros panoramas ministeriales. Pensar en un cambio ministerial no debe convertirse en una obsesión, sino que debes orar y buscar la voluntad de Dios con calma.

Esto tiene que ver con la forma en que entendemos la voluntad de Dios y la toma de decisiones. Creo que la mejor forma de tomar decisiones no es mística, sino que se trata de buscar la sabiduría de Dios y la ayuda de consejeros sabios. Si quieres estudiar más al respecto te recomiendo el libro Haz algo de Kevin DeYoung y el curso Dirección del ministerio 9Marcas, sobre cómo tomar decisiones. 

En mi caso, he explorado la posibilidad de servir en otros ministerios y Dios me ha enseñado algo valioso con cada experiencia. Por ejemplo, he ido a varios seminarios para contemplar la opción de servir como profesor y en cada uno de ellos aprendí lecciones valiosas para el ministerio en donde me encuentro actualmente. 

Hace poco tuve una conversación con el director de un ministerio que dicta cursos de entrenamiento para pastores. Me encantó hablar con él, pero al terminar la llamada supe de inmediato que ese ministerio no era para mí. «Podríamos hacer lo mismo aquí en Colombia», pensé. A veces somos como Innocent Smith en la novela El hombre vivo, de G. K. Chesterton, quien viajó alrededor del mundo para regresar a su casa y entender que debía estar allí. 

Explorar otras opciones con calma no es malo, sino que Dios lo puede usar para fortalecerte en donde estás o también para moverte a otro ministerio sin que tomes una decisión apresurada. 

Busca un lugar tranquilo

El Señor Jesús valoraba el tiempo a solas con el Padre. Se apartaba para orar (Lc 6:12) y también invitó a Sus discípulos a ir a «un lugar tranquilo» para descansar (Mr 6:31, NVI). Apartarte a un lugar para reflexionar es un hábito que te ayudará si estás contemplando un cambio de ministerio.

Escribo estas palabras sentado en un café bohemio en Minca, un pueblito que queda en la Sierra Nevada a 14 kilómetros de mi casa. Escucho pájaros trinar y la conversación de algunos turistas. Hace meses empecé a venir aquí periódicamente para estudiar, orar y reflexionar en mi vida y ministerio. ¡Ha sido un cambio pequeño pero valioso!

Todo lo que tenemos es gracias a la obra de Cristo, no a nuestros esfuerzos

¿Tienes un lugar así? Te animo a pensar en cómo apartar tiempo lejos del ruido y las presiones cotidianas de la vida para recargar tus baterías espirituales. Donald Whitney, en su libro Disciplinas espirituales para la vida cristiana, incluye «el silencio y el retiro» como una disciplina espiritual. Cuando estás contemplando un cambio ministerial, esto es indispensable. 

Medita en el evangelio

A veces nuestras dificultades en el ministerio tienen que ver con un sentido de culpabilidad: «Debo producir más fruto… soy un fracaso… no merezco tener este ministerio». En estos pensamientos, brilla la ausencia del evangelio; olvidamos que todo lo que tenemos es gracias a la obra de Cristo, no a nuestros esfuerzos.

¡Por supuesto que no merecemos estar en el ministerio! Pablo tenía esto claro: «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí» (1 Co 15:10). 

En medio de un mar de pensamientos centrados en nosotros, ¿qué podemos hacer? Pongamos «la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3:2). Fijémonos en Cristo y Su gracia. Así recobraremos el gozo de servirle.

Corre con perseverancia

No puedo decirte si debes seguir en el ministerio en el cual estás o no. Sin embargo, espero que estos principios te ayuden a evaluar mejor lo que sientes.

Quiero dejarte (¡y a mí también!) un último consejo del autor de Hebreos: «corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Heb 12:1). Ya sea donde estás o en otro lugar, nunca olvides que debes correr con perseverancia la carrera que Dios trazó para ti. Él anhela verte corriendo con perseverancia y sabiduría hasta cumplir el ministerio que Él te ha dado.

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