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Si le preguntas a Google: “¿Cuál es la edad del universo?”, la respuesta que encontrarás es 13.7 mil millones de años. Si bien ese número no está escrito en piedra (hablaremos sobre eso más adelante), el consenso de la comunidad científica es que el universo es viejo, ¡muy viejo! Pero ¿qué dice la Biblia al respecto?

Dios, en el principio

Don Carson escribió: “Cuando los cristianos hablan hoy acerca de la doctrina de la creación, gran parte de la discusión inmediatamente se enfoca en cuándo ocurrió la creación, cómo se relaciona con las afirmaciones evolucionistas, tierra vieja, tierra joven, y cosas similares. Ciertamente, esas preguntas son importantes, pero no son el lugar en el que la Biblia misma coloca el énfasis principal”.

Es importante recordar que, aunque Génesis 1 puede hablar a nuestro entendimiento sobre la edad de la tierra, ese no es el objetivo principal del pasaje. La Biblia no está para satisfacer nuestras curiosidades. Dicho esto, reconocemos que las preguntas sobre la edad del universo importan, y vale la pena explorarlas en sabiduría y mansedumbre.

A lo largo de la historia de la Iglesia, los creyentes comprometidos con la autoridad de la Escritura han interpretado de maneras distintas el texto de Génesis 1. San Agustín escribió: “En cuanto a estos ‘días’, es difícil, tal vez imposible pensar, y mucho menos explicar con palabras, lo que significan”.[1] R. C. Sproul dijo: “Cuando las personas me preguntan qué tan vieja es la tierra les digo ‘no lo sé’, porque no lo sé. […] La Biblia no nos ofrece una fecha para la creación”. Llegar a una conclusión definitiva sobre la edad del universo a partir del texto de Génesis no es tan sencillo como parece.

El creacionismo del día-era es una de las maneras en que se puede interpretar el registro de Génesis 1. Esta postura explica que los días de la creación no fueron periodos de 24 horas, sino periodos (o eras) mucho más largos, de millones o miles de millones de años. 

Para exponer los argumentos de este tipo de creacionismo, recurriremos al equipo de Reasons to Believe [Razones para creer], ministerio fundado por el astrónomo y autor Hugh Ross. Ross es probablemente el proponente más conocido del creacionismo del día-era.

Las evidencias de la Biblia

Jeff Zweerink, astrofísico y apologeta, escribe cuatro argumentos bíblicos a favor de la teoría del día-era:

  1. Existen diferentes tipos de días en Génesis 1. El sol y la luna no aparecen hasta el cuarto día, por lo que los tres días anteriores se refieren a algo distinto al día solar. El séptimo día también es distinto, pues no se mencionan la tarde y la mañana, como en los demás.
  2. El séptimo día, el día del reposo del Señor, continúa hasta hoy (Heb. 4:1-11). Si el séptimo día puede abarcar un periodo mayor a 24 horas, ¿por qué los demás no?
  3. En Génesis 2:4 la palabra “yom” (día) se utiliza para referirse a todo el proceso creador del Señor. Esto muestra que el autor de Génesis utilizó esta palabra para referirse a periodos mayores de 24 horas.
  4. Finalmente, Zweerink expone que los sucesos del sexto día (creación de Adán, introducción del árbol del conocimiento del bien y el mal, el nombramiento de los animales, el sueño de Adán, la creación de Eva y su presentación a Adán) sugieren un periodo mayor de 24 horas.

En este artículo de Coalición puedes leer más sobre si el texto de Génesis 1 demanda una tierra joven.

Las evidencias de la ciencia

Ante la pregunta “¿Qué tan viejo es el universo?”, la NASA responde: “No sabemos la edad exacta del universo, pero creemos que son unos 13 mil millones de años, sumando o restando unos cuantos miles de millones. Los astrónomos estiman la edad del universo de dos maneras: (a) buscando las estrellas más antiguas; y (b) midiendo la tasa de expansión del universo y extrapolando de vuelta al Big Bang”.

Calcular con exactitud los años que tiene el universo no es una tarea fácil. El astrónomo de Harvard, Avi Loeb, expresó: “Es difícil estar seguro de tus conclusiones [sobre la edad del universo] si utilizas una regla que no comprendes por completo”. Loeb se refiere a la constante (o parámetro, porque parece que no es tan constante) de Hubble, cuyo valor exacto sigue siendo un misterio. Esta constante determinará qué tan rápido se expande el universo. Si la constante es mayor, significa que el universo se está expandiendo más rápido. Y si se está expandiendo más rápido, entonces llegó a su tamaño actual más rápidamente… lo que significa que es más joven.

Con todo, el consenso de la comunidad científica —a partir de la observación de las estrellas y el movimiento de las galaxias—, incluso en las estimaciones más conservadoras, es que el universo tiene miles de millones de años de antigüedad. 

Además de la evidencia cosmológica, nuestro propio planeta ofrece evidencia de ser mucho más viejo de los 6,000-10,000 años que el creacionismo de tierra joven propone. En este artículo, Gregg Davidson y Ken Wolgemuth, geólogos cristianos, exponen cómo es que los anillos de los árboles y las varvas (capas sedimentarias que se acumulan anualmente formando láminas) revelan que la tierra tiene más de 50,000 años de antigüedad. El análisis considera la posibilidad de que un diluvio pudiera haber ocasionado la acumulación sedimentaria observada, sin embargo, los datos no respaldan esa teoría. El carbono-14 es un isótopo radioactivo que se emplea para el fechado de ejemplares orgánicos. Si el diluvio hubiera afectado la formación de las varvas observaríamos alguno de estos comportamientos en la gráfica: (a) miles de varvas formadas en el año del diluvio, (b) un aumento de la concentración de carbono-14 en el diluvio, (c) una disminución de la concentración de carbono-14 en el diluvio o un decaimiento más rápido de este isótopo, o (d) una variabilidad muy alta en la concentración de carbono-14 debido al diluvio.

Sin embargo, lo que se observa es lo siguiente:

Davidson y Wolgemuth escriben: “El alto grado de linealidad (rectitud) de estos datos tiene dos posibles interpretaciones: (1) 50,000 varvas representan aproximadamente 50,000 años, y el hecho de que las varvas [del lago] Suigetsu [uno de los lagos mejores estudiados por los científicos, pues sus varvas se han preservado durante muchísimos años] llegan a aproximadamente 100,000 significa que la historia de la Tierra también debe extenderse al menos 100,000 años; o (2) Dios comenzó con una rápida tasa de decaimiento del carbono-14 y decenas de floraciones y muertes de diatomeas cada año, pero luego de manera intencional y precisa ralentizó cada uno de los procesos independientes y no relacionados de manera que parezca falsamente que los datos confirmaran la precisión del carbono-14 y el conteo de varvas como métodos legítimos para determinar la edad. La opción 2 debería ser inaceptable para todos los cristianos, porque significa que Dios manipuló su creación para que el estudio de la misma contara de manera convincente una historia que, de hecho, no es cierta”.

Otras posturas

El Dr. Jason Lisle del ministerio Answers in Genesis [Respuestas en Génesis] (que afirma el creacionismo de tierra joven) escribe que “El universo fue creado maduro en el sentido de que era completo y funcional para el final del sexto día; pero esto no es lo mismo que la ‘edad’. […] Ya que la ciencia lidia con la previsibilidad del presente, no puede responder de manera definitiva las preguntas de historia, como la edad”. En este artículo de Coalición puedes leer más sobre las razones para interpretar los días de Génesis 1 como periodos de 24 horas.

Es importante mencionar que no todos los creacionistas que afirman que el universo es viejo creen que los días de la creación fueron eras de millones de años. Dentro del creacionismo de tierra vieja existen diversas posturas además de la del día-era: la teoría de la brecha, la evolución teísta, el tiempo cósmico, el creacionismo progresivo, y la interpretación del esquema conceptual son ejemplos de ellas. 

El cristiano se deleita en saber que los cielos cuentan la gloria de Dios. Se deleita al mirarlos y encontrarse cara a cara con Su creador. Puede que no tengamos todas las respuestas definitivas en cuanto a los detalles de la creación, pero podemos seguir estudiando la revelación natural (el mundo) y la especial (la Biblia) confiando en que el Autor de ambas no se contradice.


[1] St. Augustine, City of God (New York: Penguin, 1984), Book 11, Section 6, 436.


Imagen: Unsplash
Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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