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Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes clave de este evento.

En una fría noche de abril, doce monjas se deslizaron silenciosamente en una carreta de pescado y esperaron a que el consejero municipal Leonard Koppe comenzara a manejar, contando los tensos minutos hasta que su vocación monástica terminara para siempre.

Estas mujeres, contrabandeadas desde el convento en Nimbschen, Alemania (en una fuga planeada por Martín Lutero), se arriesgaban a ser castigadas como criminales si las atrapaban, y desafiaban un futuro incierto si tenían éxito. Dependían totalmente de la voluntad de su familia de “albergar” a los fugitivos volviéndolos a recibir en sus hogares. Las monjas cuyas familias las rechazaron tendrían que hacerse de un esposo, o descubrir una forma rara de empleo femenino por el cual podrían mantenerse independientemente.

Catalina von Bora, una de estas monjas, no encontró ningún recurso en estas opciones, y después de que ella experimentó dos propuestas fallidas de matrimonio, Lutero se sintió responsable de la ex-monja. La aguerrida Catalina finalmente insistió en que solo se casaría con Lutero o su amigo Nicolás von Amsdorf. Aparentemente, Lutero aceptó el desafío y se casó con la monja fugitiva el 13 de junio de 1525.

La esposa del pastor

El matrimonio con Lutero fue una retirada social para Catalina, que nació en una familia noble, con generaciones de linajes señoriales. También la catapultó al escándalo y al ridículo público. ¡Erasmo de Rotterdam incluso predijo que la unión daría como resultado el nacimiento del Anticristo!

A pesar del ambiente tumultuoso para su controvertido matrimonio, la unión resultó ser cariñosa, amorosa, fructífera, fiel, y duradera. La pareja se mudó a su nuevo hogar, apodado “El Claustro Oscuro”, y Catalina fue pionera en un “nuevo” llamado que había estado ausente en la época medieval: la esposa del pastor.

La mañana después de su boda, Catalina inició su nuevo llamado al servir el desayuno a los pocos amigos que habían asistido a la ceremonia la noche anterior. El papel de Catalina como esposa del famoso Reformador, madre de seis hijos biológicos (y varios huérfanos), y administradora de su casa pastoral (otra innovación de la Reforma) y su propiedad, se convirtió en un modelo instructivo para las esposas de pastores protestantes de esa época.

Los reformadores establecieron firmemente este papel como un gran llamado vocacional con bases teológicas y bíblicas, y le dieron una nueva dignidad a las mujeres cristianas al incluir el trabajo doméstico en el ministerio del evangelio, transformando así el modelo de la mujer cristiana de su antiguo ideal medieval (es decir, monja).

Dios en cada tarea

Para Catalina, este llamado implicó cuidar a Lutero, apoyar su trabajo y viajes, nutrir a sus hijos, y una amplia variedad de tareas relacionadas con su casa pastoral. Ella renovó el abandonado monasterio agustino que servía como su hogar; recibió a los invitados que se quedaron en sus cuarenta habitaciones; sirvió comidas a treinta o cuarenta personas regularmente y banquetes para más de cien; y creó un hogar autosostenible comprando y cultivando tierras de cultivo para jardines, huertos, y animales para proporcionar alimentos a la familia y a los invitados, así como para preparar pan, queso, y cerveza.

De acuerdo con la visión de los reformadores de que toda la vida es espiritual, Catalina no distinguió entre tareas “prácticas” y “espirituales”, pero encontró energía para su trabajo diario en que servía a Dios en todas las tareas. Su compromiso con la teología se limitó a su participación en las “charlas de mesa” que los Lutero organizaban en su casa pastoral. Sabía bastante Latín y las Escrituras para participar en acalorados debates a la hora de la cena, un hábito que aparentemente alentó Lutero.

“Me aferraré a Cristo”

En 1542, Catalina y Lutero lloraron la pérdida de su hija de 13 años, Magdalena, de la cual Lutero escribió: “Mi esposa y yo solo debemos dar gracias con alegría por una partida tan feliz y un bendecido final [para Magdalena]… sin embargo, la fuerza de nuestro amor natural es tan grande que no podemos hacer esto sin llorar y afligirnos en nuestros corazones, o incluso sin experimentar la muerte nosotros mismos… incluso la muerte de Cristo… no es totalmente capaz de quitar esto, como debería”.

Este dolor solo sería comparado al dolor de Catalina por la muerte misma de Martín en 1546, que describió en una de sus pocas cartas sobrevivientes:

“Verdaderamente mi dolor es tan profundo que no hay palabras que puedan expresar mi angustia a ninguna persona y no sé como procesar lo que siento… No puedo comer ni beber. Ni volver a dormir. Si hubiera sido dueña… de un imperio no me hubiera sentido tan mal de perderlo, como lo hice cuando nuestro querido Señor Dios quitó de mí, y no solo a mí, sino a todo el mundo, a este hombre digno y querido”.

Catalina pasó el resto de sus días buscando el apoyo de los antiguos partidarios de Lutero con la esperanza de mantener su hogar y a sus hijos, hasta que murió después de caerse de una carreta en diciembre de 1552. En su lecho de muerte, ella proclamó: “Me aferraré a Cristo como una planta con espinas a un abrigo”.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Ivan Díaz.
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