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Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
Inclinen ustedes su oído a las palabras de mi boca.
En parábolas abriré mi boca;
Hablaré enigmas de la antigüedad,
Que hemos oído y conocido,
Y que nuestros padres nos han contado.
(Salmos 78:1-3)

Hay una historia que deberíamos estar contando. Se trata de un pueblo que se olvida de un Dios inolvidable. Este olvido los lleva a ignorar su paciencia y su provisión. Les permite descartar sus milagros. La historia es fascinante debido al poder de Dios, pero a la vez es terrible a causa del pecado del hombre.

Me imagino a una clase de escuela dominical llena de niños sentados con las piernas cruzadas, inclinándose hacia adelante con cejas arqueadas. El gráfico de franela se ha abandonado y sólo queda un maestro contándole a sus estudiantes algo verdadero.

En el Salmo 78, Asaf nos dice que hablara “enigmas de la antigüedad” (v. 2). Él no ocultará estas historias de los niños, porque Dios no lo hizo (vv. 5-8). La historia resulta ser familiar, pero el objetivo es claro: la compartimos para que nuestros hijos no se olviden de las obras de Dios (v. 7).

Y mirando a Israel en uno de sus peores momentos de infidelidad, nos damos cuenta de nuestra propia relación compleja con el pecado.

Los milagros que olvidamos

El salmista menciona algunas de las historias más famosas de la historia de Israel: las diez plagas (v. 12), la separación del Mar Rojo (v. 13), y el agua de las rocas del desierto (vv. 15-16). Pero de alguna manera, aunque parezca increíble, estos son los mismos milagros de los que el pueblo de Dios se olvida (vv. 9-11).

Esto nos debería poner en shock, no solo a los niños, pero también a nosotros. ¿Cómo puede alguien olvidar el poder temible detrás de las plagas o la partición de las aguas? Pero tan a menudo vivimos como si esos milagros no fueran realmente suficientes. Eso fue lo que Efraín hizo (v. 9).

Ponemos a prueba a Dios cuando nuestro deseo de satisfacer nuestros deseos de la carne son mayor que nuestro deseo de honrarlo. Después de haber sido liberados varias veces, Israel lo puso a prueba en su corazón, exigiendo la comida que ellos deseaban. Así que Dios se las dio. Ellos querían carne, entonces se las hizo llover como polvo. ¿Has escuchado a un niño pedir más comida cuando aún todavía está mascando la que se le dio? ¿Alguna vez has exigido más de Dios antes de apreciar lo que ya te ha dado, antes de agradecerle de la comida que todavía está en tu boca? En lugar de aceptar los buenos dones de Dios, Israel cuestionó su capacidad de proveer. Encontraron su misericordia pasada insuficiente para el presente.

Me recuerda a la escena de Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate, donde Violeta exige un pedazo del nuevo chicle experimental de Wonka. A pesar de estar rodeada de plantas comibles y papel tapiz, ella quiere la goma de mascar. Wonka le advierte que no la coma, pero ella la agarra de todos modos y la mete en su boca. Él la observa sacudiendo la cabeza y cuando se convierte en arándano, no se sorprende.

Un arco positivo debería haberse desarrollado después de que el Señor castigo a Israel. Deberían haber aprendido la lección, arrepentido, y avanzado en la fe. Este era el tiempo perfecto para sentarse alrededor de la fogata en el desierto y compartir las historias de la fidelidad de Dios. Era el tiempo para contarle al niño Benjie lo rojo que se veía ese día el Rio Nilo y lo entusiasmados que se sintieron al escapar de Egipto durante la primera Pascua. Era el tiempo en el que debieron haber recordado como Dios saco a su pueblo como ovejas y como a rebaño los condujo en el desierto (v. 52). Tiempo para recordar como Dios actuó como Padre fiel y fuerte.

Pero no lo hicieron.

Arrepentimiento insincero

Israel parecía arrepentido por un tiempo cuando Dios los castigo después de una de sus rebeliones. Le daban culto de labios. Pero su corazón no era leal para con Él (vv. 34-37).

¿Puede usted identificarse con esto? ¿Alguna vez se han disculpado sus hijos solo para evitar la disciplina? ¿Alguna vez ha murmurado una oración de arrepentimiento antes de tomar la comunión sabiendo muy bien que su pecado aun toma un lugar en su corazón? Es absolutamente increíble la manera en la cual Dios responde a Israel, y a nosotros, cuando somos insinceros:

Pero El, siendo compasivo, perdonaba sus iniquidades y no los destruía;
Muchas veces contuvo Su ira,
Y no despertó todo Su furor.
Se acordaba de que ellos eran carne,
Un soplo que pasa y no vuelve
(vv. 38-39).

Me gustaría poder decir que esta compasión increíble fue tomada con corazones humildes. Pero, al igual que tan a menudo hacemos, Israel abusó de su gracia al permitir que abundara el pecado (Rom 6:1). Se burlaron de la paciencia de Dios (vv. 58-59) y encontraron ídolos que les gustaban más. Es un día muy obscuro cuando se le pide al Buen Pastor que remueva su cayado de protección. Esto es lo que Asaf relata en la segunda mitad del salmo. Al igual que con la carne, Dios les da lo que desean. El quita su presencia y los deja a la protección de sus ídolos.

Pero el castigo divino, aunque es terrible, no es la parte más oscura de esta historia. La parte más oscura es el pecado humano: la razón por la cual el juicio de Dios debe existir. El pecar es la respuesta más atroz en el universo para un Dios fiel y paciente (Dt 7: 9; 2 Tes 3: 3; Heb 10: 2; 2 Tim 2:13).

A pesar de todo esto, siguieron pecando;
A pesar de sus maravillas, no creyeron (v. 32).

La historia más espantosa

¿Han llegado nuestros hijos a comprender la profundidad de las maravillas de Dios? ¿Lo has llegado a comprender tú? Si nosotros no lo hacemos, ellos tampoco lo harán.

Tenemos que hablar con ellos de lo que Dios ha realizado en nuestras vidas, en las vidas de nuestros amigos, en la historia humana, y en su Palabra. Las historias de su fidelidad deben inundar nuestras salas y ser apiladas en lo alto en nuestras burós. Las historias de su creación, su conocimiento complejo, y su amor extravagante en Cristo deben estar a menudo en nuestros labios que la idea de olvidarse de él sería absurda.

Cuéntale a tus hijos esta historia hasta que se sorprendan: no de cuando Dios castiga a Israel, pero de cuando Israel rechaza a Dios.

¿Cuál es la historia más espantosa que puedes pensar? La historia más obscura de la cual Dios puede pensar es de cuando su propio pueblo —el cual compro y llevó a la seguridad— se olvida de él, se queja de su provisión, y lo dejan por otros dioses.

Si esta no es la historia más oscura de la que podemos pensar entonces no la estamos contando correctamente.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Yajaira Marmolejo. Credito de imagen por Lightstock.
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