¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Al padre de la iglesia Atanasio lo han apodado Atanasio contra mundum, que quiere decir: “Atanasio contra el mundo”.

El título proviene de la batalla que enfrentó a lo largo de su vida para explicar y defender la deidad de Cristo cuando parecía que el mundo entero estaba abandonando la ortodoxia. Atanasio se mantuvo firme contra esta abrumadora deserción de la ortodoxia, a pesar de que el alba del triunfo apareció hasta al final de su vida.

La herejía de Arrio

La guerra se desencadenó en el 319 d. C. Un diácono en Alejandría llamado Arrio, que había nacido en el año 256 en Libia, le presentó una carta al obispo Alejandro argumentando que si el Hijo de Dios era realmente hijo, debería haber tenido un comienzo, y por lo tanto debía haber un tiempo cuando él no existía.

Atanasio, que nació en el 298, en Egipto, tenía poco más de 20 años cuando estalló la controversia. Era más de 40 años más joven que Arrio (esto es una lección sobre cómo la generación más joven puede ser más bíblicamente fiel que la anterior). Atanasio estaba al servicio de Alejandro, el obispo de Alejandría. Casi nada se sabe de su juventud.

En el 321 se convocó un sínodo en Alejandría, y Arrio fue depuesto de su cargo y sus puntos de vista declarados herejía. Atanasio, a los 23 años, escribió la deposición para Alejandro. Este vendría a ser su rol por los próximos 52 años: escribir para declarar las glorias del Hijo de Dios encarnado. La deposición de Arrio desató 60 años de conflicto eclesiástico y político en todo el imperio.

Eusebio de Nicomedia (actualmente Izmit, Turquía) tomó la teología de Arrio y se convirtió en “la cabeza y el centro de la causa arriana” (Padres nicenos y post-nicenos, vol. 4, xvi). Durante los siguientes 40 años, la parte oriental del Imperio romano (medida a partir de la Estambul moderna hacia el este) fue principalmente arriana. Esto fue así a pesar de que el gran Concilio de Nicea en 325 decidió a favor de la deidad completa de Cristo. Cientos de obispos firmaron, y luego retorcieron el lenguaje para decir que el arrianismo realmente encajaba en la redacción de Nicea.

La detonación del imperio

Cuando el mentor de Atanasio, Alejandro obispo de Alejandría, murió el 17 de abril de 328, tres años después del Concilio de Nicea, la responsabilidad por Egipto y la causa de la ortodoxia recayeron en Atanasio. Fue ordenado obispo el 8 de junio de ese año. Este obispado era el segundo en la cristiandad después de Roma. Tenía jurisdicción sobre todos los obispos de Egipto y Libia. Bajo Atanasio, el arrianismo se extinguió por completo en Egipto. Y desde Egipto, Atanasio ejerció su influencia en todo el imperio en la batalla por la deidad de Cristo.

Dos años después de asumir el cargo de obispo de Alejandría, Atanasio se convirtió en el detonante de la controversia. A la mayoría de los obispos que habían firmado el Credo de Nicea no les gustaba llamar a las personas herejes, aun estando en desacuerdo con esta afirmación básica de la deidad de Cristo. Querían deshacerse de Atanasio y su pasión por esta causa. Entonces Atanasio fue acusado de cobrar impuestos ilegales. Hubo acusaciones de que era demasiado joven cuando fue ordenado, que usó magia, que subsidió a personas traidoras, y más. A Constantino tampoco le gustó la postura rígida de Atanasio y lo llamó a Roma en 331 para enfrentar las acusaciones que los obispos estaban trayendo. Los hechos lo absolvieron, pero su defensa de la redacción Niceana sobre la deidad de Cristo era cada vez menos popular.

Eventualmente Atanasio fue condenado y huyó en un bote con cuatro obispos y llegó a Constantinopla. Los acusadores descartaron sus imputaciones anteriores y crearon otra con testigos falsos: Atanasio había intentado matar de hambre el capitolio de Constantino impidiendo el envío de trigo desde Alejandría. Eso fue demasiado para Constantino, e incluso sin evidencia que lo condenara, ordenó desterrar a Atanasio a Tréveris (Trier, cerca de lo que hoy es Luxemburgo). Atanasio partió al exilio el 8 de febrero de 336.

Siete años de ausencia

Constantino murió al año siguiente, y el imperio se dividió entre sus tres hijos, Constancio (tomando el este), Constante (tomando Italia e Ilírico), y Constantino II (tomando los Galos y África). Uno de los primeros actos de Constantino II fue restaurar a Atanasio a su cargo en Alejandría el 23 de noviembre de 337.

Dos años más tarde, Eusebio, el líder de los arrianos, convenció a Constancio para que se deshiciera de Atanasio. Tomó en sus manos el poder eclesiástico, declaró a Gregorio como obispo de Alejandría, puso a su propio gobernador secular a cargo de la ciudad, y usó la fuerza para tomar los aposentos y las iglesias del obispo. Atanasio se vio obligado a abandonar la ciudad para evitar más derramamiento de sangre.

Este fue el comienzo de su segundo exilio, el tiempo más largo que pasó lejos de su rebaño. Se fue el 16 de abril del 339 y no regresó hasta el 21 de octubre del 346. Los otros dos hijos de Constantino apoyaron a Atanasio y llamaron al Concilio de Sárdica (ahora Sofía, Bulgaria), que lo vindicó en agosto del 343. Pero pasaron tres años hasta que los factores políticos se dieran para su regreso. Con gran regocijo, Atanasio fue finalmente devuelto a su gente después de estar siete años fuera.

De las mandíbulas del diablo

El 18 de enero del 350, Constante fue asesinado. Esto liberó a Constancio para consolidar su poder y atacar sin oposición a Atanasio y a la teología nicena. Los habitantes de Alejandría resistieron un asalto armado a la ciudad por parte del secretario del emperador Diógenes en 355, pero al año siguiente Constancio envió a Siriano, su comandante militar, a ejercer el control del emperador en Alejandría.

El 8 de febrero de 356, los soldados irrumpieron en la iglesia más grande de Alejandría mientras Atanasio preparaba a los fieles para la comunión de la mañana siguiente. Mientras los soldados entraban, Atanasio tomó su asiento y le dijo al diácono que dirigiera la congregación en el salmo 136. Cada vez que la congregación respondía: “Porque para siempre es Su misericordia”, los soldados avanzaban hacia Atanasio, quien rechazó, hasta que todas las personas estuvieran a salvo, las súplicas del obispo de que huyera. Un grupo de monjes y otros líderes finalmente tomaron a Atanasio y lo sacaron de la escena en medio de la confusión de la multitud. Él permanecería alejado de su gente por los próximos seis años.

Pero en la hora más oscura para Atanasio y para la causa de la ortodoxia, el alba estaba a punto de aparecer. Este tercer exilio demostró ser el más fructífero. Protegido por un ejército absolutamente fiel de monjes del desierto, nadie pudo encontrarlo, y produjo sus obras escritas más significativas: Historia de los arrianos, los cuatro Discursos contra los arrianos, las cuatro Cartas dogmáticas a Serapión, y Carta sobre los sínodos celebrados en Rimini y Selencia. Es una de las ironías típicas de la providencia de Dios que el triunfo sobre el arrianismo sucedería en gran parte a través del ministerio de una vida fugitiva, y escribiendo casi al borde de la muerte.

Atanasio regresó a Alejandría el 21 de febrero del 362, por otra ironía. El nuevo y abiertamente pagano emperador, Julián, revirtió todos los desterramientos de Constancio. El favor duró solo ocho meses. Pero durante estos meses Atanasio convocó un sínodo en Alejandría y dio una consolidación y reconciliación más formal a los logros que había obtenido en los últimos seis años de su escritura. Tuvo un tremendo impacto en el creciente consenso de la iglesia a favor de la ortodoxia nicena. Jerónimo dice que este sínodo “arrebató al mundo entero de las fauces de Satanás”, y Archibald Robertson lo llama “la corona de la carrera de Atanasio” (Padres nicenos y post-nicenos, vol. 4, lviii).

Atanasio contra mundum debe inspirar a cada pastor a mantenerse firme de manera mansa, humilde, y valiente, siempre que una verdad bíblica esté en juego.

El punto de convergencia que este sínodo dio a la ortodoxia en 362 permitió que las fuerzas reunificadoras de la cristiandad oriental pudieran resistir el arrianismo político bajo el emperador Valente, que reinó del 364 al 378.

Fin de los exilios

Pero en octubre de 362 Atanasio fue nuevamente expulsado de su cargo por la ira de Juliano, cuando el emperador se dio cuenta de que Atanasio tomaba su cristianismo tan en serio como para rechazar a los dioses paganos. Una vez mas, pasó los siguientes quince meses entre los monjes del desierto. La historia dice que fue liberado para regresar por causa de una profecía de uno de los monjes: que Juliano había caído en la batalla de Persia ese mismo día. Resultó ser cierto, y Atanasio fue restaurado a su ministerio el 14 de febrero de 364.

Un año y medio más tarde, el emperador Valente ordenó que todos los obispos expulsados ​​anteriormente bajo el reinado de Juliano fueran sacados una vez más por las autoridades civiles. El 5 de octubre del 365, el prefecto romano irrumpió en la iglesia de Alejandría y registró los aposentos del clero, pero Atanasio, de sesenta y siete años, había sido advertido y escapó por última vez: su quinto exilio. Fue corto porque Valente tuvo que sofocar una peligrosa revuelta liderada por Procopio, por lo que juzgó que no era el momento de permitir que el descontento popular ardiera en una Alejandría que amaba a Atanasio. Atanasio regresó el 1 de febrero de 366.

Pasó los últimos años de su vida cumpliendo su vocación como pastor y supervisor de pastores. Mantuvo una amplia correspondencia y fue de gran aliento y apoyo a la causa de la ortodoxia en todo el imperio. Murió el 2 de mayo de 373.

Regocíjate más que tus adversarios

¿Qué entonces, podemos aprender sobre el llamado sagrado lleno de controversia de la vida de Atanasio?

Atanasio evitó que asesinos intrusos entraran a su iglesia. Se enfrentó con emperadores que podrían haberlo matado tan fácil como lo exiliaron. Arriesgó la ira de padres y otros clérigos al entrenar conscientemente a los jóvenes a dar todo por Cristo, incluyendo hasta el martirio. Celebró el fruto de ese ministerio con estas palabras: “Siendo jóvenes tienen autocontrol, en tentaciones resisten, en labores perseveran, cuando insultados son pacientes, cuando se les roba hacen luz de ello; tan maravilloso es que incluso menosprecian la muerte y se convierten en mártires de Cristo”. En mártires que no matan cuando mueren, sino que aman mientras mueren (Padres nicenos y post-nicenos, vol. 4, 65).

Atanasio contra mundum debe inspirar a cada pastor a mantenerse firme de manera mansa, humilde, y valiente, siempre que una verdad bíblica esté en juego. Pero asegúrate de que siempre te regocijes más que tus adversarios. Si vale la pena luchar por algo, vale la pena regocijarse por ello. Y el gozo es esencial en la batalla, ya que no vale la pena luchar por nada que no aumente nuestro gozo eterno en Dios.

El gozo es esencial en la batalla, ya que no vale la pena luchar por nada que no aumente nuestro gozo eterno en Dios.

La valentía en el conflicto debe mezclarse con el gozo en Cristo. Esto fue parte de la estrategia de batalla de Atanasio contra sus adversarios:

“Seamos valientes y regocijémonos siempre… Consideremos y pongamos en nuestro corazón el pensamiento que mientras el Señor está con nosotros, nuestros enemigos no pueden hacernos ningún daño… Pero si nos ven regocijándonos en el Señor, contemplando la bienaventuranza del futuro, conscientes del Señor, considerando todas las cosas en su mano… se desconciertan y se regresan”, (Padres nicenos y post-nicenos, vol. 4, 207).

Atanasio querría que aprendamos de su vida y la de sus héroes esta lección: aunque a veces pueda parecer que estamos solos contra mundum, alcémonos valientemente y regocijémonos más que nuestros adversarios.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Jenny Midence-García.
Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando