¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Este artículo pertenece a una serie mensual de biografías breves que hemos estado publicando sobre cristianos que fueron usados por el Señor para impactar a incontables vidas, y de los cuales podemos aprender. Otras biografías en esta serie: Martyn Lloyd-Jones, Martín Lutero, George Müller, George Whitefield, y John Newton.

El 26 de junio de 1932 se celebró una reunión de jóvenes en la Primera Iglesia Presbiteriana de Germantown (Pennsylvania, EE.UU.), una congregación liberal. El conferencista enseñó aquel día su charla, “Cómo sé que Jesús no es el hijo de Dios y cómo sé que la Biblia no es la Palabra de Dios”.

Edith Seville, una joven cristiana hija de misioneros, escuchaba la charla desde las bancas tomando notas que usaría para refutar al conferencista.

“Tan pronto como acabó [la charla] me puse en pie de un salto –relató Edith años después– y empecé a abrir la boca… y entonces escuché otra voz, la voz de un chico, que empezó a hablar suavemente. Me volví a sentar y escuché sorprendida”.[1]

Aquel chico, Francis Schaeffer, testificó su fe en Cristo como Hijo de Dios y la Biblia como la Palabra de Dios, dando a conocer su postura ante la audiencia. Después de eso, Edith hizo una breve defensa apologética de la Biblia.

Luego de la reunión de jóvenes, ambos se conocieron. De inmediato, él le pregunto a ella si podría acompañarla en su camino de vuelta a casa. Ella respondió que tenía un compromiso. Él replicó: “¡Rómpelo!”. Ella aceptó. Esa noche empezaron a salir y se casaron tres años después.

Aquel día de junio, nadie imaginaba cómo Dios usaría a esta pareja, y de manera particular la vida de Francis, para impactar a la iglesia del siglo XX.

Conversión y primeros años

Francis August Schaeffer IV nació el 30 de enero de 1912 en Germantown, siendo el único hijo que tendrían sus padres. Desde pequeño creció en él un interés por las artes y la filosofía, pasión que lo acompañó toda su vida. Décadas más tarde enseñaría que “no hay mejor manera de comprender la cosmovisión básica de un periodo de la historia que estudiar su arte”.[2]

A medida que leía y aprendía filosofía, su mente se llenaba de más preguntas que respuestas. Lo mismo veía en la iglesia en la que creció. Esto lo llenó de agnosticismo, y más adelante reconoció la influencia del liberalismo teológico en esta etapa de su vida cuando explicó cómo llegó a creer el evangelio:

“Había ido a una iglesia ‘liberal’ durante muchos años. Decidí que la única respuesta, sobre la base de lo que estaba escuchando, era el agnosticismo o el ateísmo. Sobre la base de la teología liberal, no creo haber tomado una decisión más lógica en mi vida. Me convertí en un agnóstico, y luego comencé a leer la Biblia por primera vez, para ponerlo en contra de alguna filosofía griega que estaba leyendo. Hice esto como un acto de honestidad en la medida en que abandoné lo que pensé que era el cristianismo pero nunca había leído la Biblia. Durante un período de aproximadamente seis meses me convertí en cristiano porque estaba convencido de que la respuesta completa que la Biblia presentaba era suficiente para los problemas que yo conocía, y suficiente de una manera muy emocionante”.[3]

Toda la verdad está en la Biblia.

A la edad de 17 años, Schaeffer entregó su vida al Señor, y el 3 de septiembre de 1930 pudo anotar en su diario que “toda la verdad está en la Biblia”.[4]

Poco después, empezó a sentir un llamado al ministerio e inició estudios pre-ministeriales en el Hampden-Sydney College en Virginia, Estados Unidos. Durante esa época, conoció a Edith y se casaron poco después de su graduación. Ambos llegarían a tener cuatro hijos en los siguientes años.

En 1935, Schaeffer ingresó al Westminster Seminary en Philadelphia, aunque completó sus estudios en el Faith Seminary en Wilmington, Delaware. Los siguientes años estuvieron llenos actividad: La pareja sirvió en tres iglesias (dos en Pennsylvania y una en Missouri); inició el ministerio Niños Para Cristo, que llegó a tener alcance internacional con enseñanzas para niños traducidas a varios idiomas; y Schaeffer perteneció al Concilio Internacional de Iglesias Cristianas, un cuerpo separatista que promovía la ortodoxia bíblica y se manifestaba en contra de la teología liberal.

Francis y Edith fueron llamados a servir a Suiza en 1948 para apoyar y fortalecer a las iglesias en Europa ante el avance del liberalismo teológico. Allí, los Schaeffer se dedicaron al evangelismo, entrenar líderes, enseñar contra el liberalismo. Tres años después, la crisis llegó.

Crisis espiritual

Los Schaeffer, habiendo atestiguado divisiones y luchas denominacionales, llegaron a sentir dolor al ver cuánta falta de amor puede percibirse en la iglesia. Esta falta se nota especialmente en las disputas teológicas y los desacuerdos entre creyentes. Mucho tiempo después, Francis escribiría que “la historia de la teología es con frecuencia una larga exhibición de un deseo de ganar”.[5]

A inicios de la década de 1950, Francis llegó a dudar de si él podía seguir afirmando su cristianismo con sinceridad, luego de haber visto tantas cosas feas entre creyentes de “sana doctrina”. “Edith, me siento realmente hecho pedazos por la carencia de realidad, la falta de resultados de los que habla la Biblia y que deberían verse en el pueblo del Señor”, escribió en una carta.[6]

Ante eso, Francis decidió repasar la verdad del cristianismo desde el comienzo, y sus razones para ser cristiano, mientras tenía extensas caminatas en las montañas de Champéry (Suiza) y caminaba de un lado a otro en el granero del viejo chalet en el que vivía con Edith y los niños. Este fue un periodo arduo para Edith, quien oró mucho por su esposo.

Luego de este periodo que se extendió durante 1951 y 1952, la fe de Francis fue fortalecida por la gracia del Señor:

“Al repensar mis razones para ser cristiano, volví a ver que había razones totalmente suficientes para saber que el Dios infinito personal existe y que el cristianismo es verdadero. Yendo más lejos, vi algo más que marcó una gran diferencia en mi vida. Busqué a través de lo que dice la Biblia acerca de la realidad como cristiano. Poco a poco, vi que el problema era que, con todas las enseñanzas que había recibido después de ser cristiano, había oído poco sobre lo que dice la Biblia sobre el significado de la obra terminada de Cristo para nuestras vidas actuales. Poco a poco salió el sol y llegó la canción. Curiosamente, aunque hacía muchos años que no escribía poesía, en ese momento de alegría y de canto, volvía a surgir la poesía: la poesía de la certeza, una afirmación de la vida, la acción de gracias, y la alabanza. Es cierto que como poesía era muy pobre, pero expresó una canción en mi corazón que fue maravillosa para mí”.[7]

La obra terminada de Cristo nos consuela en medio de nuestras crisis, nos lleva a gozarnos en Dios.

La obra terminada de Cristo: una de las frases favoritas de Schaeffer. Esto lo cambia todo. Esto es lo que nos consuela en medio de nuestras crisis, nos lleva a gozarnos en Dios. Esta realidad avivó a Schaeffer, y puede avivarnos también en nuestros días de dudas.

Un refugio

Luego de esta crisis espiritual y el fortalecimiento en Dios, Francis y Edith fundaron la comunidad L’Abrí (“El refugio”) el 5 de junio de 1955, en Huémoz-sur-Ollon, Suiza. El hogar de los Schaeffer, un refugio del secularismo, sería un lugar al que jóvenes de varios países llegarían para pasar días con ellos aprendiendo sobre la vida cristiana, y hallando respuestas a sus preguntas más profundas a la luz de la Palabra.

“Tanto Edith como yo hemos sentido”, escribió Schaeffer años más tarde, “que el Señor no ha llamado esta obra para que sea, en modo alguno y en primer lugar, de evangelización, sino más bien una pequeña demostración [de la existencia y el carácter del Dios que existe]”.[8]

Edith y Francis Schaeffer (Fuente: Mere Orthodoxy).

Los Schaeffer dependían del Señor en oración para el sostenimiento de su familia y de L’Abrí, llegando a atravesar serias dificultades económicas. La provisión de Dios nunca faltó, y la popularidad de L’Abrí creció con rapidez. Para 1960, incluso la revista Time hablaba de este ministerio. Las enseñanzas de Schaeffer sobre apologética, filosofía, cultura occidental, neo-calvinismo, y otros temas fueron grabadas y empezaron a difundirse a nivel mundial.[9]

En poco tiempo, Francis se convirtió en un conferencista muy solicitado y reconocido. Llegó a escribir 18 libros basados en sus charlas, y trabajó en la adaptación de sus enseñanzas en películas. Edith también escribió o co-escribió 20 libros, y fue para muchas jóvenes que visitaban L’Abrí modelo de cómo luce el don de hospitalidad y el ser ayuda idónea en casa.

Schaeffer partió con el Señor el 15 de mayo de 1984 luego de luchar varios años contra un cáncer. Sirvió a Dios hasta el final. Según su hija Susan, en sus últimos días “se aferraba [al Señor] como quien se agarra a una cuerda de escalada”, confiando en la obra terminada de Cristo.[10] Edith murió en el Señor casi 20 años después, a la edad de 98 años, el 30 de marzo del 2013.

Impacto generacional

La enseñanza de Schaeffer contribuyó al desarrollo intelectual de miles de apologistas y pastores, aunque a veces fue criticado como simplista o errado en algunos detalles. (Ese riesgo de ser criticado es algo que asumes cuando, por ejemplo, buscas resumir el pensamiento de Hegel en tres páginas en un libro).

Schaeffer enfatizó la dignidad de todos los seres humanos, afirmó lo bueno de la creación, habló sobre el posmodernismo antes de que fuese posmodernismo, alertó sobre el crecimiento del relativismo, y le apasionó trazar el desarrollo del pensamiento secular contemporáneo. Según él, “para entender dónde estamos en el mundo de hoy… debemos trazar tres líneas en la historia, a saber, la filosófica, la científica, y la religiosa”.[11]

Se podría argumentar que su estilo de apologética era presuposicional.[12] Para Schaeffer, el cristianismo bíblico “no es la mejor respuesta para la existencia; es la única respuesta. Es por eso que podemos mantener nuestro cristianismo con integridad intelectual”.[13] En su apologética, el centro era el evangelio de Cristo:

“Lo único que me interesa es una apologética que lleve en dos direcciones, y una es conducir a las personas a Cristo, como Salvador, y la otra a hacerles tomar consciencia, una vez convertidos al cristianismo, del señorío de Cristo en la totalidad de la vida”.[14]

Así, Schaeffer enfatizó ante toda una generación que el cristianismo debe abarcarlo todo:

“Yo diría que si el cristianismo es verdad, debería tocar la totalidad de la vida… Después de todo, si Dios está ahí, [si] no es tan solo una respuesta a una pregunta intelectual, entonces lo está realmente. Deberíamos amarlo, estamos llamados a adorarlo, a tener relación con él y, de manera incidental, a obedecerle”.[15]

Necesitamos recordar todo esto en el siglo XXI, al ver cómo el secularismo que nos rodea nos informa que nuestra fe no debe impactar toda nuestras vidas, sino solo nuestra privacidad; y al ver también como el relativismo nos informa que la fe genuina no es racional.

Por supuesto, a pesar de lo brillante que era, Schaeffer no era perfecto. “La mejor cualidad de Fran ha sido también su peor faceta: una concentración tan profunda en lo que está haciendo que, pase lo que pase, nadie lo detiene”.[16] Sin embargo, “siempre mantuvo una actitud abierta sobre sus propias luchas y fracasos; este fue el secreto de su fuerza como pastor y consejero”.[17]

Después de haber hecho todo lo posible por comunicarnos con un mundo perdido, no debemos olvidar que la apologética final [según Jesús] es el amor observable de los verdaderos cristianos por los verdaderos cristianos.

Debido al reconocimiento de sus errores y su apego a la obra terminada de Cristo, lo que más recuerdan las personas sobre Schaeffer no era su genialidad para hablar del evangelio, historia, filosofía, y otros temas, sino su amor sincero y su humildad, buscando conocer quién es Dios y quien era él.[18]

El amor es la marca del cristiano

Basándose en Juan 17, Schaeffer enseñó que el amor es la marca del cristiano auténtico; una enseñanza cercana a su corazón:

“Después de haber hecho todo lo posible por comunicarnos con un mundo perdido, no debemos olvidar que la apologética final [según Jesús] es el amor observable de los verdaderos cristianos por los verdaderos cristianos…

Cualquier cosa que haga un grupo cristiano o cristiano individual que no muestre el equilibrio simultáneo de la santidad de Dios y el amor de Dios, presenta a un mundo que observa no una demostración del Dios que existe, sino una caricatura del Dios que existe”.[19]

Para Schaeffer, no había verdad verdadera (otra de sus frases) sin amor verdadero, ni amor verdadero sin verdad verdadera. Ahora, lo impactante de él es que esto que habló no se quedaba simplemente en palabras.

Para este hombre, “la predicación del evangelio a hombres simples o más ‘complicados’ fracasa en ambos casos si no incluye una demostración de la vida cristiana, si no incluye el trabajo del Espíritu Santo”.[20] Y este trabajo, por la gracia de Dios, fue evidente en él. Como uno de sus estudiantes ha dicho,

“Cuando el Sr. Schaeffer te hablaba, no sucedía nada más en el mundo… No importaba de quién se tratara… Lo vi una y otra vez. Lo experimenté yo mismo, y no era ninguna falsedad. Estaba realmente interesado en las personas, y esto era algo muy, muy impresionante”.[21]

En el mundo, nada es más impactante que un hombre que hable la verdad en amor, algo que Schaeffer hizo. Para él, la doctrina no era un fin en sí mismo. Debía producir cambios en nosotros. Por tanto, aquí una lección crucial que vemos en él: no podemos hablar la verdad para la gloria de Dios y ser siervos poderosos en sus manos, si no reconocemos nuestra debilidad ante Él y vivimos en humildad amando a las personas como Él nos ha amado a nosotros.

Para Schaeffer, no había verdad verdadera sin amor verdadero, ni amor verdadero sin verdad verdadera.

El mundo y otros creyentes están viendo cómo nos tratamos unos a otros. ¿Están viendo que nos amamos como Jesús nos amó? Schaeffer nos recuerda que un “reformado” sin amor por los demás, en especial por los otros cristianos que no piensan exactamente igual a él en todas las cosas, es una contradicción.

Espiritualidad verdadera

Amar con sinceridad a otros no se le da naturalmente a pecadores como nosotros. Schaeffer lo sabía, y habló de la única manera en que podemos vivir una espiritualidad verdadera en vez de un mero esfuerzo humano por ser más religiosos: “No hay suficiente fuerza en nosotros mismos, sino que está ante nosotros el poder y la obra de Cristo glorificado por medio del Espíritu Santo”.[22]

Somos llamados a vivir entendiendo que el Espíritu Santo es real y exhibiendo su fruto en nuestras vidas (Gá. 5:22-26). Por tanto, no se me ocurre mejor forma de terminar esta breve reseña de Schaeffer que con estas palabras sobre la necesidad de una verdadera espiritualidad:

“Los teólogos liberales se deshacen de lo sobrenatural en sus enseñanzas, pero la infidelidad de los evangélicos puede, en la práctica, deshacerse de lo sobrenatural. ¿Puedo ponerlo así? Si me despertara mañana por la mañana y descubriera que todo lo que la Biblia enseña acerca de la oración y el Espíritu Santo fue removido (no como lo eliminaría un liberal, por mala interpretación, sino realmente eliminado), ¿qué diferencia haría eso en [nuestra] práctica desde la forma en que estamos funcionando hoy? El simple hecho trágico es que en gran parte de la iglesia del Señor Jesucristo, la iglesia evangélica, no habría diferencia alguna. Funcionamos como si lo sobrenatural no estuviese allí.

Si la iglesia no muestra lo sobrenatural en nuestra generación, ¿qué lo hará? El trabajo del Señor hecho a la manera del Señor no se relaciona solo con el mensaje, también se relaciona con el método. Debe haber algo que el mundo no pueda explicar por los métodos del mundo, o por la psicología aplicada. Y no estoy hablando aquí de manifestaciones externas especiales del Espíritu Santo, estoy pensando en la promesa normal y universal a la iglesia con respecto a la obra del Espíritu”.[23]


[1] Colin Duriez, Francis Schaeffer: Una vida auténtica (Publicaciones Andamio, 2017), pos. 476.

[2] Ibíd, pos. 1004.

[3] Francis Schaeffer, Escape from Reason (InterVarsity Press, 2006), p. 109.

[4] Duriez, pos. 292.

[5] Francis Schaeffer, The Mark of the Christian (InterVarsity Press, 2006), p. 50.

[6] Duriez, pos. 2393.

[7] The Francis Schaeffer Collection (Tyndale, 2016). pos. 350.

[8] Duriez, pos. 2914.

[9] Aquí puedes acceder gratuitamente a grabaciones de sus charlas.

[10] Ibíd, pos. 4569.

[11] Francis Schaeffer, How Should We Then Live? (Crossways Books, 2005), pos. 250

[12] Este artículo (en inglés) presenta una breve explicación de esta forma de apologética cristiana.

[13] Collection, pos. 3666.

[14] Duriez, pos. 4259.

[15] Ibíd, pos. 5027-5033.

[16] Ibíd, pos. 437.

[17] Ibíd, pos. 121.

[18] Aquí tienes un testimonio que nos habla de la humildad impactante de Schaeffer.

[19] The Mark of The Christian, p. 29, 36.

[20] Collection, pos. 1448.

[21] Duriez, pos. 3206.

[22] Collection, pos. 1263.

[23] Ibíd, pos. 3021.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando