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Una evaluación de la manifestación del Espíritu Santo en los personajes de la Biblia nos trae luz para comprender si es bíblico ser “tumbado” por el Espíritu Santo.

La manifestación del Espíritu Santo en personajes del Antiguo Testamento

Un ejemplo instructivo es cuando el sacerdote Samuel anunció a Saúl que el Espíritu de Dios vendría sobre él y a causa de eso comenzaría a profetizar junto con los demás profetas. El pasaje destaca que “el Espíritu de Dios vino sobre él [Saúl] con poder, y profetizó entre ellos” (1 S 10:10). Este hecho también se repite en 1 Samuel 19:23-24.

En el caso del rey David también se nos dice que en el instante que Samuel lo ungió con aceite, “el Espíritu del Señor vino poderosamente sobre David desde aquel día en adelante…” (1 S 16:13). Y así podemos citar otros ejemplos donde el Espíritu se manifestó para conferir poder para la batalla, profetizar en nombre de Dios o capacitar para el servicio (1 Cr 12:18; 2 Cr 20:14-15; 24:20). Sin embargo, nada se nos dice de caídas o de personas que fueron tumbadas por otros.

La manifestación del Espíritu Santo en personajes del Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento (NT) está marcado por una manifestación más evidente del Espíritu respecto a su ministerio en el Antiguo Testamento (AT). El profeta Joel habló de la acción del Espíritu en el AT y asimismo anticipa cómo sería esa manifestación en el NT (Jl 2:28).

Para Joel, la manifestación del Espíritu tendría un propósito iluminador, revelador y capacitador en el pueblo de Dios. Eso es lo que vemos en el cumplimiento de esta profecía, tal como se relata en Hechos: Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse” (Hch 2:4; cp. Hch 10:44 – 46; 19:6). Los discípulos recibieron la manifestación del Espíritu, pero no tenemos nada que describa a personas empujando o tumbando a otras, o que hable de creyentes cayendo al piso.

Estas manifestaciones del Espíritu son una continuación de la obra que vemos en el AT. La diferencia, como ya vimos, tiene que ver con el grado en que se manifestó en uno y el otro. Es decir, aunque las manifestaciones difieren en grado, siguen siendo la misma actividad de dar vida, empoderar, capacitar, iluminar y traer entendimiento.

La verdadera manifestación del Espíritu Santo en los creyentes de hoy

La obra del Espíritu aplica los beneficios de la redención en el corazón de los creyentes para transformarlos y hacerlos cada día más como Cristo (2 Co 3:18). En la Escritura no encontramos descripciones ni mandatos de caerse o ser tumbados por el Espíritu. Así que si estás entre las personas que practican esto o creen que estas cosas son así, te exhorto a evaluarlas bíblicamente. No te dejes influenciar por ideas o prácticas que no tienen sustento bíblico. Todo lo que creemos y practicamos debe estar sustentado por lo que la Biblia nos enseña y no por las supuestas experiencias o prácticas de los hombres.

No podemos desafiar a la Escritura. Demos gracias por la obra y la manifestación del Espíritu en nuestras vidas y demos evidencia de su manifestación en nosotros. Busquemos a Dios por medio de la oración y por la Escritura que Él mismo inspiró, y caminemos en obediencia y dependencia de Él, mientras continúa su obra en nosotros (Ef 6:18; 2 P 1:21; Gá 5:16; Fil 1:6).

Pensar que el Espíritu es quien anda tumbando personas en las congregaciones es empobrecer su obra en la iglesia. Es desvirtuar la comprensión de su santo y noble ministerio en medio del pueblo de Dios. Ser “tumbados” no nos hace más ni menos piadosos, pero es una práctica que no favorece al creyente ni a la iglesia.

El Espíritu Santo sigue obrando y haciendo milagros en medio de su pueblo. Esto no se trata de cuestionar el poder o limitar la capacidad que tiene el Espíritu para hacer cosas sobrenaturales. Claro que Él puede “tumbar” a todos los hombres, pero ese no es su interés. “Tumbar” no se ajusta con la obra del Espíritu para los creyentes y tampoco corresponde con sus formas para santificarlos. Caerse en el piso no está en armonía con la función, ni con la meta, mucho menos con los métodos del Espíritu Santo.

Por eso concluimos que ser tumbados nada tiene que ver con la acción del Espíritu en favor de Su iglesia. Demos gracias por Su obra en nosotros, seamos sensibles a su voz, dóciles a su trato y busquemos ser llenos de su poder, amor, gozo y verdad. Es decir, busquemos ser dominados por su influencia santificante. Ese poder que nos vivifica, sustenta y transforma para desarrollar un ministerio que honre a Dios al respetar las prácticas prescritas en su Palabra.

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