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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro: Redescubrir el Espíritu Santo (Vida, 2017), por Michael Horton.

¿Cuáles son las imágenes que nos vienen de inmediato a la mente cuando pensamos en el Espíritu Santo? ¿No es cierto que lo asociamos con una delicada brisa, un susurro, la paz, el amor, y una dulce paloma?

Como veremos, esas imágenes consoladoras están presentes. No obstante, lo que nos debería sorprender en seguida acerca de lo que dice Jesús sobre el Espíritu Santo es la forma en que asocia Su derramamiento con el juicio y el poder, la justificación y la renovación. Es bueno que rastreemos estas dos funciones del Espíritu en la historia de la redención.

El Espíritu de juicio en la creación y la caída

En las Escrituras se identifica al Espíritu con estos días finales y con las últimas cosas, porque su papel consiste en completar la obra del Padre en el Hijo (Heb. 1:2). Su presencia es, según Juan 16:13, la señal de las cosas por venir: la consumación. Esto era cierto en el Edén, e incluso antes, cuando el Espíritu se movía sobre las aguas, sondeando y separando (Gn. 1:2).

El Espíritu unió su juicio al del Padre y del Hijo, cuando se refirió a la creación Él también afirmó: “Es muy bueno (Gn. 1:31). La creación solo fue el principio. Como cabeza federal de la raza humana, Adán debía imitar a su Creador por medio de una prueba de seis días, y después entrar en la consumación del Sabbat de Dios como el representante público de todos nosotros.

La visitación del Espíritu va inseparablemente conectada con el día del Señor

El Espíritu es la garantía y el guardián de esta consumación, representada de manera sacramental por el árbol de la vida. Él es quien termina la obra de convertir un caos en un cosmos (Gn. 1:2) y la obra de hacer del hombre un ser viviente, al soplar en Adán el hálito de vida (2:7). Después aparece al aire del día (RVR 1977), esto es, en juicio, para enjuiciar a Adán y Eva por haber quebrantado el pacto y así haber perdido la entrada a la gloria del Sabbat (3:8).

El Espíritu de juicio descrito por los profetas

En los profetas, la visitación del Espíritu va inseparablemente conectada con el día del Señor, que es un día de juicio:

¡Ay de los que suspiran por el día del Señor! ¿De qué les servirá ese día si va a ser de oscuridad y no de luz? Será como cuando alguien huye de un león y se le viene encima un oso. ¿No será el día del Señor de oscuridad y no de luz? ¡Será por cierto sombrío y sin resplandor!”, Amós 5:18-19.

Isaías profetiza diciendo: Un día vendrá el Señor Todopoderoso contra todos los orgullosos y arrogantes… Los hombres se meterán en las cuevas de las rocas, y en las grietas del suelo, ante el terror del Señor y el esplendor de su majestad, cuando Él se levante para hacer temblar la tierra (2:12,19).

Sin embargo, en ese mismo capítulo comienza la visión de las naciones que subirán a Sión en los últimos días (v. 2). El día del Señor es identificado, tanto con el Día de Jubileo, cuando los presos son puestos en libertad, como con el juicio final y la paz perdurable. Y se puede ver con claridad el papel desempeñado por el Espíritu en ambos aspectos de este acontecimiento (Is. 42:1; 48:16), particularmente en Isaías 61, texto del cual anunció Jesús que se cumplía en Él (Lc. 4:18–21).

El derramamiento del Espíritu en los últimos días transformará la experiencia de Dios que tienen los creyentes

Pero, es interesante que Jesús omita la segunda mitad de la profecía, y el día de la venganza de nuestro Dios, puesto que esta parte de la profecía debía esperar su regreso en gloria. Miqueas repite la profecía de Isaías 2 casi al pie de la letra, según la cual el día del Señor trae juicio, justicia perdurable, y paz a la tierra (Mi. 4:1–5).

Finalmente, en Joel, el día del Señor se convierte en el tema que aparece una y otra vez. De las dieciocho veces que estas palabras aparecen en los profetas (Is. 13:6, 9; Jer. 46:10; Ez. 13:5; 30:3; Am. 5:18–20; Abd. 15; Sof. 1:7, 14; Mal. 4:5), cinco aparecen en Joel. El derramamiento del Espíritu en los últimos días no solo traerá consigo convicción, reivindicación, y justificación, sino que, a causa de esto, transformará la experiencia de Dios que tienen los creyentes (Jl. 2.28–32).

El Espíritu como testigo divino

El papel del Espíritu como testigo divino (un papel judicial ante el tribunal) es central en esta historia. Sin embargo, queda oscurecido por la frecuencia con que se traduce ruaj como viento o aire en estos versículos (Gn. 1:2; 3:8). Este es el caso en particular en Génesis 3:8. Si parece tener poco sentido el que se mencione al viento natural dentro del contexto de un proceso judicial, tiene menos sentido aún el que llegará el juez divino cuando el día comenzó a refrescar (ruaj).

En lugar de esto, dadas las asociaciones del día del Señor con el juicio, esta frase se debería traducir en el Espíritu del día. Apenas han quebrantado el pacto, la pareja real se da a la fuga; no con respecto a una suave brisa, sino con respecto al Espíritu del juicio. Esta es la razón por la cual Jesús describe al Espíritu Santo como el Consolador, paraklētos, un abogado que va a convencer al mundo de pecado (Jn. 16:7-8). Esto es lo que el Espíritu ya está haciendo en el huerto después de que fuera quebrantado el pacto original.

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