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Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes claves de este evento.

Martín Bucer puede ser el reformador más importante del que nunca has oído hablar. Lideró a la sombra de los otros gigantes alemanes Lutero y Melanchthon, pero él manejó el timón de lo que se convirtió, al menos por un tiempo, en la capital del mundo protestante.

Bucer nació cerca de Estrasburgo el 11 de noviembre de 1491. A los quince años, se unió al claustro dominicano, un grupo monástico de predicadores católicos romanos. Frailes como Bucer cumplieron los votos de pobreza, castidad, y obediencia. Pero a diferencia de los monjes, lo hicieron entre la gente, sirviendo en comunidad, no en aislamiento.

El fraile más deseado de Alemania

Martín Bucer oyó por primera vez a Martín Lutero en abril de 1518 (Bucer tenía 26 años y Lutero, 34). Fue cautivado por Lutero, especialmente su convicción de que somos justificados por la fe sola, aparte de cualquier contribución o mérito propio. Tres años después, no solo abandonó la orden dominicana para predicar el evangelio, sino que también abandonó sus votos monásticos y decidió casarse, convirtiéndolo repentinamente en el fraile más deseado (y radical) de Alemania. Se casó con una monja (nada menos) llamada Elizabeth.

Mientras que Lutero había conducido a Bucer a la Reforma, Bucer no coincidía en todo con su padre espiritual, en parte porque ya estaba fuertemente influenciado por Erasmo, a quien apreciaba y admiraba a pesar de sus diferencias teológicas. La inclinación generalmente más incluyente y ecuménica de Bucer, lo posicionó providencialmente para desempeñar un papel significativo en el movimiento más amplio.

Reforma en moderación

Estrasburgo se convirtió en el centro del protestantismo en gran parte porque Bucer y otros líderes permanecieron abiertos en muchas de las cuestiones más controversiales y divisivas. Por ejemplo, en 1529 Bucer promovió un encuentro histórico, aunque hostil, entre Lutero y Zwinglio sobre la Cena del Señor. Siendo él mismo previsiblemente simpático en ambas direcciones, unió a las dos partes en la esperanza de lograr el tipo de acuerdo que podría catalizar la unificación de los dos hilos principales de la Reforma.

Mientras que la reunión no pudo dar lugar a un acuerdo sobre la Mesa, ilustra el tipo de papel desempeñado por el antiguo fraile: entre Lutero y Zwinglio, entre protestantes corrientes y los anabaptistas más radicales, incluso entre reformadores y católicos. En lugar de formar y dirigir un movimiento distinto propio —los bucerianos, si se quiere— se esforzó por reunir los movimientos bajo la clara enseñanza de las Escrituras en un gran crisol cristiano. Se dio cuenta del precioso poder de la solidaridad y lo apreció.

Primeros grupos pequeños

Como la extraña descendencia espiritual de Lutero y Erasmo, la Reforma de Bucer adquirió un sabor distintivo y ecléctico. Inicialmente, él enfatizó simultáneamente que la justificación es solo por la fe, al tiempo que también exige celosamente la disciplina del Espíritu y las buenas obras en la vida cristiana. Bien hasta ahora. Sin embargo, más tarde en la vida habló de una especie de “doble justificación” que era al menos confusa, si de hecho no desdibujaba la línea de “fe sola”.

De un modo u otro, a Bucer le importaba la conducta cristiana. Como resultado, él persistentemente persiguió los medios de la disciplina de la iglesia. En primer lugar, fue a los funcionarios de Estrasburgo, pidiendo una aplicación más estricta. Cuando el gobierno se negó a imponer normas más estrictas para la obediencia, formó grupos voluntarios de creyentes dentro de las iglesias locales con el propósito de rendir cuentas periódicamente y disciplinar a la iglesia. De esta manera, Bucer puede muy bien ser el padre improbable (y reacio) de los grupos pequeños modernos.

Después de ser exiliado, Juan Calvino presenció el tipo de disciplina de la iglesia empleada en Estrasburgo y construyó sobre los mismos principios cuando regresó a Ginebra. Calvino pasó algunos de sus años más felices aprendiendo de Bucer en Estrasburgo, mientras pastoreaba una congregación de sus compañeros refugiados franceses.

Pegamento alemán

La primera esposa de Bucer, de veinte años, murió debido a la peste en 1542. En su lecho de muerte, animó a Martín a casarse con Wibrandis Rosenblatt. Wibrandis, más tarde apodada “La Novia de la Reforma”, ya se había casado con y enterrado a tres hombres reformadores: Ludwig Keller, Johannes Oecolampadius, y Wolfgang Capito (también de Estrasburgo). Solo siete años después, enterró su cuarto.

Mientras que el fraile ayudó a abrir el camino hacia el matrimonio de los monjes convertidos, también abrió una puerta más amplia para el divorcio, pero solo como “un absolutamente último recurso y generalmente raro, como la pena de muerte por adulterio” (The Reformation [La Reforma], 660). Sus excepciones se convirtieron en vanguardistas para una apertura similar a través de la Europa protestante.

En 1549, como el provisional de Augsburgo forzó a los protestantes en Estrasburgo a reinscribir las creencias y prácticas católicas tradicionales, Bucer aceptó la invitación de Thomas Cranmer a refugiarse durante un tiempo en Cambridge, Inglaterra, como Profesor Regius en Divinidad. Murió dos años más tarde, en 1551, antes de poder regresar a Estrasburgo.

Muchos han pasado por alto al Martín menos conocido, probablemente porque le faltó el tiempo de Lutero y Zwinglio, y la precisión matizada de Melanchthon y Calvino, prefiriendo en vez, puentear la brecha y facilitar la unidad entre los Reformadores. Y es precisamente por eso que debemos recordarlo, el pegamento alemán de la Reforma Protestante.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Jacquie Tolley.
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