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Armenia. Camboya. Ruanda. Bosnia. Darfur. Todos estos son ejemplos modernos bien conocidos de genocidio, donde grupos enteros de personas fueron aniquilados (o casi aniquilados). Estas son tragedias terribles, dignas de nuestro dolor y pena.

Y sin embargo, si le preguntas a los críticos, te dirán: ¿es el Dios de la Biblia realmente diferente? Cuando los israelitas entraron a la tierra de Canaán, ¿no fue Dios quien les ordenó aniquilar a todos los pueblos indígenas (Dt. 20:17)? ¿No es Dios culpable de genocidio?

Me hace pensar en una pegatina que se hizo famosa: “La única diferencia entre Dios y Adolf Hitler es que Dios es más competente en el genocidio”.

Es cierto que este es un tema difícil y complejo. Nos sentimos obligados, comprensiblemente, a sacar a Dios del apuro por la muerte de tanta gente. Se me ocurren muchas posibilidades de cómo se podría hacer eso. Tal vez hemos leído mal el pasaje. Quizá sea solo simbólico. Quizá los israelitas malinterpretaron el mandato de Dios.

Pero no creo que necesitemos sacar a Dios del apuro. No creo que Él quiera liberarse. Tan doloroso como es este tema, saca a relucir lo que nosotros y nuestra cultura necesitamos escuchar más que nunca: Dios es santo, la gente es pecadora, el mundo está quebrantado, y Su juicio es justo.

Si queremos comprender correctamente la destrucción de los cananeos, debemos recordar varios principios.

1) No obtenemos lo que merecemos

En cualquier momento, Dios podría tomar la vida de cualquier humano como juicio por sus pecados. Y estaría totalmente justificado al hacerlo.

Primero, todo ser humano en el planeta merece el juicio de Dios, no solo los cananeos. En este momento, todos los humanos en todas partes —desde la amable anciana de al lado hasta el criminal endurecido en el corredor de la muerte— son profundamente pecaminosos. Y nacieron de esta manera. Desde su nacimiento, todos los seres humanos son culpables, no solo por sus propios pecados, sino también por el pecado de Adán que se les ha transmitido (Ro. 5:12). Y la pena por el pecado es clara: “La paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23).

¿Entonces, qué significa esto? En cualquier momento, Dios podría tomar la vida de cualquier humano como juicio por sus pecados. Y estaría totalmente justificado al hacerlo. No le debe la salvación a nadie.

Esto cambia rápidamente nuestra perspectiva sobre la conquista cananea. En lugar de que nos sorprenda que Dios juzga a las personas por sus pecados (incluso en grandes cantidades), tal vez deberíamos sorprendernos de que espere tanto tiempo para hacerlo. Cada uno de nosotros está vivo y respirando únicamente debido a la increíble paciencia y gracia de Dios.

2) Nuestras expectativas no están bien calibradas

Segundo, el momento del juicio de Dios no siempre coincide con las expectativas humanas. A veces pensamos que Dios debería juzgar primero a las personas más pecaminosas e ir bajando por la lista. Pero Dios no siempre obra como nosotros lo queremos. De hecho, Jesús recalcó este punto exactamente cuando se le preguntó por qué la torre de Siloé se derrumbó y mató a un grupo de personas. Jesús respondió:

“¿O piensan que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Les digo que no; al contrario, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente”, Lucas 13:4-5.

Eso duele. En otras palabras, las personas no tienen que ser los peores pecadores para recibir el juicio de Dios. Y Él no está obligado a juzgarlo todo simultáneamente.

Mientras que los cananeos no eran las únicas personas pecaminosas en el mundo, y no necesariamente las peores, sus pecados eran atroces. Dios los expulsó de la tierra principalmente porque sus prácticas eran “detestables” a su vista: idolatría exagerada, hechiceros y médiums, perversiones sexuales, incluso sacrificar a sus propios hijos a los dioses (Dt. 18:9-14).

A pesar de estas prácticas, Dios había sido increíblemente paciente con los habitantes de Canaán por generación tras generación, incluso desde la época de Abraham (Gn. 15:13-16). Sin embargo, la paciencia de Dios había expirado.

3) Dios juzga a través de medios

Tercero, Dios usa una variedad de instrumentos para cumplir su juicio. Claro, Él podría milagrosamente quitarle la vida a los cananeos de una vez. Pero Dios históricamente ha usado varios medios para juzgar.

En esta época de la Escritura, tales medios ya han incluido desastres naturales, enfermedades y pestes, sequías, y colapso económico. Además, en numerosos puntos, Dios levanta un ejército humano para cumplir sus propósitos. Y en la conquista cananea, Él usa a la nación de Israel como su instrumento de juicio.

Aquí llegamos a una diferencia clave entre la conquista cananea y el genocidio moderno. Ambos implican una gran pérdida de vidas. Ambas involucran ejércitos humanos. Pero la primera es un instrumento del justo juicio de Dios, mientras que la segunda son humanos que asesinan a otros para sus propios fines. En la superficie puede haber similitudes, pero definitivamente no son lo mismo.

Un ejemplo podría ayudar. Imagine un escenario en el que un humano inyecta a otro una toxina mortal que lo mata. ¿Eso es asesinato? Depende. Si fue hecho por un miembro de una pandilla que quería eliminar a un miembro de una pandilla rival, la respuesta sería sí. Pero si lo hiciera un funcionario de la prisión federal autorizado por el Estado para administrar la inyección letal, la respuesta sería no.

En la superficie, los dos actos pueden tener el mismo aspecto. Pero todo se reduce a si la toma de vida está debidamente autorizada. El problema no es si se toma una vida, sino cómo y por qué.

4) Su juicio es justo

Déjame intentar dibujar todo esto junto. Si todo ser humano merece juicio (y así es), y si Dios está justificado en quitar la vida cada vez que decide ejecutar juicio (y lo está), y si usa varios instrumentos para ese juicio (incluyendo ejércitos humanos), entonces nada inmoral hay en la conquista cananea.

El juicio de Dios es justo, incluso si no lo entendemos completamente.

Objetar a la conquista requeriría oponernos a todos los actos del juicio de Dios. ¿Nos oponemos también al diluvio de Noé, a la destrucción de Sodoma y Gomorra, a las plagas en Egipto, y así hasta a la cruz misma?

Al final, la conquista de Canaán sigue siendo un tema difícil y complejo. Y, sin embargo, si la conquista se ve dentro del contexto de la cosmovisión cristiana, y no desde afuera, las objeciones se desvanecen. El juicio de Dios es justo, incluso si no lo entendemos completamente (Is. 55:8-9). Y si quitamos eso, nos queda algo diferente al Dios del cristianismo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Wikimedia Commons.
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