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Nota del editor: 

#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región. Puedes usar #CoaliciónResponde en las redes sociales o escribirnos a [email protected] con tus preguntas.

Para esta entrada de #CoaliciónResponde respondemos a la pregunta, “¿Cómo puedo saber si mi arrepentimiento fue genuino?”.

 

Esta pregunta es, en mi opinión, una de las preguntas más importantes que se puede hacer todo aquel que cree que es salvo. Después de todo, las demandas que el evangelio hace a nuestra vida son la fe y el arrepentimiento.

La Biblia y el arrepentimiento

El arrepentimiento es uno de los pilares centrales de la fe cristiana. La Biblia está saturada de llamados de Dios al pecador a arrepentirse de su pecado (p. ej. 2 Cr 7:14; Eze 14:6; Joel 2:12-13; Mt 3:2; Lc 13:3-5; Hch 2:37-38; Hch 3:19; Rom 2:4; 2 Tim 2:24-26; 2 Pe 3:9; Apo 2:16). En el centro del mensaje del evangelio está un llamado a arrepentirnos de todas nuestras ofensas a un Dios tres veces santo. Al comienzo de Su ministerio público, lo primero que Jesús dijo fue, “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 4:17). A lo largo de los Evangelios es evidente que la prioridad central en el corazón de Jesús era exhortar a la gente al arrepentimiento puesto que el reino de los cielos había llegado. Uno no puede leer la Biblia y no encontrarse con una muestra fresca de la importancia del arrepentimiento.

Siendo esta doctrina tan central, como creyentes podemos llegar a tener una mala idea de lo que es en realidad el arrepentimiento.

Un entendimiento erróneo del arrepentimiento

Una de las maneras en las que entendemos mal lo que es el arrepentimiento es que lo confundimos con el remordimiento y la confesión. Las confundimos porque en la superficie ambas cosas parecen lo mismo. Nos damos cuenta que hemos cometido una acción incorrecta, y eso nos produce tristeza y nos lleva a querer admitir nuestra culpa. En ambos casos la acción es similar, pero la razón de la tristeza es totalmente diferente.

El apóstol Pablo habla de esta diferencia en 2 Corintios 7:10 cuando escribe, “…la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Pablo, después de admitir lo severo de su carta anterior a los Corintios, celebra la tristeza que produjo esta exhortación en sus vidas, al mismo tiempo dando una clara evidencia de que no todo remordimiento por nuestras fallas y pecados producen arrepentimiento. Hay una tristeza por nuestro pecado que produce muerte. Entonces, ¿cómo sabemos si de verdad nos hemos arrepentido? El arrepentimiento produce un fruto tangible y evidente en nuestra vida.

El fruto del arrepentimiento

En 2 Corintios 7:11, Pablo continúa gozándose de lo que ve en la vida de los Corintios.

Miren, ¡qué solicitud ha producido esto en ustedes, esta tristeza piadosa, qué vindicación de ustedes mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo han demostrado ser inocentes en el asunto.

Pablo está celebrando que la tristeza experimentada por sus amados hermanos los ha llevado a actuar de una manera radical en contra del pecado que había en ellos. Su tristeza produjo indignación, temor, afecto, y celo. Su tristeza produjo arrepentimiento. ¡Lo sorprendente de todo es que Pablo los declara inocentes! Habiendo anteriormente dicho que su exhortación fue válida, ahora les dice que son inocentes en el asunto. El arrepentimiento te lleva no solo a admitir tu culpa y confesarla, sino también a odiar tu pecado a tal manera que quieres sacarlo por completo de tu vida.

La tristeza que el mundo produce es una tristeza por miedo a las consecuencias que tu pecado puede producir en tu vida. La tristeza que produce el arrepentimiento es una tristeza por lo que tu pecado representa para Dios: una ofensa a Su santidad y un acto de rebelión contra Su voluntad.

La simple tristeza por nuestras acciones—enseña Wayne Grudem—, o aun el remordimiento profundo por nuestras acciones, no constituye un arrepentimiento genuino a menos que vaya acompañado por una decisión sincera de olvidarse del pecado que se ha estado cometiendo contra Dios. Una tristeza mundana puede involucrar gran dolor por las acciones cometidas y probablemente también temor por el castigo, pero no una renuncia genuina por el pecado ni un propósito firme de olvidarse de él en la vida.

La única manera de saber si tu arrepentimiento fue genuino o no es viendo el fruto en tu vida. El arrepentimiento no significa que jamás volverás a pecar, sino que cada vez que peques te dueles por tu pecado, pero ese dolor te hace correr a Cristo a reconocer tu necesidad que te perdone. La buena noticia es que si nos arrepentimos, “El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1:9)

Por último, aquí comparto algunas preguntas que nos pueden ayudar a examinar lo genuino de nuestro arrepentimiento:

  • ¿Qué es lo que está produciendo tristeza en tu corazón? ¿Una vergüenza porque te descubrieron en tu pecado? ¿Una intención de querer escapar a las consecuencias de tu pecado? O ¿un dolor porque tu pecado es ofensivo a Dios?
  • ¿Has visto algunas evidencias en tu vida de que tu tristeza te ha llevado a odiar tu pecado? ¿Te ha llevado tu dolor por tu pecado a tomar medidas radicales para cuidarte lo más posible de volver a caer? ¿Has crecido en tu anhelo por obedecer a Dios?
  • ¿Has crecido en tu asombro por el amor y la fidelidad de Dios mostrado en la cruz de Cristo como resultado de ver tu pecado? ¿Lo amas más?

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