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La historia del canon o la formación de la Biblia nos permite descubrir que la iglesia eventualmente alcanzó un acuerdo total sobre cuáles de los libros que circulaban en el primer siglo debían ser incluidos en la Biblia. Sin embargo, esto no sucedió de la noche a la mañana. Fue un proceso que tomó mucho tiempo y en el que hubo desacuerdos sobre ciertos libros en diferentes momentos del proceso.

Algunos cristianos escuchan esto y se ponen ansiosos, mientras otros piensan en que si hubo esta clase de desacuerdos, ¿por qué deberíamos confiar en la lista final de libros canónicos y su mensaje? Sin embargo, el problema real detrás de esa preocupación es la idea de que solo podemos confiar en el canon si todo se hubiera dado de manera perfecta, sin desacuerdos, y en unidad total de manera inmediata.

Quisiera desafiar esa forma de ver este tema. No hay razones para pensar que tendríamos unidad total de un día para otro sobre cada libro elegido para formar parte de la Biblia. Hay varias razones por las cuales no esperaríamos eso. Déjame mencionar algunas.

Primero, el canon fue dado por Dios por medio de procesos históricos normales. Lo que quiero decir es que el canon no cayó del cielo en tablas de oro en un instante. En vez de eso, Dios entregó estos libros por medio de autores humanos en épocas y lugares diferentes. Cada uno de los libros canónicos circularon a través del imperio a un ritmo diferente, al igual que otros escritos no canónicos. El proceso histórico de cada libro necesitó tiempo para desarrollarse. Es decir, tomó tiempo para que un libro que circulaba en una parte del imperio fuera reconocido en otra y se desarrollara confianza en él. Eso no debería sorprendernos.

La segunda razón por la cual deberíamos esperar algún nivel de desacuerdo sobre estos libros es porque algunos de ellos eran muy pequeños. De hecho, notarás que muchos de los libros sobre los cuales hubo desacuerdos eran los más cortos, como 2 Pedro, Judas, Santiago y 2 y 3 de Juan. Eso tampoco debería sorprendernos, pues los libros pequeños eran menos leídos porque probablemente las personas no sabían de ellos. Entonces, cuando las personas se enteraban de su existencia sin haber escuchado de ellos antes, pensaban: «Bueno yo nunca había escuchado de ese libro». Por eso dudaban si era genuino o falso.

Lo último que mencionaré sobre este debate es que esto sucede en un mundo caído, donde hay fuerzas espirituales trabajando. Satanás siempre está obrando para confundir y engañar a la iglesia. Es claro que entre los creyentes habrá desacuerdos sobre ciertos aspectos, pero esos desacuerdos no quieren decir que estos libros no sean verdaderos.

Como analogía, imagina que alguien diga algo como esto: «Solo creeré que Jesús es el Hijo de Dios si todo el mundo unánimemente está de acuerdo con eso desde el principio». ¡Imagina tal declaración! ¿Qué tal si dijeras que solo creerás que Jesús es el Hijo de Dios si cada persona en el judaísmo del primer siglo reconociera que Él era Dios? Eso sería un requisito irreal porque muchas personas no estaban de acuerdo sobre cuál era la identidad de Jesús (Mt 16:13-14). Sin embargo, que hubieran desacuerdos sobre la respuesta correcta no significa que no se pueda saber quién es Jesús y tampoco quiere decir que Jesús no sea el Hijo de Dios.

Así que debemos esperar ciertos desacuerdos y no debe extrañarnos que haya tomado tiempo llegar a una concesión. No obstante, lo increíble de todo esto es que la iglesia se ha reunido en torno a estos libros. Debido a que lo hizo con gran unidad, podemos confortarnos en eso porque confiamos en que Dios cuidó que llegaran a nosotros cada uno de los libros correctos, los cuales conforman la Biblia.


Esta es una transcripción adaptada de una entrevista con el doctor Michael J. Kruger.
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