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Cómo la cadena de oro nos da confianza para la misión

Pablo describe la obra de salvación desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura en dos impresionantes versículos:

Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó (Ro 8:29-30).

Estos versículos se han denominado la «cadena de oro» de la salvación. Ofrecen a los cristianos una gran seguridad al describir las etapas inseparables de la obra salvadora de Dios. Pero la cadena de oro de la salvación de Pablo no solo nos ofrece seguridad personal, sino también confianza misiológica. 

La seguridad de nuestra salvación 

Romanos 8:29-30 es el fundamento de lo que los teólogos reformados llaman el ordo salutis (orden de la salvación). A los ojos de los reformadores, cada paso de la salvación descrito está ligado a los demás como una cadena inquebrantable. Todos los que son conocidos de antemano son también predestinados. Todos los predestinados son también llamados. Todos los llamados son también justificados. Todos los justificados son también glorificados.  

Los creyentes pueden disfrutar de seguridad porque Dios es el autor de la salvación de principio a fin

William Perkins (1558-1602) describió la implicación del pasaje de esta manera: «Se nos amonesta a luchar contra toda duda y desconfianza de nuestra salvación, porque no depende ni de nuestras obras ni de nuestra fe, sino del decreto de Dios, que es inmutable». En otras palabras, los creyentes pueden disfrutar de seguridad porque Dios es el autor de la salvación de principio a fin. Nada ni nadie puede romper la cadena. 

La seguridad de la misión de Dios

Esta misma verdad que nos da seguridad personal también debería darnos confianza en el avance del evangelio por todo el mundo. En Apocalipsis, Juan comparte una visión del objetivo final de nuestra misión:

Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: «Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra» (Ap 5:9-10).

La presencia futura de cada nación, tribu y lengua al final es ya una realidad segura. ¿Por qué? Por el poder adquisitivo de la sangre de Jesús. Aquí vemos la cadena de salvación que hace avanzar la misión de Dios de principio a fin. 

Al obedecer la gran comisión (Mt 28:18-20), podemos confiar en la cadena de oro de Dios. Por medio de nuestra evangelización y predicación, Dios llamará eficazmente a todos aquellos a quienes ha predestinado (Jn 10:16; Hch 18:9-11). Él justificará a todos aquellos a quienes llame (Jn 6:37; Ro 8:33). A medida que discipulemos y formemos a Su pueblo para el servicio, Él preservará y glorificará a todos aquellos a quienes haya justificado (Ef 1:13-14; 1 Ts 5:24). Todos los que están conectados en un extremo de la cadena están asegurados en Cristo hasta el final. Ninguno se perderá (Jn 6:39).  

Lo que es verdad para nosotros individualmente será verdad para nosotros corporativamente. Cada nuevo discípulo se convertirá en miembro de la multitud reunida en torno al trono de Dios. La misión tendrá éxito porque cada creyente está asegurado por el eslabón de oro de la obra soberana del Señor. 

Ve con confianza 

William Carey (1761-1834) dijo célebremente a sus compañeros ingleses que si ellos estaban dispuestos a sujetar las cuerdas, él estaba dispuesto a bajar a la «mina de oro» que era la India. Desde entonces, «sujetar las cuerdas» se ha convertido en una forma abreviada de referirse a la importancia de que los misioneros cuenten con el apoyo de personas que les ayuden mediante la oración y las donaciones económicas.

Con una comprensión teológica sólida del ordo salutis, los misioneros pueden ir no solo con el aliento de una cuerda sostenida por colaboradores, sino también con la confianza superior de una cadena forjada por Dios.

Ningún obstáculo cultural, lingüístico, financiero u hostilidad del gobierno frustrará el avance del evangelio de Dios hasta los confines de la tierra. Cuando enviemos misioneros, o vayamos nosotros mismos a predicar el evangelio, podemos estar seguros de que el pueblo de Dios será llamado, justificado y glorificado.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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