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«Recordar es volver a vivir», afirma el dicho popular que aplica tanto para las experiencias buenas como para las que resultan desagradables. Algunos recuerdan una enfermedad que les dejó secuelas, un período traumático de sus vidas o una relación nociva como una «cruz» que tuvieron que cargar durante algún tiempo. Al librarse de una situación como estas, muchos no tienen el deseo de volver a recordarla y menos de volver a vivirla.

Pero Cristo cargó una cruz real y vino para mostrarnos cómo vivir según Su voluntad. Los cristianos no recordamos la cruz de Cristo con dolor, sino con esperanza, agradecimiento y reverencia ante el poder de nuestro Salvador sobre la muerte. Por Su obra, Cristo cambió el significado de la cruz y lo que representaba: pasó de significar vergüenza y muerte a ser la expresión palpable del amor de Dios por Su pueblo. Por eso, cuando Cristo nos llama a cargar nuestra cruz cada día, quiere que tomemos conciencia de lo que esto significa. No estaremos dispuestos a hacerlo si no comprendemos el significado de lo que Cristo hizo en la cruz.

No solo nosotros nos sentimos atraídos por el significado de este símbolo. A lo largo de la historia del cristianismo, muchos artistas plasmaron en sus obras la muerte de Cristo en la cruz. Esto puede resultar enriquecedor para comprender cómo muchas personas han interpretado ese sacrificio en diferentes épocas y lugares.

Sobre todo esto habla el libro La belleza de la cruz (B&H Español, 2022), escrito por Keila Ochoa Harris, con quien tuve la oportunidad de conversar hace poco. Comparto contigo la entrevista.


¿Cómo se originó la idea de escribir este libro?

Este libro surgió por un estudio bíblico que mi mamá realizó sobre las menciones de la cruz en el Antiguo y Nuevo Testamento. Su investigación sirvió como la base para cada capítulo y se convirtió en un lindo proyecto familiar donde ambas aprendimos mucho sobre la cruz de nuestro Señor.

Desde tu perspectiva, ¿qué relación encuentras entre el arte y la espiritualidad bíblica, manteniendo la Biblia en primer lugar?

Al estar escribiendo el contenido bíblico del estudio, vino a mi mente el arte que aparece en tantas iglesias y los poemas que se han basado en la cruz, por lo que me pareció interesante complementar el texto con poemas inspirados en el sufrimiento de Cristo y con pinturas famosas que también nos aportan una visión diferente. Creo que el arte nos puede ayudar a expresar lo que muchas veces las palabras no nos permiten definir, y también la belleza de la poesía nos inspira para alabar.

Me sorprende mucho cómo Dios mandó que se confeccionaran para los sacerdotes «túnicas, fajas y gorros especiales que irradien belleza y esplendor» (Éxodo 28:40, NTV). Basta con observar un amanecer que baña con sus rayos dorados los cerros de un lugar desértico para comprender que Dios nos rodea de hermosura, incluso en los lugares más inhóspitos. Y la cruz fue ciertamente un sitio de dolor y sufrimiento, donde todo parecía haber perdido belleza y esplendor. Sin embargo, si vemos la obra completa de la redención, encontramos en esas llagas y en ese madero una hermosura incomprensible, que poetas y artistas de siglos pasados nos invitan a considerar.

Nada puede tomar el lugar de la Biblia en la vida del creyente. En ella tenemos todo lo que necesitamos para nuestro diario sostén. Sin embargo, podemos hacer uso de las artes y de todo lo que es verdadero, bello y puro para tener más hambre y sed de las Escrituras. 

Con eso en mente, ¿cuál es la obra de arte más significativa que conoces y cómo se relaciona con el mensaje de la Biblia?

Las artes son particulares porque nos tocan en distintas épocas de nuestra vida. Por ejemplo, ¿cuál es tu libro favorito? ¿El que abrió tu mente con curiosidad o el primero que te introdujo a la ficción? ¿El que te ayudó en tus días de luto o el que te dio fuerzas en una nueva empresa? 

Mi historia con el arte es semejante. Sin embargo, jamás olvidaré cuando entendí, por primera vez, que las pinturas transmiten un mensaje y comunican profundos sentimientos. Quien me enseñó esto fue Marc Chagall y una de sus exposiciones en México que vi durante mi adolescencia. Cada cuadro contaba una historia de sus raíces judías durante su infancia en Rusia, donde también abundaban los símbolos del cristianismo que representaban a la Iglesia ortodoxa de sus tiempos. Jamás olvidaré la carga de emociones que experimenté al encontrar detalles aquí y allá, y las pinceladas de color que transmitían una profunda alegría o dolor.

¡Qué hermoso vehículo es el arte para recordar, experimentar y comunicar! Por eso, invito a los artistas cristianos y latinoamericanos a que plasmen en los lienzos las historias de lo que Cristo hace en nuestras vidas y cómo nos transforma. Narren el día a día en la campiña latinoamericana y las pequeñas aldeas en la sierra, donde los pastores itinerantes predican, donde los traductores bíblicos laboran, donde los cristianos sufren persecución.

El arte puede contar un mensaje con una fuerza que otros medios no poseen.

¿Qué aprendiste sobre la cruz al escribir este libro? 

Aprendí que no debo tener miedo de acercarme a la cruz. De niña no me gustaba visitar ciertas iglesias donde un crucifijo me hacía temblar y desviar la mirada. No me agradaba contemplar el dolor ajeno, pero hoy comprendo que, como dice Isaías, Jesús llevó mis pecados, mis enfermedades, mis cargas, mis dolores, para que hoy pueda vivir libre y en paz con Dios (Is 53).

Todavía desvío los ojos de ciertas obras de arte, pero mi corazón me recuerda que no creo en un Dios ajeno al dolor, sino en uno que entiende bien lo que es sufrir y dar Su vida por los demás.

Por último, ¿cómo evidencia un creyente en su diario vivir que ve y valora la belleza de la cruz?

Cumpliendo lo que Jesús nos pidió: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme» (Mr 8:34, NTV). ¿Estamos dispuestos a vivir para Él? ¿Y a morir por Él? Y quizá el siguiente versículo nos ayude a reflexionar en cómo vivimos esta verdad: «Si te niegas a tomar tu cruz y a seguirme, no eres digno de ser mío» (Mt 10:38, NTV). ¡Qué fuertes palabras de nuestro Señor! Pero creo que en todos los siglos ha habido muchos creyentes, como hoy también, dispuestos a seguir a su Maestro sin importar el costo.

Apreciemos la belleza de la cruz.

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