¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

¿Has buscado alguna vez la fórmula perfecta de la crianza? Quizá, como yo, has leído las Escrituras, deseando poder bosquejar los pasos correctos que lleven al éxito. O tal vez hayas leído libros de autores conocidos, esperando que ellos puedan darte una guía y ciertas herramientas para que las cosas funcionen mejor en el hogar. La verdad es que muchas veces he intentado replicar en mi familia esos métodos que he leído, traspasarlos como se sigue una receta, pero a pesar de ello y aunque no lo creas, ¡no tengo hijos perfectos!

Para quienes gustan de las matemáticas, el problema en cuestión tiene demasiadas variables, y hace que la crianza, sin importar cuánto nos esmeremos, no arroje los resultados que nosotras como madres esperamos. Lo que me hace preguntar: ¿son mis expectativas las mismas que las que Dios busca en nosotras y en la vida de nuestros hijos?

Quizás sea ahí dónde debiéramos empezar. Como cristianos somos llamados a reflejar la imagen de Cristo, a amarle con todo nuestro corazón, nuestra alma, y nuestras fuerzas. Y como padres, hemos sido llamados a ser “agentes de su rescate, perdón, transformación, y de su gracia que rescata”.[1]

No hemos sido llamados a ser redentores, porque si somos sinceros, no podemos cambiar ni siquiera nuestro propio corazón. Sé que te gustaría, como a mí, poder tener hijos de una entereza perfecta, firmes, y que no sucumbieran ante las tentaciones y la adversidad. Pero el futuro y el destino de ellos, como el nuestro, no está en nuestras manos.

Maternidad rendida

No es mi intención desanimarte; al contrario. Cuando reconocemos nuestra debilidad en la maternidad, nos damos cuenta de que el objetivo y nuestra expectativa debe ser inculcar en nuestros hijos el amor y la dependencia constante en Dios y su Palabra, al rendir nuestros métodos, y más difícil aún, nuestro control, sobre la vida de ellos.

El objetivo y nuestra expectativa debe ser inculcar en nuestros hijos el amor y la dependencia constante en Dios y su Palabra.

Teniendo esto en mente, caminamos con algo de temor (o mucho, si eres como yo) por fe. Entendemos que al ser incapaces de cambiar a nuestros hijos, sí podemos apuntarles a quien hará esos cambios en sus corazones. Podemos animarles a conocer y amar a Dios más cada día al confiar en que Él tiene un plan para ellos y les ama de una manera perfecta. Podemos llevarlos a las verdades que por misericordia divina nos fueron reveladas a nosotras y descansar en el resultado, porque este se hará de acuerdo a la voluntad de Dios. No hay nada que escape de su mano.

Apuntándolos al evangelio

Empecemos por lo más sencillo: el evangelio. Y aunque esta es una simple sugerencia, puede que te ayude como a mí a recordar lo que es verdaderamente importante. Porque ¿en dónde más podemos ver un amor a tal extremo, que muere para pagar deudas ajenas y desea fervientemente restaurar vidas rotas y entregarles vida eterna?

Es un amor que traspasa nuestro entendimiento y tiene una promesa que no caduca. ¿Dónde más podemos ver la expresión tangible de un amor perfecto que lleva a la cruz a un inocente y deja que el Rey del universo habite por medio de su Espíritu en recipientes tan imperfectos?

Por ello, al hablar con nuestros hijos del evangelio, nos recordaremos a nosotras mismas quiénes somos y a quién pertenecemos. En un mundo donde todo es tan volátil y subjetivo podemos buscar que nuestros hijos consideren someter su voluntad a quien es eterno. La misma Palabra nos dice que aquel que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Jn. 2:17).

Al hablar con nuestros hijos del evangelio, nos recordaremos a nosotras mismas quiénes somos y a quién pertenecemos.

No está mal desear para nuestros hijos una carrera universitaria, habitaciones ordenadas, y amistades duraderas, pero lo más importante de nuestro rol como madres es apuntarles a Cristo. Mostrarles que no hay nada mejor que una vida dedicada a su servicio en obediencia, humildad, amor, y regocijo, y una vida de agradecimiento continuo que recuerda todo lo que Él ha hecho, hace, y hará.

Debemos aspirar a tener hijos cuya voluntad logre cimentarse en Cristo y no busque el éxito mundano, sino descanse en la aceptación que le brinda el evangelio y su gracia transformadora. Para ello debemos, entonces, dejar que el Señor trabaje en sus vidas al ser portadores constantes de Su Palabra de vida.

En esta ambiciosa iniciativa será necesario hablar sobre el pecado, que aún reside en nuestra alma. Pero será la oportunidad perfecta para mostrarles nuevamente la necesidad de un salvador que vino a rescatarnos. Al mismo tiempo, podremos recordarles de un Dios que, conociendo lo más íntimo de nuestros corazones, nos acepta y continuará transformando nuestras vidas. ¡Qué maravillosa oportunidad para decirles que las misericordias del Señor son nuevas cada mañana, y que jamás se terminan! ¡Grande es Su fidelidad! (Lm. 3:22-23).

Caminando con el Invisible

No hay fórmulas mágicas ni pasos a seguir. Cada día es una nueva aventura. Pero no te atemorices, porque en todo esto Dios te acompaña. Cuando las fuerzas falten y el temor quiera hacer presa de nuestra mente, podemos orar y Su presencia lidiará con los temores. ¡Qué maravilloso legado enseñarle a nuestros hijos a recurrir a nuestro Padre en cualquier momento! Ya sea para agradecer sus bendiciones o para cruzar valles desolados.

Debemos mostrarles que la esperanza de vivir en fe bajo la enseñanza de un Padre que nos ama no es simplemente que ellos tengan la habilidad de tomar decisiones sabias, sino que puedan ver en Dios la fuente de toda sabiduría, amor, rectitud, y soberanía. Que sus ojos puedan ver en el evangelio la promesa de santidad que Dios otorga y la fidelidad de Él mismo en nuestras vidas.

Si así lo decide Dios, nuestros hijos podrán tener una voluntad firme en Él, y será así porque Él ha hecho el cambio en sus corazones. La gloria será de Él y para Él, y nosotros rebosaremos de gozo al saber que en esa maravillosa transformación fuimos siervos fieles al instruir y proclamar Su luz a nuestros pequeños.


[1] Paul Tripp en Parenting: 14 Gospel Principles That Can Radically Change Your Family.


Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando