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Los pastores necesitan ser pastoreados.

Aunque algunos pueden suponer que los pastores lo saben casi todo, que viven vidas ejemplares, que manejan las crisis con facilidad, y que tienen en reserva una enorme cantidad de fuerza espiritual, esa suposición se esfuma ante las realidades de la vida. Los pastores se enfrentan a las mismas luchas con la disciplina, la obediencia, la humildad, y una miríada de asuntos espirituales al igual que su congregación.

Entonces, ¿quién pastoreará a los pastores? ¿Quién ayuda a los pastores a mantener la firmeza en su caminar con Cristo? ¿Quién los levanta cuando están desmotivados? ¿Quién los cuida cuando están heridos?

Dentro de una pluralidad de ancianos, donde algunos pastores reciben un salario de la iglesia y otros no, las necesidades pastorales son apremiantes. Los ancianos deben pastorear juntos el rebaño, pero ellos también deben unirse para pastorearse unos a otros.

Pablo tenía esto en mente cuando dijo a los ancianos de Éfeso: “Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación” (Hch. 20:28). “Sí mismos” implica compañeros ancianos. Cuiden a sus compañeros ancianos así como cuidan del rebaño. Así como no se imaginan dejar de cuidar al cuerpo, no piensen en dejar de cuidar a sus compañeros ancianos.

Sin embargo, podemos asumir el uno sobre el otro con facilidad, ¿no es así? Podemos tener la expectativa de que como ancianos tenemos todo bajo control. Tal vez, a veces ocurre así. ¿Pero qué hay de las muchas veces que no es de esa manera? Si ustedes, como pastores, no se preocupan los unos por los otros, ¿quién lo hará? 

Aquí hay cinco sugerencias para ayudar a los pastores a pastorear a sus compañeros.

1. Oren diariamente los unos por los otros

Así como oras diariamente por tus necesidades espirituales y las de tu familia, ora por tus colegas ancianos. Tienes más cerca de tu corazón a aquellos que regularmente sostienes ante el trono de la gracia. Ese acto de oración diaria trae a la mente las necesidades de tus colegas ancianos. Estás orando por lo que has observado acerca de ellos y lo que has aprendido en conversaciones con ellos. Han estado compartiendo la vida juntos, así que comparte sus necesidades con el Padre.

Los amigos se preocupan lo suficiente como para conocerse y servirse unos a otros

Presta atención a tus colegas ancianos. Compartan temas sobre la familia, el trabajo, y el pastoreo del cuerpo. Disciernan por dónde los ataca el adversario. Observen sus fortalezas y debilidades. Ellos sirven hombro a hombro junto a ti, así que levántalos ante el Señor. Suplica por sus disciplinas personales, matrimonios, hijos, y ministerio.

2. Sean amigos, no socios de negocios

Podemos caer en la trampa de tratar a nuestros colegas ancianos solo como miembros de una junta directiva. Esa es una de las razones por las que prefiero no usar el término “junta de ancianos”. No somos una junta. Somos un cuerpo que sirve a la congregación en nombre de Cristo. Los miembros de la junta pueden ser algo indiferentes entre sí mientras la junta funcione. Pueden discutir, deliberar, tomar decisiones, y pensar que sus responsabilidades están completas cuando se levanta la sesión. Pero cuando son miembros de un cuerpo, aprenden a amarse, a llorar y reír juntos, conocen las luchas de los demás, y llevan las cargas de los demás.

Como compañeros ancianos, hemos compartido alegremente los nacimientos de hijos y nietos. Hemos llorado por la muerte de padres y hermanos. Hemos orado arduamente por las luchas con los hijos y nietos. Hemos caminado a través del dolor, las emergencias, y las celebraciones. Los amigos se preocupan lo suficiente como para conocerse y servirse unos a otros.

3. Hablen mutuamente a sus vidas

Cuando somos amigos y no solo miembros de una junta, tenemos derecho a hablar a la vida de los demás. La exhortación de Pablo en relación al crecimiento, desarrollo, y claridad doctrinal del cuerpo requería hablar la verdad en amor (Ef. 4:14-16), y los ancianos no estaban excluidos. Si los ancianos no se hablan la verdad en amor unos a otros, probablemente lo harán muy poco con el rebaño.

Sin embargo, hablar a la vida de otro requiere una postura dual. El que habla debe acercarse a su hermano con humildad, amor, y voluntad de escuchar y caminar a su lado. El que ha sido abordado debe compartir esa misma humildad al escuchar, amor al aceptar la corrección, y sumisión para responder a la palabra de amonestación de un hermano. Esto significa que tanto el que habla como el que escucha deben mantener un corazón enseñable. Los ancianos que piensan que nunca necesitan corrección y amonestación no necesitan ser ancianos. Hasta que no estemos ante Cristo sin mancha o defecto, necesitamos que los demás hablen a nuestras vidas, especialmente los compañeros ancianos que oran por nosotros, nos aman, y nos tienen en sus corazones. 

4. Presta atención a las oportunidades de pastorear a los ancianos

Uno de nuestros ancianos y su esposa se enfrentaron al intenso dolor de ver morir a un hijo menos de una hora después de nacer. Nunca olvidaré la escena de mis compañeros ancianos y sus esposas reunidos en torno a la cama llorando, orando, y amando a este hermano y a su esposa.

Hasta que no estemos ante Cristo sin mancha o defecto, necesitamos que los demás hablen a nuestras vidas

Ese tipo de cuidado pastoral puede venir de muchas maneras. Puede ser durante una enfermedad o la muerte de un familiar; un hijo que se va a la universidad o al ejército; el nacimiento de un hijo o un nieto; cambios adversos en la vida, el trabajo, o la familia. A veces la sensibilidad a un conflicto espiritual exige que los compañeros ancianos acompañen a sus hermanos.

No asumas que otro anciano servirá al hermano en tiempo de necesidad. Toma la iniciativa de pastorear a tus compañeros pastores. Llegará un momento en que serás el receptor de tal ministerio.

5. Vivan juntos en el cuerpo

Al convivir en el cuerpo, pienso en las cosas que hacen los miembros regulares de la iglesia, cosas que se intensifican entre los ancianos: leemos libros y hablamos de ellos; compartimos historias de cómo Dios ha trabajado; discutimos sermones y estudios bíblicos que estamos preparando para enseñar. Nos abrimos al compartir sobre nuestras debilidades y pecados. Visitamos a los miembros necesitados de la iglesia. Participamos en viajes misioneros. Trabajamos hombro a hombro en varios proyectos de la iglesia o en días laborales. Compartimos fraternalmente la mesa. Oramos. Nos reímos. Hacemos vida juntos.

Sí, los pastores necesitan ser pastoreados por sus compañeros ancianos. Ciertamente podemos desarrollar estructuras formales para hacerlo, como tiempos de rendimiento de cuentas, estudios bíblicos, coevaluación, entre otras, pero estoy abogando por algo más holístico —vida con vida en el crisol del ministerio.

Conózcanse bien. Sírvanse fielmente el uno al otro.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Omar Jaramillo.
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