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Herramientas del Predicador: ¿Qué digo en el funeral de una persona que no conocía?

Mi introducción a la realización de servicios funerarios llegó a la madura edad de 17 años. Yo había estado predicando durante aproximadamente un año (aunque mal, debo añadir). Mi padre, un director de funeraria en la pequeña comunidad donde crecí, me llamó para ver si quería llevar a cabo un funeral. Un hombre había muerto, pero no tenía pastor para llevar a cabo el servicio. Papá pensó que debía arrojarme a la parte más honda de la piscina si me dirigía hacia el ministerio.

Muchas emociones pasaban por mi mente: ¡Me estás tomando el pelo! ¿Qué iba a decir? No conocí a esa persona. Después de escuchar mi reacción, él amablemente dijo: “Yo te ayudaré”. Así que mi primera lección sobre la realización de un funeral para alguien que no conocía procedía de un graduado de una escuela mortuoria, no de un seminario.

Con los años me han pedido llevar a cabo numerosos servicios para personas que nunca conocí. Que alguien haga una solicitud de este tipo tiende a generar suposiciones. El fallecido debe haber sido un inconverso, o alguien que no tenía iglesia, o separado de una iglesia, o en disciplina. Pero, ¿son correctas estas suposiciones?

Puede haber explicaciones válidas en cuanto a por qué no tiene pastor. Tal vez el fallecido había estado en un centro de cuidado durante una década y se perdió el contacto con su antigua iglesia. Tal vez se había mudado recientemente a la comunidad y murió antes de encontrar una iglesia. Tal vez era un miembro fiel, pero su iglesia desapareció mientras estaba incapacitado, dejándolo sin una iglesia.

Podríamos añadir más suposiciones, por supuesto, pero podría ser que ninguna de ellas se adapte a la persona para la que se hará el servicio funerario. Entonces, ¿cómo te enfrentas a dicha situación? Aquí hay cinco cosas que he aprendido sobre cómo realizar este tipo de funerales:

1. No salte a conclusiones.

Las suposiciones iniciales sobre el difunto como un anti-iglesia sin Dios, un anciano amargado que no ofrecía nada para el evangelio, pueden ser erróneas. No debemos juzgar.

2. Esté dispuesto a realizar el servicio.

Lo último que necesita una familia en duelo es hacer una búsqueda en Google de “pastor dispuesto a realizar servicios funerarios para alguien que no conoce”. Véalo como una oportunidad para ministrar el evangelio de gracia y esperanza.

3. Tómese el tiempo de averiguar todo lo que pueda acerca del fallecido.

A menos que haya algo fuera de lugar, la mayoría de los miembros de la familia van a hablar de su ser querido. Tener una anécdota o dos de su vida le da un toque pastoral a sus comentarios. Un miembro de la iglesia me habló del funeral de un amigo mayor que durante mucho tiempo había sido confinado en casa. Había servido en el ministerio, pero por alguna razón, un pastor que no lo conocía había llevado a cabo el servicio. “Claro que era obvio que el predicador no conocía mi amigo”, dijo el miembro. No se tomó nada de tiempo para descubrir algo sobre el difunto. Eso es desinterés.

Tal vez un par de ejemplos personales ayudarán.

Un hombre en nuestra congregación me pidió llevar a cabo el funeral de su hermano, a quien nunca había conocido. Este hombre escribió una serie de piezas interesantes para una revista británica durante su residencia en el Reino Unido. Escuchar las reflexiones de la familia y leer el pulso de su vida en esos artículos añadieron algunas anécdotas al sermón. Al final resultó que, en las conversaciones finales con su cuñada, quién regularmente le compartía el mensaje de Cristo, él profesó la fe. Mis suposiciones iniciales eran equivocadas, así que estaba contento de haber tenido esas conversaciones. Mi acercamiento al sermón cambió completamente.

En otra ocasión, se me pidió llevar a cabo un funeral de un joven que murió de una sobredosis de drogas. Nunca asistió a la iglesia y nunca había conocido a Cristo. Así que indagué. ¿Qué cosas disfrutaba hacer? ¿Con quién le gustaba estar? ¿Tenía algún interés? La única cosa que resaltaba era su amor por sus amigos. A pesar de la oscuridad de su vida, él se preocupaba por los demás. En la capilla, vi el grupo más variado de asistentes del que jamás había sido testigo en un funeral. Me di cuenta de que tenía amigos en duelo —amigos que no tenían ni idea de cómo hacer frente a la desesperanza en la muerte súbita. Así que me ofrecí a dar una reflexión sobre la apreciación del joven por sus amigos mientras tejía la esperanza del evangelio a través de mi charla.

4. Póngase en el lugar de la familia y los amigos que asistieron al servicio conmemorativo.

¿Te gustaría tener a un John Knox rugiendo a la reina María de Escocia? O ¿estarías más inclinado a escuchar la suave y agitadora prosa de Samuel Rutherford? Si bien es posible que desee recalcar una verdad bíblica —y debería— yo le sugiero que lo haga con denuedo apacible.

Recuerdo haber ayudado a mi padre con el funeral de un alcohólico conocido que había sido asesinado. El predicador no lo conocía, pero conocía su familia. En lugar de mostrar ternura hacia ellos, se puso a gritar sobre la vida disoluta de ese hombre. Me encogí. Ellos ya sabían de su depravación. Lo que necesitaban en ese momento era la esperanza que tenían en el evangelio.

5. Deje a los asistentes con un sentido de esperanza a través del evangelio.

Multitudes viven sin esperanza en Cristo. Pero en un funeral usted tiene una oportunidad única para exponer la esperanza de levantará a las personas desesperados —Jesucristo tal y como se revela en el evangelio. Si bien se reconoce la brevedad de un sermón funerario (15 a 20 minutos), bríndeles a Jesús. Déjelos salir con un sentido de Cristo como la esperanza de los pecadores.

Mientras lleva a cabo el funeral de alguien que no conoce, dese cuenta de que nuestro Señor no malgasta ninguna oportunidad, y tampoco debemos hacerlo nosotros.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Dess Oyola
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