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El apóstol Pablo exhortó a Timoteo con las siguientes palabras: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). El mismo llamado está sobre cada persona que tiene la oportunidad y el privilegio de compartir la Palabra de Dios.

El ministerio de la Palabra no se limita al púlpito. Aunque este ministerio se lleva a cabo primordialmente por los pastores, quienes semana a semana deben prepararse para alimentar al rebaño de Dios, también incluye el impartir clases, escribir, dar sesiones de consejería, dirigir grupos pequeños, y más.

Timothy Keller escribió “La predicación” bajo ese entendimiento de la diversidad del ministerio de la Palabra. Keller comparte con nosotros lo que ha aprendido en sus 40 años como predicador. Él comenta, “Este libro pretende ser un recurso para aquellos que comunican su fe cristiana de cualquier manera” (p. 4). Keller entiende que hay ciertos dones especiales del Espíritu para la predicación de la Palabra de Dios, pero no por eso puede un creyente excusarse de no aprender a cómo enseñar la Palabra de Dios a otros.

La predicación: Compartir la fe en tiempos de escepticismo

La predicación: Compartir la fe en tiempos de escepticismo

B&H Español. 288 pp.
B&H Español. 288 pp.

“Todo cristiano necesita comprender el mensaje de la Biblia lo suficiente como para poder explicarlo y aplicarlo a otros cristianos” (p. 4).

El rol del predicador y el propósito de la predicación

Keller resumen el rol del predicador en dos puntos. “Cuando predicamos, debemos servir y amar la verdad de la Palabra de Dios, y también servir y amar a las personas que tenemos ante nosotros… Luego, está lo que Dios debe hacer. Él imprime la Palabra en el corazón de nuestra audiencia mediante la demostración del poder de Dios” (p. 19). Esto solo se cumple cuando predicamos a Cristo desde toda la Escritura.

El libro se divide en tres partes que se derivan de esta definición: 1) “Servir la Palabra”, 2) “Alcanzar a las personas” y 3) “Con demostración del poder del Espíritu”.

En la primera parte, Keller argumenta que el propósito de la predicación es proclamar la Escritura con sus propias ideas, directrices, y enseñanzas con la intención de que los oyentes perciban su autoridad. El autor hace un caso a favor de la predicación expositiva como herramienta principal para la tarea de la predicación.

Además, la clave para predicar siempre el evangelio es predicar siempre a Cristo, y la clave para eso es encontrar cómo un determinado texto participa en el gran arco narrativo de la Biblia. Keller escribe, “A partir del punto principal de cada texto, hay alguna forma de predicar a Cristo con integridad. Señala ese camino y viaja por él antes de terminar tu sermón” (p. 61).

Contexto y corazón

La segunda parte del libro aborda una pregunta de suma importancia. ¿Cómo comunicamos la fe cristiana en esta época cada vez más secular? En una cultura cada vez más relativista, en la que la verdad del cristianismo antes tomada como irrefutable está siendo cuestionadas, ¿cómo comunicamos las verdades absolutas de la Palabra de Dios? ¿Cómo nos aseguramos de que el mensaje del evangelio está siendo escuchado por una sociedad envuelta en el entretenimiento, consumismo y competencia de creencias?

El autor ofrece dos respuestas: contextualizar el mensaje y predicar al corazón.

Keller entiende que parte de la contextualización es la capacidad de “aprender a presentar los temas bíblicos, las doctrinas y las verdades correspondientes, de tal manera que las narrativas culturales seculares sean tanto apreciadas como desafiadas” (p. 105). En el capítulo cinco se explica cuáles son esas narrativas culturales seculares actuales y se ofrece una respuesta a cada una de ellas.

Aunque predicar bíblicamente y predicar a las narrativas culturales es fundamental, no es suficiente. Keller explica, “A menos que la verdad no solo sea clara, sino además real para los oyentes, entonces las personas no la obedecerán… Entonces, la meta del sermón no puede ser solo aclarar y hacer comprensible la verdad a la mente, sino además hacerla apasionante y real para el corazón. El cambio ocurre no solo al dar a la mente nuevos argumentos, sino al alimentar la imaginación con nuevas maravillas… Esto no solo requiere argumentos racionales y enseñanza doctrinal (aunque, sin duda, las incluye), sino también la presentación de la belleza de Cristo” (p. 145).

La meta del sermón no puede ser solo aclarar y hacer comprensible la verdad a la mente, sino además hacerla apasionante y real para el corazón.

Keller concluye su libro con el “secreto” de lo que hace que una predicación excelente.

“Aunque la diferencia entre un mal sermón y uno bueno es ante todo responsabilidad del predicador, la diferencia entre una predicación buena y una excelente yace ante todo en la obra del Espíritu Santo en el corazón del oyente y del predicador” (p. 8).

Este énfasis debe ser una de las joyas más valiosas de este libro. Todos debemos de reconocer que la efectividad de una predicación no yace en la cantidad de libros que uno lea, o en su elocuencia al hablar. El secreto de una predicación excelente yace solamente en el poder del Espíritu Santo. La elocuencia al hablar y la capacidad de hablar frente a miles de personas no son sinónimos de predicar bajo la unción del Espíritu Santo. Un predicador que no está dependiente del Espíritu Santo a la hora de predicar la Palabra de Dios no es diferente a un charlista cualquiera; puede que comunique información de interés pero no puede transformar los corazones de sus oyentes.

Cuidando al lector de caer en el engaño de que él no tiene responsabilidad alguna en esta parte, Keller hace notar la relación que hay en los grandes hombres de Dios del pasado entre su carácter y su unción. El Señor los ha ungido con su Espíritu para predicar no por su capacidad de defender ciertas doctrinas o su elocuencia, sino porque ellos conocen a su Dios y tiemblan ante su Palabra. No controlamos al Espíritu Santo, ni tenemos manera de manipularlo, pero nuestro carácter humilde y nuestra dependencia de Él en oración nos colocan en el lugar apropiado para poder ser usados por Él.

Teoría y práctica

Una de las cosas que hacen a este libro tan valioso es la combinación entre lo teórico y lo práctico. A lo largo de cada capítulo, Keller pone de lado su exposición para profundizar en casos específicos de cómo aplicar el tema que está compartiendo. Además, el libro incluye un apéndice en el que Keller explica detalladamente cómo desarrollar un sermón expositivo y uno temático.

En conclusión, este libro me ha ayudado a poder tener una conciencia mayor por la importancia de entender la cultura en la que vivimos. Debemos entender las narrativas culturales para poder comunicar la Palabra de Dios al corazón de los oyentes en dependencia del Espíritu Santo.

La predicación” será de mucha ayuda a pastores, estudiantes de seminario, maestros de escuela dominical, y todos aquellos que tengan el honor de compartir la verdad de la Palabra de Dios a otros.

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