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La Biblia es un libro fascinante. Allí nos encontramos con el Dios que ha formado el mundo con el poder de su Palabra; poniendo como pináculo de su creación al ser humano como portador de la imagen de Dios. Allí descubrimos que por la rebelión de Adán, todos nosotros estamos en enemistad para con el Creador, y de cómo Él no nos ha abandonado en nuestra rebelión, sino que ha enviado a su Hijo a morir en una cruz por nuestros pecados. Nos encontramos con el Salvador, quien al tercer día resucitó y reina con autoridad por sobre todas las cosas hasta su regreso.

Como redimidos, amamos la Biblia y su mensaje ¿Entonces por qué en ocasiones se nos hace tan pesada leerla? Permíteme sugerir una razón: Leemos la Biblia con la intención equivocada.

Un arma de doble filo

Cada enero, desde que el Señor me ha salvado, me he encontrado atorado en el mismo patrón: 1) Inicio de plan de lectura de la Biblia, 2) Retraso en plan de lectura, 3) Plan de lectura olvidado. Año con año me convenzo a mí mismo que ese es el año en el que podré seguir un plan de lectura de principio a fin, solo para encontrarme un mes después con que estoy leyendo algo totalmente diferente a lo que mi plan me asignaba. Los primeros años batallé mucho con sentimientos de culpabilidad por que no estaba logrando leer la Biblia entera en un año, y aún más cuando veía lo pronto que había comenzado a retrasarme.

Un plan de lectura puede ser una herramienta muy útil para empezar a leer la Biblia. Hay planes de todo tipo de estilos, ritmos, y duraciones. Cada uno de estos planes tienen como intención que puedas leer la Biblia de una manera fresca. A pesar de ser herramientas muy útiles, me encontré con la realidad de que no estaba creciendo en mi caminar cristiano por seguir los planes. Es más, el intentar seguir un plan se volvía más una carga que una bendición. Al paso de los días, lo que empezaba como un ejercicio espiritual muy enriquecedor, se tornaba en algo muy pesado. La presión de tener que cumplir con la lectura asignada se volvía la prioridad, no el poder tener un encuentro con Dios.

La tentación del crecimiento

Una de las cosas que he ido aprendiendo con mi intento fallido de seguir los planes de lectura es que mi corazón es tan engañoso que aun algo bueno —como leer la Biblia— lo estaba tornando en algo pecaminoso. En un intento de querer buscar la manera de poder “ayudar” a Dios con mi crecimiento espiritual, me estaba olvidando de lo más importante: Dios mismo. En lugar de someterme bajo la Palabra de Dios, queriendo buscar conocerlo más, estaba cayendo en una postura legalista, pensando que eso garantizaría mi crecimiento. Para mí fue muy liberador el irme dando cuenta que la Biblia no tiene una cantidad de versículos diarios por leer como requisitos mínimos para crecer. El problema no está en los planes bíblicos, sino en el corazón del que está leyendo la Palabra. Leer la Biblia debe tener el propósito de buscar estar con Él. Cuando nuestro tiempo en la Palabra se queda solo en el plano de la obligación, hemos olvidado cuál es la meta real: la comunión con Dios.

La comunión con Dios nos hace crecer

La gloria del evangelio es que el Justo se dio a si mismo por los injustos, a fin de llevarlos a Dios (1 Pe. 3:18). Esto ha sido el objetivo de Dios desde el principio: establecer un pueblo con quienes poder relacionarse (Lev. 26:11, Ezk. 37:27, 48:35, Jn. 14:23, 2 Cor. 6:16, Apo. 21:3). Nuestro mayor regalo como cristianos es que tenemos la bendición de estar en comunión con el Dios Trino. Tenemos comunión con Él por medio de su Espíritu quien mora en nosotros, pero también por medio de la lectura de su Palabra. Cada mañana que abrimos nuestra Biblia, tenemos la oportunidad de tener comunión con Dios, escucharlo, saber cuál es su voluntad para nuestras vidas, recordar su amor por nosotros, ver la gloriosa esperanza que tenemos en Jesús, ser transformados cada vez más a la imagen de Cristo.

El propósito de nuestro tiempo devocional debe ser el tener un encuentro con nuestro Dios, no el de marcar una casilla. Por supuesto: la constancia en la lectura de la Biblia es algo hermoso y que debemos buscar. A la vez, debemos acercarnos a la Palabra con la expectativa de que tendremos este encuentro con el Señor por medio de ella. El verdadero crecimiento en nuestra vida espiritual viene exclusivamente de nuestra comunión con Él. El apóstol Pablo lo pone de esta manera:

“Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”, 2 Corintios 3:18

Seremos transformados en la medida que contemplamos a Cristo. Esto puede ser por medio de leer un versículo o diez capítulos diarios. Hacer tu devocional diariamente no garantiza tu crecimiento; ver a Jesús si. Si anhelamos crecer en nuestra semejanza a Cristo, no podemos correr a través de la Biblia. Debemos esforzarnos en conocer y ver a Jesús más allá de lo que nos esforzamos por terminar nuestros planes de lectura. La Biblia es un libro fascinante por medio del cual podemos tener comunión con Dios. Leámosla, amémosla, y atesorémosla.

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