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La mentalidad moderna, caracterizada principalmente por el pragmatismo, ha traído todo tipo de consecuencias —positivas y negativas— en las comunidades cristianas. Una de las negativas es que ha logrado establecer acríticamente el deseo de controlar el crecimiento de la iglesia mediante tecnologías de manipulación de variables y técnicas de persuasión humanas. Lamentablemente, muchas iglesias reformadas históricas, como la denominación a la cual pertenezco, no son la excepción.

Quiero ser claro en esto, y espero que quienes leen este artículo no pasen por alto la siguiente afirmación que hago con plena convicción: no veo problema en adoptar ciertos conceptos, criterios y técnicas que nos pueden ayudar a ser mejores mayordomos de las capacidades, recursos, energías y tiempos que Dios da a la Iglesia. Eso es bueno y es necesario, ya que somos llamados a ser sabios administradores, y rendiremos cuentas el Señor por ello. Sin embargo, el problema, a mi modo de ver, está en que muchos adoptan estos conceptos, criterios y técnicas de forma acrítica. O sea, sin preguntarse cosas como: ¿qué presupuestos subyacen a ciertos criterios de medición del crecimiento de iglesias? ¿Qué ideologías reflejan las técnicas de control de variables para hacer que la gente se sienta atraída a venir y permanecer en la iglesia? O incluso: ¿qué riesgos y pecados trae consigo una excesiva confianza en las técnicas por sobre la dependencia del Espíritu Santo? Ya es suficientemente grave que casi nadie se haga estas preguntas, más grave aún es que no se las hagan a luz de la Biblia.

Pensando en perfiles

Dentro de los elementos pragmatistas adoptados acríticamente en la últimas décadas para el crecimiento de la iglesia se encuentra el concepto de “perfil pastoral”. La idea suena bien, y tiene elementos positivos a luz de la Escritura. Es bueno que al pensar en un proyecto de iniciación de una nueva iglesia o de desarrollo de una comunidad local ya establecida, antes que pensar en nombres específicos, las iglesias y sus líderes piensen primero en ciertas características que un pastor u obrero debe tener para cumplir con las tareas en ese contexto.

Así, por ejemplo, si una iglesia se encuentra en un barrio universitario y tiene como objetivo alcanzar a jóvenes estudiantes y a profesores, es interesante pensar en alguien que tenga ciertas capacidades y capacitación para eso. En cambio, una iglesia en un contexto de riesgo social probablemente requiera un obrero con capacidades distintas. En el primer caso, los líderes probablemente van a preferir llamar un pastor con el perfil más académico, con estudios de postgrado, y una retórica más elevada. En el segundo caso, el perfil buscado será más bien el de un pastor activo, que sepa catalizar iniciativas de ayuda social, que visite familias constantemente, y con una retórica más simple y cuyos estudios de postgrado (a no ser que sean en trabajo social) serán más bien un elemento prescindible.

¿Perfiles pastorales en la Biblia?

Suena razonable, y en más de un sentido lo es, pero, ¿qué podemos descubrir del concepto de “perfil pastoral” bajo la autoridad de la infalible Palabra de Dios?

Al leer las historias de la Escritura de los siervos que el Señor llamó, termino opinando que no debemos sobrestimar ni menos idolatrar el concepto de “perfil” para decidir enviar o llamar a un pastor a un determinado campo, ya que podríamos terminar creyendo que nuestras técnicas y sabiduría humanas son superiores al llamado soberano del Señor de la mies. Pienso en este caso, por ejemplo, en el apacentador de bueyes Amós, que fue llamado, contra toda expectativa, desde los sectores rurales del Reino del Sur a predicar a los centros urbanos y palacios del Reino del Norte. Los sacerdotes de Betel y Samaria jamás habrían llamado para cumplir el oficio de profeta en su territorio a alguien con el perfil de Amós. Esto queda en evidencia en el enfrentamiento entre Amós y Amasías (Amós 7:10-17). Es altamente probable, también, que el mismo Amós por iniciativa propia y por su propia ponderación racional, jamás habría escogido ser profeta… y menos aún en Samaria. Pero una cosa está fuera de toda duda: Dios quería a Amós predicando en las calles del Reino del Norte.

Por otro lado, siempre buscando analizar el asunto a la luz de la Escritura, tampoco debemos subestimar la importancia que un determinado perfil puede tener. Y aquí creo que el foco desde una visión bíblica ni siquiera está en la capacidad de los líderes de decidir o descubrir correctamente cuál es el “perfil de pastor” para su iglesia, sino en algo más profundo: en el entendimiento claro que el Dios Soberano guía, prepara y encamina las vidas de las personas, desde su nacimiento, para que en un determinado punto asuman un llamado que Él tiene para ellos. Pienso aquí, por ejemplo, en Moisés, cuya vida fue especialmente preparada desde antes de nacer en cada detalle para cumplir ESE llamado específico que Dios le tenía: durante 40 años recibió la mejor educación egipcia, creció en los palacios del mismo Faraón y allí conoció sus costumbres, sus dioses, sus temores, sus prioridades, etc. Luego, en los 40 años siguientes, aprendió a apacentar ovejas en el desierto, desarrollando la capacidad de encontrar sombra, buscar agua, escoger caminos, etc.

Lo maravilloso es que la dependencia del Señor fue siempre la clave. No fue el conocimiento que Moisés tenía de la cultura egipcia el que liberó al pueblo de la esclavitud. Fue la mano poderosa del Señor. Tampoco fue el conocimiento que Moisés adquirió del desierto el que hizo que el pueblo tuviera agua, alimento, sombra en el día y calor en la noche. Fueron los milagros del Todopoderoso.

Concluyendo, por lo tanto, me parece que en este asunto de los “perfiles pastorales” —así como en varias cosas más— aquello que la Confesión de Fe Westminster llama de prudencia cristiana (capítulo I, párrafo VI) se hace muy necesario en los líderes a la hora de escoger un pastor. Esta prudencia cristiana no se basa solamente en la capacidad humana de analizar factores; es más que eso: es pensar y analizar siempre dentro de los principios de la Biblia y tomar decisiones dependiendo del Espíritu Santo en oración. Me parece que lo más importante a la hora de definir un “perfil pastoral” es que presbíteros y diáconos estén abiertos a que Dios puede destruir ese perfil en el momento que sea y como le dé la gana. Él es el Señor de la mies, y Él es quien envía obreros a su mies.

Toda técnica, criterio o tecnología que nos invite, sutil o abiertamente, a dejar de depender del Espíritu de Dios jamás será buena para la vida de la iglesia. En este sentido, nada sustituirá jamás la búsqueda del Señor en oración, la sumisión a los preceptos bíblicos, y el ayuno. Es mi convicción personal que los líderes que están buscando un pastor para su iglesia deben dedicarse a estas cosas primariamente, y solo así la elaboración de un “perfil pastoral” será útil en su preciso lugar y en su justa medida. Y la misericordia de Cristo –que ama a Su iglesia más que nosotros y que está mucho más interesado en Su misión que nosotros– hará que ocurra algo similar a lo que ocurrió en la iglesia de Antioquía: el Espíritu Santo mostrará a quién apartar para la obra a la cual Él los llamó (Hechos 13.2-3)… y puede que, incluso, Él se digne a usar la elaboración de un “perfil pastoral” para mostrarlo.

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