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La Biblia utiliza diferentes expresiones para definir y describir al conjunto de creyentes, con cada una de ellas resaltando ciertos aspectos puntuales. Así tenemos varias imágenes, como un cuerpo, una familia, un pueblo, un rebaño, una vid, un edificio, o una esposa, por nombrar las más conocidas. Pero la expresión más básica tal vez sea la de una “iglesia”.

La Biblia llama “ekklesía” (en griego) al conjunto de cristianos y esta palabra pasó al español como iglesia. De modo general, se refiere a una asamblea o congregación, un grupo de personas convocadas. Pero, bíblicamente, su significado es más puntual. Esto es lo que dice 1 Pedro 2:9-10:

“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia”.

El Padre eligió, por su amor y según su voluntad, a un grupo de personas y se los entregó a su Hijo

Allí podemos notar que la Iglesia de Cristo es una asamblea de personas llamadas por Dios (“linaje escogido”), separadas del pecado (“nación santa”… “los llamó de las tinieblas”), y que tienen un nuevo propósito (“para anunciar las virtudes de Aquél que los llamó”). Esta es una definición esencial y simple, que abarca dos aspectos de la Iglesia:

1. La Iglesia pertenece a Cristo. El Padre eligió, por su amor y según su voluntad, a un grupo de personas y se los entregó a su Hijo. Jesús vino al mundo a buscarlos y a pagar el precio de su rescate de acuerdo a este plan (ver Juan 17). Con su sangre los redimió y los llamó de las tinieblas a su luz admirable. La Iglesia existe por la obra de Jesús.

2. La Iglesia responde en fe. Ser parte de la iglesia de Cristo significa confiar en la obra redentora de Jesús de todo corazón. También significa confesar que Él es Señor, el hijo del Dios viviente. Pero no solo una confesión de labios, sino también una confesión por medio de nuestra manera de vivir. Nadie puede pretender ser parte del pueblo de Dios si todavía anda en tinieblas (1 Jn. 1:6). La Iglesia confiesa y practica su fe en Jesús.

“Una, santa, católica, y apostólica”

Como se dijo más arriba, la Iglesia es “una asamblea o reunión de los escogidos, aquellos que Dios ha llamado a apartarse de este mundo, del pecado, y los ha llamado a un estado de gracia”.[1] Se trata de una definición amplia y simple, aunque profunda, que apunta a lo esencial de su naturaleza. Pero a medida que la Iglesia de Cristo crece en el tiempo y hasta lo último de la tierra, siempre surgen problemas complejos.

Esto fue lo que sucedió en los primeros siglos, y los cristianos de aquellos tiempos tuvieron que combatir contra diferentes herejías. Por esta razón, en el siglo IV redactaron y ampliaron una confesión de gran valor, conocida como el Credo Niceno. Ella resume la verdadera fe cristiana y previene muchos errores. En cuanto a la Iglesia, utilizaron cuatro palabras que hasta hoy siguen siendo útiles para nosotros. Ellos definieron a la Iglesia de Cristo como “una, santa, católica, y apostólica”.

Memorizar esta simple oración puede ayudarnos a meditar en las verdades bíblicas acerca del pueblo de Dios. Pero para que no sean solo palabras vacías, una breve explicación puede ser de mucha ayuda:

  • La Iglesia es una a pesar de las diferentes ramas y las denominaciones. Los salvos pertenecen a un solo cuerpo y un solo Señor, como también comparten una esperanza, una fe, y un bautismo (Ef. 4:4-6).
  • La Iglesia es santa porque Dios la llamó para sus propósitos. También es santa porque los creyentes deben reflejar con sus vidas a su Padre celestial (1 P. 1:15-17).
  • La Iglesia es universal, o católica, porque sus miembros se extienden por todo el mundo. El pueblo de Dios ya no está limitado a una etnia o nación específica, sino que de todas las naciones, pueblos, y familias de la tierra Dios ha elegido un pueblo para sí (Ap. 7:9).
  • La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre la enseñanza de los apóstoles. Nadie puede poner otro fundamento después de ellos. Ni la tradición y los llamados “padres y doctores de la Iglesia”, como tampoco los escritos de los reformadores, pueden suplantar a la Biblia. Las Escrituras son el registro de las enseñanzas apostólicas (Ef. 2:20).

El Señor de la Iglesia

De esta manera tenemos definiciones concisas sobre la Iglesia de Cristo para distinguir la verdad de la mentira. Estas son herramientas útiles para mantenernos firmes. Pero una respuesta sobre qué es la Iglesia no debe quedarse en un orden intelectual o abstracto.

Meditar en la Iglesia debe llevarnos a meditar en el Señor y salvador de la Iglesia. Ella es el cuerpo y Él su cabeza (Ef. 1:22-23). La Iglesia es la esposa amada de Jesús, por la cual se entregó para su redención y santificación (Ef. 5:25), y muy pronto volverá a buscarla.


[1] R. C. Sproul, Las grandes doctrinas de la Biblia (Editorial Unilit, 1996), p. 245.
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