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¿Por qué importa la formación teológica?

Parece que vivimos en una sociedad que se la pasa de crisis en crisis. Crisis médica, crisis moral, crisis social y muchas más. Sin embargo, a pesar del intenso debate que se genera en torno a la crisis actual (cualquiera que sea), aún tenemos la necesidad de pensar en otros temas cruciales para la existencia humana. Todavía necesitamos pensar en qué dicen las Escrituras sobre __________ (escoge el tema) .

El cristiano no vive en la burbuja de la crisis actual, sino inmerso en una realidad mucho mayor. Por eso es importante poder ofrecer una respuesta apta y conforme a las enseñanzas de las Escrituras de estos temas, siguiendo la línea de pensamiento histórico que otros fieles seguidores de Cristo han trazado a lo largo de la historia. Entonces, es importante ofrecer respuestas teológicas sanas sobre las inquietudes cotidianas de la vida.

Por lo tanto, la educación teológica sigue y seguirá siendo relevante. Las crisis agudizan el pensamiento sobre temas específicos, pero no hacen desaparecer la necesidad de seguir pensando y respondiendo bíblicamente al resto de las circunstancias de la vida.

A continuación, presentaré ciertos aspectos fundamentales que resaltan la importancia de la formación teológica. Sin embargo, quiero recalcar que la educación teológica formal —es decir, lo que vemos en instituciones teológicas— nunca reemplazará a la iglesia. Las instituciones teológicas no sustituyen la necesidad de congregarnos en una iglesia local y ser parte de una comunidad de fe.

Las instituciones teológicas no sustituyen la necesidad de congregarnos en una iglesia local y ser parte de una comunidad de fe

A la hora de hablar sobre la importancia de la formación teológica, ella se debe reconocer desde un sentido general y un sentido específico.

La importancia general de la formación teológica

De manera general, podemos argumentar que la educación teológica importa porque el ser humano es por naturaleza un ser creyente. No es una máquina que cuantifica y relaciona la información en su entorno de manera impersonal. El ser humano es por naturaleza una criatura que se apoya de la fe para guiarse en el mundo.

Una prueba de esto se encuentra en el hecho de que, a pesar de que nos hemos beneficiado por muchos años de los avances en las ciencias y a pesar de que en la cultura popular el mundo quiera aseverar que la ciencia y la fe no se mezclan, todavía existen miles religiones en la tierra. ¿Por qué es esto? Porque el ser humano no puede navegar la vida dejando la fe a un lado. El hombre es intrínsecamente teológico en el sentido más amplio del término. Sin embargo, la pregunta es: ¿Qué tipo de teología es la que tiene? Otra manera de formular esta pregunta sería: ¿En qué o quién depositas su fe?

Aquí es donde la fe bíblica, la fe en Cristo Jesús, se destaca como la única fe verdadera. Es la única fe que satisface todas las dudas que podamos tener y resuelve el problema más grande de la humanidad: el pecado.

Por lo tanto, si entendemos que el ser humano es intrínsecamente un ser creyente, entonces debemos reconocer la importancia de creer las cosas correctas y de creer en la persona correcta.

Podríamos decir, entonces, que compartir el evangelio es un acto de formación teológica. Es el acto de educar o formar a una persona en la teología correcta sobre Dios y la creación. Este primer paso de formación teológica empieza definiendo quién es Cristo y qué ha hecho por nosotros.

En el libro de Hechos, leemos cómo Pablo da por sentado la religiosidad de los atenienses cuando les dice: «Varones atenienses, percibo que ustedes son muy religiosos en todo sentido» (17:22). Él asume que ellos tienen fe, pero fe en muchos dioses, y utiliza esto como punto de partida para hablar o educarlos sobre el Dios verdadero: «Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de los poetas de ustedes han dicho: “Porque también nosotros somos linaje Suyo”» (v. 28).

Si somos teológicos intrínsecamente, es importante ser formados teológicamente

Uno podría argumentar que esto aplica para la época de Pablo y no para la nuestra, porque la humanidad en general era más supersticiosa en aquella época. Pero no es así. No perdamos de vista el hecho de que incluso hoy los que profesan ser las personas más ateas también tienen cierta religiosidad, una teología o cosmovisión que responde a las preguntas más profundas y difíciles de la vida. El mundo, incluyendo al ateo, es intrínsecamente teológico.

Por lo tanto, si somos teológicos intrínsecamente, es importante ser formados teológicamente, lo cual comienza cuando volvemos a nacer (Jn 3:3). Una vez entramos al reino de Dios por medio del evangelio, no debemos detenernos ahí. Debemos seguir creciendo en nuestro entendimiento y amor por Dios.

Esta es una expectativa que se expresa en la Escritura: «Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios» (Heb 6:1). La Biblia nos exhorta a seguir creciendo y aprendiendo, y aquí vemos cómo encaja la educación teológica en la vida de la iglesia.

Dentro de este lineamiento, podemos concluir que la formación teológica no es solo para pastores. La formación teológica es para todos. Comienza con el evangelio y perdura por toda la eternidad, por cuanto nunca podremos agotar el conocimiento de Dios. Al mismo tiempo, debemos reconocer que la formación teológica puede ocurrir en un contexto informal (no institucional) dentro de las paredes de la iglesia. Así como recibir el evangelio es el primer paso, participar en la vida regular de la iglesia local es un acto de continua formación teológica.

La importancia específica de la formación teológica

También es bueno hablar de un sentido específico de la importancia de la formación teológica. Este punto lo he dejado al final porque es más fácil de ver y es lo que viene a la mente cuando hablamos de formación teológica. ¿Cuál es? La formación teológica es importante especialmente para aquellas personas que están ejerciendo en el ministerio o se están encaminando hacia él. Aquí no pienso solo en ministros o pastores, sino también en personas con papeles de liderazgo en la iglesia.

Los que enseñan y predican en la iglesia deben prestar atención especial a la formación teológica. Dios pone una carga seria sobre los maestros. Como escribe Santiago: «Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo» (3:1). Los maestros recibiremos un juicio más severo porque la acción de enseñar o predicar nos pone como representantes de Dios delante de Su pueblo.

Los que enseñan y predican en la iglesia deben prestar atención especial a la formación teológica

Cuando enseñamos la Biblia o cuestiones de la fe, estamos transmitiendo: «esta es la forma correcta de pensar sobre la creación y sobre Dios». Esta es una labor muy seria. Así como nos preocupamos de que no seamos calumniados o digan mentiras acerca de uno, a Dios también le importa cómo Él es representado frente a Su pueblo. Entonces, queremos asegurarnos de que a la hora de predicar, enseñar en la escuela dominical o dirigir un grupo pequeño, estamos enseñando doctrina sana y manejando la Palabra de Dios correctamente (2 Ti 2:15). La formación teológica realmente te puede ayudar con esto.

En este punto, el contexto formal de la formación teológica —es decir, las instituciones teológicas— juega un rol estratégico. Sí, uno puede comprar libros y estudiar la Biblia por su cuenta. Pero el valor de estudiar en instituciones teológicas es que entramos a una comunidad de estudiantes y profesores que pueden servir de guía. No tenemos que reinventar la rueda cada vez que encontramos temas teológicos difíciles de navegar. Podemos aprender de otras personas que han lidiado de diferentes maneras con ciertos temas o pasajes bíblicos. Esto a su vez agiliza el proceso de aprendizaje y crecimiento.

Además, la formación teológica te enseña a pensar. Todos los seres humanos usamos la facultad del raciocinio, pero en el proceso de la formación teológica mejoramos nuestra capacidad de ver conexiones lógicas al evaluar argumentos. Adquirimos conocimientos que esclarecen nuestra comprensión bíblica, histórica y teológica.

Por otra parte, la formación teológica puede ayudarnos a crecer espiritualmente. Nos hace menos propensos a tomar decisiones apresuradas. En una comunidad de estudiantes encontramos oportunidades para practicar la humildad, ya sea a modo de corrección por parte de los profesores, o al ver que no somos tan inteligentes como creíamos. La formación teológica formal puede ser un medio de gracia para la santificación y el continuo proceso de transformación de nuestros corazones. Por último, llevada a cabo apropiadamente, la formación teológica en la vida del estudiante le trae gloria a Dios (1 Co 10:31).

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