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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro El evangelio de Cristo Jesús (Poiema Publicaciones, 2019). Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

La Biblia define la fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He. 11:1). Esto nos lleva a una pregunta muy importante: ¿Cómo puede una persona razonable asegurarse de aquello que espera o cómo puede tener la convicción de que lo que él o ella nunca ha visto realmente existe?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en el carácter de Dios, la veracidad de la Biblia, y el ministerio del Espíritu Santo. Podemos tener la certeza del perdón de pecados, la reconciliación con Dios y la esperanza de la vida eterna porque Dios ha prometido estas cosas en la Biblia (Tit. 1:2-3) y el Espíritu de Dios testifica a nuestros corazones que son verdad (Jn. 16:3; Ro. 8:14-16; Gá. 4:6; 1 Jn. 2:20, 27).

La fe salvadora consiste especialmente en confiar que Cristo es nuestro Salvador, y única justicia con Dios. Una de las evidencias más grandes del arrepentimiento genuino es que no solo nos estamos alejando del pecado, sino también de confiar en nuestras propias virtudes, méritos u obras para ganarnos el derecho de estar delante de Dios.

La fe genuina incluye creer y depender de lo que Dios ha revelado sobre Sí mismo, sobre nosotros y sobre Su obra de salvación a través de Jesucristo

Nos damos cuenta de que toda nuestra supuesta justicia personal y buenas obras son como trapos de inmundicia (Is. 64:6), y las rechazamos firmemente como medios de salvación. Sabemos que si estamos reconciliados con Dios, no será como resultado de nuestras obras hacia Él, sino como resultado de Su gran obra hacia nosotros a través de Jesucristo. Estamos incondicionalmente de acuerdo con los siguientes versículos bíblicos: 

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”, Gálatas 2:16 (RVR60).

“Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”, Romanos 4:4-5 (RVR60).

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2:8-9 (RVR60).

La fe ilustrada 

En la vida de Abraham, la Biblia nos provee una ilustración maravillosa de la fe genuina. Cuando Abraham y su esposa, Sara, habían pasado por mucho la edad de tener hijos, Dios les prometió un hijo. En respuesta a esta promesa, la Biblia declara que Abraham estaba “plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Ro. 4:21 RVR60). Abraham creyó a Dios, y esto le fue contado por justicia (Ro. 4:3). 

La fe salvadora consiste especialmente en confiar que Cristo es nuestro Salvador, y única justicia con Dios

En cuanto al evangelio, la fe genuina incluye creer y depender de lo que Dios ha revelado sobre Sí mismo, sobre nosotros y sobre Su obra de salvación a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Creer es estar completamente seguro de que Dios está realmente dispuesto y es capaz de realizar lo que ha prometido a través de Jesucristo. Los próximos versículos bíblicos son una buena representación de lo que Dios ha prometido.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, Juan 3:16 (RVR60).

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, Juan 1:12 (RVR60).

“[Jesús dijo] ‘De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida’”, Juan 5:24 (RVR60).

Autoexamen

 ¿Estás creyendo? Debemos creer en Jesucristo para ser salvos. La pregunta que ahora queda por responder es personal: ¿Has creído? ¿Estás creyendo, confiando y dependiendo de la persona y obra de Jesucristo? Las siguientes preguntas explicativas te ayudarán a determinar si la fe genuina es una realidad en tu vida. 

  1. ¿Estás convencido de que la salvación no se encuentra en otro nombre sino en el de Jesucristo? ¿Estás convencido de que las afirmaciones de todos los demás supuestos profetas y salvadores son falsos? ¿Le confías tu bienestar eterno al poder y fidelidad de una sola persona, Jesús de Nazaret? 
  2. ¿Estás convencido de que la salvación no es un resultado de tu propia virtud o mérito? ¿Estás convencido de que incluso tus hechos más justos son como trapos de inmundicia delante de Dios? ¿Estás convencido de que la salvación por obras es totalmente inútil?
  3. ¿Has puesto toda tu confianza en el Hijo de Dios para que te salve de tus pecados? ¿Estás dependiendo de Él para que te enseñe la verdad de la Biblia, perdone tus pecados por Su sangre y cambie tu corazón por Su Espíritu?

Si puedes responder de manera afirmativa a estas preguntas, es un indicador de que Dios ha estado y está obrando en tu corazón, iluminando tu mente para que veas la verdad y creas para salvación.

Si estamos reconciliados con Dios, no será como resultado de nuestras obras, sino de Su gran obra hacia nosotros a través de Jesucristo

Si no puedes responder de manera afirmativa a estas preguntas, pero deseas la salvación, entonces sigue buscando a Dios en Su Palabra (la Biblia) y en oración. Reconsidera los versículos de la Biblia que hemos estudiado y examina tu vida a la luz de ellos. Sigue clamando a Dios para vencer tu incredulidad y para que te salve. La Biblia promete: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13, RVR60). Sigue buscándolo en Su Palabra hasta que el Espíritu de Dios te dé la seguridad de que eres un hijo de Dios.

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”, Romanos 8:16 (RVR60).

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”, Gálatas 4:6 (RVR60).


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