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4 consecuencias de la reducción del evangelio en nuestros tiempos

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro La garantía & las advertencias del evangelio (Poiema publicaciones, 2019), por Paul Washer. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

El evangelio de Jesucristo es el más grande de todos los tesoros dado a la iglesia y al cristiano. No es un mensaje entre muchos otros, sino el mensaje sobre todos. Es el poder de Dios para salvación a los pecadores y la revelación más grande de la multiforme sabiduría de Dios para los hombres y los ángeles. Es por esta razón que el apóstol Pablo dio al evangelio el primer lugar en su predicación, esforzándose por proclamarlo claramente e incluso imprecando a aquellos que pervirtieran su veracidad.

Cada generación de cristianos es administradora del mensaje del evangelio, y, a través del poder del Espíritu Santo, Dios la llama a guardar este tesoro que le ha sido confiado. Si queremos ser fieles administradores, debemos concentrarnos en el estudio del evangelio, hacer todo lo posible por entender sus verdades, y comprometernos a guardar su contenido. Al hacerlo así, aseguramos la salvación tanto para nosotros como para aquellos que nos escuchan.

Como es comúnmente conocido, la palabra evangelio viene de la palabra griega euangélion, que apropiadamente se traduce “buenas nuevas”. En un sentido, cada página de la Escritura contiene el evangelio. Pero en otro sentido, el evangelio se refiere a un mensaje muy específico: la salvación consumada para un pueblo caído, por medio de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo, el Hijo de Dios.

De acuerdo con la buena voluntad del Padre, el Hijo eterno, quien es igual con el Padre y es la representación exacta de Su naturaleza, voluntariamente dejó la gloria del cielo, fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de una virgen y nació el Dios-hombre: Jesús de Nazaret. Como hombre, caminó sobre esta tierra en perfecta obediencia a la ley de Dios. En la plenitud del tiempo, los hombres le rechazaron y le crucificaron.

En la cruz, Él llevó el pecado del hombre, sufrió la ira de Dios y murió en lugar del hombre. Al tercer día, Dios le levantó de entre los muertos. Esta resurrección es la declaración divina de que el Padre aceptó la muerte de Su Hijo como un sacrificio por el pecado. Jesús pagó el castigo por la desobediencia del hombre, satisfizo la demanda de justicia y aplacó la ira de Dios. Cuarenta días después de la resurrección, el Hijo de Dios ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre, y se le dio la gloria, el honor y el dominio sobre todo. Allí, en la presencia de Dios, Él representa a Su pueblo e intercede a su favor ante Dios. A todos aquellos que reconocen su estado de pecado e incapacidad y se rinden a Cristo, Dios les perdona completamente, les declara justos, y son reconciliados con Él. Este es el evangelio de Dios y de Jesucristo, Su Hijo.

Uno de los crímenes más grandes cometido por la presente generación de cristianos es su descuido del evangelio, y es de este descuido que surgen otros males.

Uno de los crímenes más grandes cometido por la presente generación de cristianos es su descuido del evangelio, y es de este descuido que surgen otros males. No es tanto que el mundo perdido está endurecido hacia el evangelio sino que es más bien ignorante del evangelio, puesto que muchos de aquellos que proclaman el evangelio son ignorantes de sus verdades más básicas.

Los temas esenciales que conforman la esencia del evangelio —la justicia de Dios, la depravación radical del hombre, la propiciación por sangre, la naturaleza de la conversión verdadera y la base bíblica de la seguridad— están ausentes de demasiados púlpitos. Las iglesias reducen el mensaje del evangelio a unas pocas declaraciones doctrinales, enseñan que la conversión es una decisión puramente humana y declaran seguridad de salvación sobre cualquiera que pronuncia la oración del pecador.

Estas son cuatro consecuencias de la reducción del evangelio en nuestros tiempos:

1. Un endurecimiento de los corazones

El resultado de esta reducción del evangelio ha tenido un enorme alcance. Primero, endurece los corazones de los no convertidos. Pocos de los “convertidos” hoy alguna vez se integran a la iglesia, y aquellos que lo hacen frecuentemente caen o tienen vidas marcadas por la carnalidad. Incontables millones caminan por nuestras calles y se sientan en las bancas de las iglesias sin ser cambiados por el verdadero evangelio de Jesucristo, aunque estén convencidos de su salvación porque alguna vez levantaron la mano en una campaña evangelística o repitieron una oración. Este sentido falso de seguridad crea una enorme barrera que muchas veces aísla a los individuos de escuchar el verdadero evangelio.

2. Una deformación de la iglesia

Segundo, este evangelio deforma a la iglesia de un cuerpo espiritual de creyentes regenerados a una reunión de hombres carnales que profesan conocer a Dios, pero lo niegan con sus hechos.

Con la predicación del evangelio verdadero, los hombres vienen a la iglesia sin esperar ser entretenidos con algún espectáculo, con actividades especiales o con la promesa de beneficios más allá de los ofrecidos por el evangelio. Aquellos que vienen lo hacen porque tienen un profundo anhelo por Cristo y están hambrientos por la verdad bíblica, la adoración sincera, y oportunidades de servir.

Cuando la iglesia proclama un evangelio inferior, se llena de hombres carnales que muestran poco interés por las cosas de Dios y se convierten en una carga para la iglesia. La iglesia entonces baja las demandas radicales del evangelio a una moralidad conveniente, y la verdadera devoción a Cristo da paso a actividades diseñadas para satisfacer lo que sus miembros sienten como necesidades. La iglesia llega a estar impulsada por actividades en vez de estar centrada en Cristo, y filtra o empaqueta cuidadosamente la verdad de manera que no ofenda a la mayoría carnal. La iglesia deja a un lado las grandes verdades de la Escritura y el cristianismo ortodoxo; el pragmatismo (es decir, lo que sea que mantenga a la iglesia funcionando y creciendo) se convierte en la orden del día.

3. Una reducción del evangelismo y las misiones

Tercero, este evangelio reduce el evangelismo y las misiones a poco más que un proyecto humanístico impulsado por estrategias de mercado ingeniosas, basadas en un cuidadoso estudio de las últimas tendencias en la cultura. Después de años de ser testigos de la falta de poder de un evangelio no bíblico, muchos evangélicos parecen estar convencidos de que el evangelio no funcionará y que el hombre se ha convertido en un ser muy complejo como para ser salvado y transformado por un mensaje tan simple y asombroso. Ahora hay más énfasis en tratar de entender nuestra cultura caída y sus modas pasajeras que en tratar de entender y proclamar el único mensaje que tiene el poder para salvarla. Como resultado, el evangelio es constantemente empacado para que se ajuste a lo que la cultura contemporánea considera más relevante. Hemos olvidado que el verdadero evangelio es siempre relevante a toda cultura porque es la palabra eterna de Dios para todo hombre.

4. Un daño a la imagen de la iglesia

Cuarto, este evangelio trae deshonra al nombre de Dios. A través de la proclamación de un evangelio inferior, los carnales y los inconversos se incorporan en la comunión de la iglesia, y, a través del casi total abandono de la disciplina eclesiástica bíblica, se les permite permanecer sin corrección o reprensión. Esto mancha la pureza y la reputación de la iglesia, y es blasfemado el nombre de Dios entre los no creyentes. Al final, Dios no es glorificado, la iglesia no es edificada, los miembros inconversos de la iglesia no son salvados y la iglesia tiene poco o ningún testimonio para el mundo incrédulo.

No es propio que nosotros como ministros o laicos estemos tan cerca y no hagamos nada cuando vemos “el glorioso evangelio del Dios bendito” ser reemplazado por un evangelio de menor gloria. Como administradores de este encargo, tenemos la obligación de recuperar el único evangelio verdadero y proclamarlo con valentía y claridad a todos. Haríamos bien en prestar atención a las palabras de Charles Haddon Spurgeon:

En estos días me siento impulsado a ir, una y otra vez, a las elementales verdades del evangelio. En tiempos de paz nos sentimos libres de incursionar en los interesantes espacios de la verdad que yacen en la lejanía; pero ahora debemos permanecer en casa y vigilar las creencias fundamentales de la iglesia, defendiendo los principios básicos de la fe. En esta época se han levantado hombres en la propia iglesia que hablan de cosas perversas. Hay muchos que nos inquietan con sus filosofías y sus nuevas interpretaciones, con las que ellos mismos niegan las doctrinas que dicen enseñar y atacan la fe que ellos han prometido guardar. Es bueno que algunos de nosotros, que sabemos lo que creemos y no tenemos significados secretos para nuestras palabras, afinquemos nuestro pie y nos mantengamos firmes, defendiendo la palabra de vida y declarando llanamente las verdades fundamentales del evangelio de Jesucristo.


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Imagen: Lightstock.
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