Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes clave de este evento.
Teodoro Beza nació en la nobleza baja de Francia y se le dio una excelente educación allí en preparación para su carrera como abogado. En la buena providencia de Dios, a la edad de nueve años fue enviado a estudiar bajo Melchior Wolmar, un luterano alemán, quien no solo le enseñó griego y latín, sino que también le enseñó a Beza de Cristo. Beza dijo del inicio de la tutela de Wolmar que fue “el comienzo de todas las cosas buenas que he recibido desde ese momento en adelante, y las cuales confío recibir más adelante en mi vida futura”.
El copiloto de Calvino
Sin embargo, después de completar su educación, Beza llevó una vida depravada en París por alrededor de una década, hasta que estuvo postrado en cama y cerca de la muerte por un tiempo. Luego, en 1548, Dios lo trajo a sus sentidos. Beza regresó a su compromiso con Jesús y huyó de Francia a la causa reformada en Suiza. Comenzó a enseñar a pastores en Lausana, y en 1558 fue llamado a Ginebra para servir bajo el mando de Juan Calvino. Beza y Calvino desarrollaron un estrecho vínculo en los últimos años de la vida de este último. Calvino escribió que sentía un cariño “profundo por Beza, que me ama más que a un hermano y me honra más que a un padre”.
Aparte de algunos viajes fuera de la ciudad-estado de Suiza, Beza pasó el resto de su vida en Ginebra, a menudo bajo condiciones difíciles. Nunca se sabía si los católicos vendrían a invadir la ciudad y matar a sus habitantes, y tuvo que luchar contra la creciente ola de polémicas luteranas en contra de los protestantes reformados.
El defensor de Ginebra
Beza dejó su huella en la Reforma de varias maneras. Primero, sobre él cayó la carga del liderazgo de la reforma ginebrina después de que Calvino murió en 1564. Durante los siguientes cuarenta años, Beza sirvió como pastor y profesor, viajó a Francia para ayudar a los protestantes asediados allí, y debatió con católicos y luteranos.
Juan Calvino fue indudablemente el padre del calvinismo, pero Beza muy bien pudo haber sido el primer calvinista. También dio forma a lo que ahora llamamos calvinismo, explicando y defendiendo las doctrinas bíblicas que Calvino había redescubierto. A través de su ministerio de enseñanza y escritura, Beza defendió la imputación de la justicia de Cristo como esencial para la justificación de un pecador, explicó la justicia de la doble predestinación, y expuso el consuelo que un creyente recibe de la expiación definitiva de Cristo.
Además de su liderazgo pastoral, Beza le dio a la joven iglesia reformada de habla francesa la literatura necesaria para ayudarla en su crecimiento. Durante su vida, Beza fue mejor conocido por su trabajo en el Nuevo Testamento, culminando en sus Anotaciones del Nuevo Testamento. Esta obra maestra lingüística incluía el texto griego del Nuevo Testamento, la traducción de la Vulgata latina, y la traducción latina original de Beza. Beza agregó sus notas textuales y notas explicativas, demostrando que la fe reformada era claramente bíblica. Sus notas en las Anotaciones influyeron en la traducción de la Biblia en inglés de 1560 —la Biblia de Ginebra—, que se convirtió en la traducción de la Biblia más popular entre los puritanos. El texto griego publicado por Beza fue el utilizado por los traductores de la Biblia King James de 1611.
Bajo la poderosa mano de Dios
Beza heredó la visión bíblica que tenía Calvino de la dulce soberanía de Dios sobre todos los asuntos de la vida humana. Después de la muerte de Calvino, Beza vivió tiempos tumultuosos, experimentando pruebas que lo forzarían a confiar en su Señor. En 1587, por ejemplo, cuando parecía que Ginebra estaba a punto de ser invadida por los católicos, Beza alentó a su congregación a confiar en la amable providencia de su Padre celestial:
“Esta doctrina está llena de excelente consuelo. De este modo, entendemos que por el poder de nuestro Dios, la ira de ese león hambriento es calmada y frenada, y que Dios nunca le permitirá hacer nada en contra de sus hijos, que no sea para su bien y provecho, como nos dice el apóstol (Ro. 8:28), y también nos enseña por su propio ejemplo (2 Co. 12:17)”.
De hecho, le dijo a sus oyentes, nuestra única esperanza es que nuestro Dios es soberano, tan soberano que puede salvarnos de nuestros pecados cuando estamos absolutamente muertos espiritualmente:
“No hay otra cosa en nuestra naturaleza mas que una rebelión desesperada y obstinada, hasta que el Espíritu de Dios aleja, primeramente, las tinieblas de nuestro entendimiento, que no pueden, y que no podrán por sí mismas, siquiera pensar en las cosas de Dios (2 Co. 3:5), y en segundo lugar, corrige el avance de nuestra voluntad, que es un enemigo de Dios y de todo lo que es verdaderamente bueno (Ro. 5:10 y 8:7)”.
Beza vio que debido a que Dios reina y tiene todo el poder, los cristianos pueden esperar en su bondad para salvarlos y protegerlos a través de los peligros de su peregrinación terrenal.