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Este escrito no es ni crítica ni elogio. Más bien es una observación. Y de hecho, ni siquiera es original. Muchos lo han dicho antes que yo, y mejor que yo. Eitri el Enano lo resumió bastante bien:

“Ustedes nos iban a proteger. Asgard nos iba a proteger”.

Los que me conocen saben que disfruto bastante las películas de Marvel. Tal vez, en parte, es porque me llevan a mi infancia, cuando le tomaba prestado a mi hermano mayor sus cómics (paquitos, les decimos). Sin duda es porque aprecio filmes con buenos buenos y malos malos, con personajes que tienen una brújula moral que si bien no siempre da al norte, apunta a algo mayor que ellos mismos (el bien mayor, el bien común, el honor, la lealtad. Soy Team Captain America, es lo que quiero decir). No son películas cristianas y no están hechas por cristianos (aunque Scott Derrikson, director de Dr. Strange, profesa ser un hombre de fe), pero en general están bajadas de tono en cuanto a sexualidad, violencia gráfica, y otros de los males que comúnmente afectan a Hollywood.

¿Cuánto más durará esta moderada potabilidad? Está por verse. Por un lado, hay más que rumores que algunos de los superhéroes principales en las próximas películas de la franquicia promoverán la homosexualidad. Por el otro, al menos desde mi punto de vista, ya se nos va el Capitán América, y con él, pienso, se va mucho de la moralidad.

Es así como Avengers: Endgame, que se estrena esta semana, resulta en un cierre o final de una etapa con más de 22 películas, 11 años, y más de 19,000,000 de dólares recaudados en taquillas de cine. Un verdadero fenómeno.

Pero regresemos a la observación. Ahora en palabras del Capitán América:

“Hay un solo Dios… y estoy seguro que no se viste así”.

Las películas de Marvel en general, y los Avengers en particular, nos han provisto de un mundo maravilloso de superhéroes. Personajes fallidos, pero fantásticos. Fuertes, inteligentes, habilidosos, y valientes. Algunos ricos, otros hermosos, todos luchando por un bien más grande que ellos mismos. Hasta Tony Stark, el más famoso y posiblemente más egocéntrico de estos súpers, ha estado dispuesto vez tras vez a dar su vida por otros. Una verdadera época dorada de superhéroes.

Donde Marvel se ha quedado corto es en su presentación de los dioses.

Thor: The Dark World, photo by Jay Maidment.

Alguien dirá: “Pero estos no son dioses dioses. Más bien son como si fueran dioses. Son pseudo-dioses”. A lo que yo diría, ¡claro! Estoy de acuerdo. Pero personajes como Odín y Thor eran adorados como dioses en la mitología nórdica, de donde dan el salto a los cómics y a las películas. Dormammu es un ser inmaterial de energía, y Thanos con las seis piedras del infinito es lo más cercano a un todopoderoso que el Universo de Marvel ha mostrado.

Al mismo tiempo, y en la misma película donde él es el personaje principal, a Thanos lo hace sangrar un hombre en armadura. Un humano, como tú y como yo. Lo que es más, las hijas de Thanos lo aborrecen, y abiertamente le escupen en la cara. Peor todavía, él actúa hacia ellas con la misma ira e inmadurez de ellas.

En las palabras de Hulk:

“Puny God” (o “Dios insignificante”, en la traducción en español).

A Dormammu (y a Odín) los vence el tiempo. Thor es incapaz de proteger a Eitri y los suyos. Más bien recibe un “corte de cabello” de un hombre sin manos, y pierde su fuerza al perder su martillo debido a su orgullo. Peter Quill (Star-Lord, quien es mitad “celestial”) pierde… por no controlar sus emociones. ¿Qué tipos de dioses son estos?

El Dios no conocido es tan completamente diferente a lo que nos presenta Marvel que es una ofensa que llamen dioses a estos que no son dioses. Pero esta no es una ofensa nueva. Esto ha sido el modus operandi de la humanidad casi desde su inicio. Entre torres, becerros, estatuas, y visiones angelicales, nosotros los humanos tenemos una muy larga historia de inventarnos dioses que no son más que versiones más poderosas (y, por tanto, más peligrosas) de nosotros mismos.

“Pueden ver y oír que no sólo en Éfeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos”, Hechos 19:26.

Lo más y mejor que puede hacer la mente humana con respecto a sus dioses es extrapolar su humanidad, tratar de minimizar sus debilidades, y darles superfuerza o la posibilidad de volar. Pero aun las invenciones humanas más fantásticas, al final no son más que seres humanos. Es la limitación que ha puesto el Creador, que las criaturas no puedan crear de la nada: podemos recrear y reimaginar, pero no crear en un sentido real. ¡Y gloria a Dios por eso! Porque el Dios verdadero es tanto mejor, tanto mayor, tan sorprendente, tan controlado, tan amoroso, tan leal, tan sabio, tan poderoso, tan grande y majestuoso, que ni una ni veintidos ni mil ni diez mil películas serían suficientes para contar sus maravillas. ¡Bendito sea Él! El Dios que decidió gustosamente sangrar por sus súbditos indignos y llamarles hijos y hermanos y su habitación. ¡Bendito sea Él!

Y esa es mi observación: que los superhéroes deben quedarse siendo superhéroes. Que al buscar ser dioses terminan, como Loki, haciendo el ridículo; como Thor, fallando a quienes dependen de ellos. Y tú y yo también podemos caer en la misma trampa, el mismo ridículo, el mismo fracaso, cuando nuestras vidas giran alrededor de nosotros, cuando queremos ser más de lo que somos. Recuerda quién es Dios, y recuerda quién eres tú.

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”, Juan 17:3.


Imagen: Disney Studios.
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