¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Para mi gran angustia, a veces escucho que la gente dice, en su celo por el fervor y la eficacia en la oración, que en nuestras peticiones de oración nunca debemos decir: “Si es tu voluntad”. Algunos incluso dicen que es un acto de incredulidad agregar esas palabras, esos términos condicionales, a nuestras oraciones. Hoy se nos dice que con una fe audaz debemos “declararlo y reclamarlo”.

Quizá debería ser más mesurado en mi respuesta a esta tendencia, pero no puedo pensar en nada más ajeno a la enseñanza de Cristo. Venimos a la presencia de Dios con valentía, pero nunca con arrogancia. Sí, podemos nombrar y reclamar aquellas cosas que Dios claramente prometió en las Escrituras. Por ejemplo, podemos reclamar la certeza de que recibiremos perdón si confesamos nuestros pecados ante Él, porque Él lo promete. Pero cuando se trata de obtener un aumento, comprar una casa, o ser sanado de una enfermedad, Dios no ha hecho ese tipo de promesas específicas en ninguna parte de la Escritura, por lo que no tenemos libertad para “declararlo y reclamarlo”.

Cuando nos presentamos ante Dios, debemos recordar dos hechos simples: quién es Él, y quiénes somos nosotros.

Cuando nos presentamos ante Dios, debemos recordar dos hechos simples: quién es Él, y quiénes somos nosotros. Debemos recordar que estamos hablando con el Rey, el Soberano, el Creador, pero nosotros somos solo criaturas. Si mantenemos esas verdades en mente, oraremos educadamente. Diremos: “Con tu permiso”, “como desees”, “si lo deseas”, y así sucesivamente. Esa es la forma en que nos acercamos ante Dios. Decir que manifestamos incredulidad o una fe débil cuando le decimos a Dios: “Si es tu voluntad”, es calumniar al mismísimo Hijo que oró el Padre Nuestro.

Después de todo, fue Jesús quien, en su momento de mayor pasión, oró con respecto a la voluntad de Dios. En su Evangelio, Lucas nos dice lo que sucedió inmediatamente después de la última cena:

“Saliendo Jesús, se encaminó, como de costumbre, hacia el Monte de los Olivos; y los discípulos también lo siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: ‘Oren para que no entren en tentación’. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba, diciendo: ‘Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Entonces se apareció un ángel del cielo, que lo fortalecía. Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra”, Lucas 22:39-44.

Es importante ver lo que Jesús ora aquí. Él dice: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Jesús no estaba diciendo: “No quiero ser obediente”, o “me niego a someterme”. Jesús estaba diciendo: “Padre, si hubiera alguna otra manera sin que los demás factores cambien, preferiría no tener que hacerlo de esta manera. Lo que has puesto ante mí es más espantoso de lo que puedo pensar. Estoy entrando en mi gran pasión y estoy aterrorizado, pero si esto es lo que quieres, esto es lo que haré. No se haga mi voluntad, sino tu voluntad, porque mi voluntad es hacer tu voluntad”.

También quiero que noten lo que sucedió después de que Jesús oró. Lucas nos dice que un ángel vino y lo fortaleció. El ángel fue el mensajero de Dios. Él vino del cielo con la respuesta del Padre a la oración de Jesús. Y la respuesta fue: “Debes beber la copa”.

La verdadera oración de fe es la oración que confía en Dios sin importar si la respuesta es sí o no.

Esto es lo que significa orar para que se haga la voluntad de Dios. Es la más alta expresión de fe al someterse a la soberanía de Dios. La verdadera oración de fe es la oración que confía en Dios sin importar si la respuesta es sí o no. No se necesita fe para “reclamar”, como un ladrón, algo que no es nuestro. Debemos acudir a Dios y decirle lo que queremos, pero debemos confiar en Él, para que nos dé la respuesta que sea mejor para nosotros. Eso es lo que hizo Jesús.

Debido a que Lucas nos dice que el Padre envió un ángel para fortalecer a su Hijo, yo creo que la agonía en la alma de Jesús se alivió. Parece, sin embargo, que cuando llegó el ángel para darle fuerza, vino un aumento en la agonía de Cristo, un aumento tan profundo que comenzó a sudar tan profusamente que era “como grandes gotas de sangre”. En un sermón sobre Lucas 22:44, Jonathan Edwards dijo que este aumento en la agonía de Jesús era debido a que se dio cuenta por completo de cuál era la voluntad de Dios para Él en su pasión. Había venido al jardín con el temor de que tendría que beber la copa. Una vez que supo que la voluntad de Dios realmente era que la bebiera, tuvo un nuevo temor: que no podría hacerlo. En otras palabras, Jesús ahora agonizaba porque no quería quedarse corto de una completa y perfecta obediencia a la voluntad de Dios.

Pero lo hizo. Bebió la copa hasta la última gota. Y al hacerlo, Jesús no nos dio solamente palabras para mostrarnos cómo orar; Él nos dio su vida como un ejemplo de oración, para que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando